Philip Pettit habló el jueves 13 de marzo sobre "Republicanismo cívico" en Sevilla, en una acto organizado por la Junta de Andalucía que, según los organizadores se repetirá en otras muchas ciudades de España.
En su conferencia, Pettit brilló como filósofo cuando expuso sus ideas sobre el republicanismo y demostró la bondad teórica de sus ideas para evitar que los gobiernos sean despóticos y funcionen como protectores justos, nunca como dominadores. Afirmó que el republicanismo exige la división de los poderes básicos del Estado y la competencia activa entre ellos, el control del poder por parte de los ciudadanos, el bien común como gran faro de la política, el imperio de la ley y la existencia de leyes justas, comúnmente aceptadas y que sean difíciles de cambiar por los poderosos, mandatos limitados en el tiempo de los dirigentes y representantes, alternancia, transparencia, la obligación de rendir cuentas al ciudadano y muchos otros contrapesos, libertades y derechos para garantizar que el ciudadano no pueda ser "dominado".
Pero Pettit, sin necesidad aparente alguna, hizo el ridículo y demostró ser un intelectual deslumbrado por el poder cuando emitió juicios altamente positivos y poco creibles sobre el gobierno que preside su amigo José Luis Rodríguez Zapatero, del que es asesor, olvidando que ese gobierno se encuentra a años luz de distancia de las grandes reglas y principios republicanos.
En un acto de alienación y de sometimiento al poder, incomprensible en un filósofo de prestigio, Pettit afirmó que los ciudadanos españoles son afortunados porque pueden pedir cuentas a su gobierno y controlarlo. Dijo también que en España "no existe dominación" y que "todo el mundo está protegido", citando el ejemplo de la "independencia" de la televisión pública. No fueron pocos los que sonrieron benévolamente quizás al pensar en el comportamiento "independiente" de Canal Sur, la televisión pública andaluza, a la que le han abierto cuatro expedientes por parcialidad durante la reciente campaña electoral. Alabó la aprobación por el gobierno de Zapatero de leyes en favor de la igualdad, de los dependientes, de los homosexuales y las mujeres que sufren la violencia de género. Sólo emitió una "suave" crítica cuando pidió al gobierno que proteja también a los presos que llenan las cárceles españolas, donde tiene que "mejorar el trato".
Antes había explicado los puntos básicos del republicanismo, un sistema que definió como el de la libertad garantizada por un Estado que está controlado por los ciudadanos, que tiene contrapesos, que respeta la separación de poderes y que posee gran cantidad de mecanismos que le impiden ser déspota.
Entre los mecanismos de control del Estado citó la necesidad de respetar la voluntad popular y el del imperio de las leyes, que deben ser asumidas y respetada por todos y que no pueden cambiarse a capricho del poder, por lo que es necesario que cambiar una ley requiera de grandes mayorías y consensos.
Lástima que Pettit no recordara que su pupilo ZP ha aprobado leyes tan fundamentales como los estatutos de Cataluña y Andalucía, uno de ellos (el catalán) sospechoso de inconstitucionalidad, sin consenso y con "mayorías" tan exiguas que apenas llegan a un tercio del electorado.
Afirmó también que el republicanismo sólo puede llevarse a efecto si existe prosperidad económica, lo que algunos de los presentes interpretaron como el anuncio de restricciones a las libertades en una España que está penetrando ahora en una etapa de grave crisis.
En algunos momentos, la conferencia del filósofo hizo pensar a la audiencia que formaba parte de una gira de propaganda patrocinada por la Moncloa, organizada quizás para pagarle favores y también para adornar intelectualmente al "régimen" de ZP.
En su conferencia, Pettit brilló como filósofo cuando expuso sus ideas sobre el republicanismo y demostró la bondad teórica de sus ideas para evitar que los gobiernos sean despóticos y funcionen como protectores justos, nunca como dominadores. Afirmó que el republicanismo exige la división de los poderes básicos del Estado y la competencia activa entre ellos, el control del poder por parte de los ciudadanos, el bien común como gran faro de la política, el imperio de la ley y la existencia de leyes justas, comúnmente aceptadas y que sean difíciles de cambiar por los poderosos, mandatos limitados en el tiempo de los dirigentes y representantes, alternancia, transparencia, la obligación de rendir cuentas al ciudadano y muchos otros contrapesos, libertades y derechos para garantizar que el ciudadano no pueda ser "dominado".
Pero Pettit, sin necesidad aparente alguna, hizo el ridículo y demostró ser un intelectual deslumbrado por el poder cuando emitió juicios altamente positivos y poco creibles sobre el gobierno que preside su amigo José Luis Rodríguez Zapatero, del que es asesor, olvidando que ese gobierno se encuentra a años luz de distancia de las grandes reglas y principios republicanos.
En un acto de alienación y de sometimiento al poder, incomprensible en un filósofo de prestigio, Pettit afirmó que los ciudadanos españoles son afortunados porque pueden pedir cuentas a su gobierno y controlarlo. Dijo también que en España "no existe dominación" y que "todo el mundo está protegido", citando el ejemplo de la "independencia" de la televisión pública. No fueron pocos los que sonrieron benévolamente quizás al pensar en el comportamiento "independiente" de Canal Sur, la televisión pública andaluza, a la que le han abierto cuatro expedientes por parcialidad durante la reciente campaña electoral. Alabó la aprobación por el gobierno de Zapatero de leyes en favor de la igualdad, de los dependientes, de los homosexuales y las mujeres que sufren la violencia de género. Sólo emitió una "suave" crítica cuando pidió al gobierno que proteja también a los presos que llenan las cárceles españolas, donde tiene que "mejorar el trato".
Antes había explicado los puntos básicos del republicanismo, un sistema que definió como el de la libertad garantizada por un Estado que está controlado por los ciudadanos, que tiene contrapesos, que respeta la separación de poderes y que posee gran cantidad de mecanismos que le impiden ser déspota.
Entre los mecanismos de control del Estado citó la necesidad de respetar la voluntad popular y el del imperio de las leyes, que deben ser asumidas y respetada por todos y que no pueden cambiarse a capricho del poder, por lo que es necesario que cambiar una ley requiera de grandes mayorías y consensos.
Lástima que Pettit no recordara que su pupilo ZP ha aprobado leyes tan fundamentales como los estatutos de Cataluña y Andalucía, uno de ellos (el catalán) sospechoso de inconstitucionalidad, sin consenso y con "mayorías" tan exiguas que apenas llegan a un tercio del electorado.
Afirmó también que el republicanismo sólo puede llevarse a efecto si existe prosperidad económica, lo que algunos de los presentes interpretaron como el anuncio de restricciones a las libertades en una España que está penetrando ahora en una etapa de grave crisis.
En algunos momentos, la conferencia del filósofo hizo pensar a la audiencia que formaba parte de una gira de propaganda patrocinada por la Moncloa, organizada quizás para pagarle favores y también para adornar intelectualmente al "régimen" de ZP.