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NO DIGA BUSH; DIGA PRIVILEGIO O DERECHO EXCLUSIVO A INTERPRETAR O, MEJOR AÚN, JUEZ Y PARTE





Una buena (pro)porción del orbe ("aldea global", según denominación –que hiciera fortuna y furor- del experto canadiense en los "mass media" Marshall Mc Luhan) se quedó con la copla de que, apoyando y secundando una iniciativa legislativa pro(mo)vida por el senador republicano John McCain, EE. UU. prohibió por ley a todo su personal militar y a todos sus funcionarios civiles (menos a la excepción, el presidente, que se guardó en la manga otro mazo de cartas) torturar (aunque, según la doctrina al uso, la que se lleva y manejan los jurisperitos, la práctica de la tortura sólo se produce en tres supuestos: cuando la susodicha acarrea la muerte del maltratado, cuando se le deja inválido al sujeto y cuando se le provocan al reo importantes fallos en sus órganos vitales) a los prisioneros que sean sospechosos de haber cometido actos terroristas.

Pero el comandante en jefe de las FF. AA., el mandamás del Estado usamericano, se reservó el derecho a interpretar, o sea, a poner en práctica o evidencia dicha ley; con otras palabras más gruesas, que puede saltarse la ley a la torera, cuando le venga en gana, cuando lo estime oportuno. George W. Bush lo declaró el 30 de diciembre de 2005, a las veinte horas, poco después de haber firmado la ley que prohibía la tortura. Que el documento fuera hecho público a tales horas, las ocho de la tarde, de aquel día, en plenas fiestas navideñas, contribuyó, sin duda, a que el contenido del mismo pasara inadvertido para la inmensa mayoría. Entre quienes, por uno u otro motivo o vía, acabaron descubriendo el privilegio que Bush se reservó para sí está Ted Kennedy, que la pretérita semana, con motivo de las sesiones para confirmar a Samuel Alito como nuevo miembro del Tribunal Supremo, censuró el hecho.

Como seguramente le habrá ocurrido asimismo, poco más o menos, a usted, amable, atento, dilecto, discreto y selecto lector, la mente del menda lerenda, sin aparente denuedo, ha vuelto a recordar la expresión pintiparada, que se imponía y venía como alianza al anular, de "hecha la ley, hecha la trampa", o, al menos, la trampilla por la que hacer mutis por el foro en el caso de que uno, Bush, fuera agobiado por el imperio o mazo de la ley.

Así que, por coherencia, desde hoy, aquí y ahora, no diga Bush, sino abuso de poder. ¿Cómo llamar si no a ese derecho torcido y torticero, señero, propio de señor feudal?


Ángel Sáez García

Franky  
Domingo, 29 de Enero 2006
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