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Occidente necesita un gran líder espiritual



Hay demasiados líderes políticos y todos poseen un terrible déficit espiritual y ético. El pueblo desconfía de ellos y contempla con dolor cómo se van perdiendo los grandes valores y como los principios de honradez, limpieza, lealtad y justicia se abandonan en aras del control del poder. La necesidad de un líder espiritual que diga a los ciudadanos lo que los políticos nunca les dirán, sobre todo que el principal deber del hombre no es obedecer a la autoridad, sino crear un mundo justo, es urgente e imprescindible. ¿Quien podría ser ese líder ético que apele a las leyes eternas para colocar la verdad y la ética en el pedestal que merecen? Algunos señalan al papa Francisco como el único dirigente occidental con capacidad de ejercer un liderazgo moral y espiritual en estos momentos de crisis general, pero el pontífice, al parecer, no se atreve a dar ese paso y parece que se conforma con ser ni mas ni menos que un papa predicador honesto, sin asumir los grandes riesgos que conlleva hablar con las grandes verdades en los labios.
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Los ciudadanos ya no creen en los políticos y buscan alguien en quien poder creer y confiar. El mundo necesita de manera perentoria un líder espiritual y ético, con credibilidad y arrojo, capaz de decir las verdades que hoy se ocultan y reprimen. Hay que decirle al ser humano que su primer deber, por encima de la obediencia al poder instituido, es crear un mundo justo y decente, algo de lo que carecemos. Alguien debe decir a los políticos que gobiernan el mundo mirando mas por sus intereses que por el bien común que al comportarse de ese modo se convierten en ilegítimos y que el pueblo tiene todo el derecho del mundo, por ley natural, a deponerlos.

Pero nadie lo dice.

Reina un gran silencio ético en el mundo occidental, mientras retroceden los valores, se arruina el Humanismo y el ser humano se siente acosado por el poder, despojado de sus derechos y sin confianza en el presente y en el futuro. Los humanos se sienten huérfanos de valores y de un gran liderazgo ético al que seguir, que nadie parece capaz de asumir. El Islam avanza y parece que conquista Europa ante la indiferencia o la complicidad de los que mandan, mientras los poderosos estimulan el laicismo y la mentira, contravalores impulsados por los mismos que practican la codicia, el egoísmo, la arrogancia y el ansia enloquecida de poder.

En los tiempos de la Guerra Fría había una cierta lucha entre valores. La URSS y sus aliados representaban el sueño de una sociedad igualitaria y justa, mientras que Occidente exhibía la libertad como gran bandera. Ganó Occidente porque el comunismo se hundió víctima de sus propias contradicciones. Sin embargo, cuando Occidente y la democracia se alzaron como vencedoras, todo el mundo pudo ver que aquellos valores eran mas propaganda y simulación que verdad y el mundo se tornó sucio, corrupto, vertical, injusto y asquerosamente dividido entre ricos y pobres, entre minorías que mandan y viven en el lujo y mayorías que sufren y viven desamparadas.

El papa Francisco fue acogido con entusiasmo en el mundo católico, donde casi 1.200 millones le siguen, pero con el tiempo sus discursos se han autolimitado y parecen alejarse de la gran esperanza de que el papa se convierta en el pastor del mundo. Algunos creen que el papa católico no se ha percatado de que el sufrimiento de los humildes en la Tierra es extremo y l situación de injusticia y desamparo de los mas pobres es desesperada, un drama que requiere recetas radicales, no paños calientes. El papa habla siempre con acierto y sabiduría, contra el crimen del aborto, el mal trato a los inmigrantes, los que asesinan en las ciudades de Siria y sobre otros muchos problemas, pero sin tocar el núcleo del drama humano, sin espolear a los hombres para que luchen por un mundo mejor e impidan la suciedad y la miseria reinantes en el planeta.

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Jueves, 16 de Enero 2014
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