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NI MALAVENTURA NI UNA MUECA DE LOS HADOS





NI MALAVENTURA NI UNA MUECA DE LOS HADOS
En el tiempo presente, el relativismo ha extendido el eufemismo por doquier. Ante la dejadez y la ignorancia se deja de designar las cosas e ideas por su nombre. Y, así, vemos y oímos cada día a periodistas y políticos usando la terminología impuesta por la banda etarra. No es “País Vasco”, sino Vasconia, como otras regiones son Cataluña, Galicia o Andalucía; no es “proceso de paz”, ni “negociación”, es simplemente entrega de las armas, renuncia a la violencia y reinserción. La banda no es un Estado que negocia.

El diario Gara ha publicado una entrevista con el secretario gene­ral del Partido Socialista en Vizcaya y portavoz del PSE en el Parlamento Vasco, en la que se permite ciertas afirmaciones de una seria enjundia opuesta al derecho y al com­promiso con los mártires del terrorismo y su memo­ria: “…de una forma u otra –decía-, en función de las circunstancias de cada uno y a lo largo del tiempo, deberán ir reintegrándose con cierta normalidad a la vida políti­ca. Claro, es muy difícil conjugar dos mundos que han estado tan apartados y en el que unos han sido víctimas y otros básicamente verdugos, y eso va a exigir muchas dosis de diplomacia, generosidad, mano izquierda y senti­do común. Es cierto que a las víctimas hay que escucharlas y tenerlas en cuenta a la hora de aplicar estas políti­cas, pero no pueden convertirse en un agente político activo en un proceso de paz; no lo han sido en ningún pro­ceso del mundo”.

La lengua, instrumento de expresión del pensamiento, tiene más importancia de la que se le concede. El adverbio “básicamente”, por su forma y su contenido, indica una profunda carga significativa; aquí, resta intensidad, aminora la “verduguez”, la esencia del ser verdugo. Esas palabras de un diri­gente político, ofen­den a los propios militantes y votantes, a la sociedad española y la memoria y la dignidad de los que el terrorismo ahogó en su sangre; son infamantes para todos los que han vivido en la orfandad por el fanatismo de ETA. No son dignas de gente que propugna la libertad y defiende la justicia y la igualdad, en una región en que muchos viven sometidos al terror y la extorsión.

El parangón entre víctima y asesino repugna intrísecamente a razón y derecho. La víctima no elige, es un sujeto pasivo, el ser inocente, masacrado sin causa objetiva. El otro es un faccioso fanático, que, por un prurito elevado a necesario, colocándose fuera de la legalidad, en el cauce de la delincuencia, elige y decide dañar y matar con el mayor estruendo. Este dirigente, en su discurso, equipara los dos, el mártir con el ejecutor: son –dice- “dos mundos que han estado tan apartados”, como si el herido y muerto lo fuera voluntariamente, o ca­da uno de ellos, el caído y su inductor, tuvieran exactamente la misma responsabilidad en el acto criminal. Es increíble y aberrante pensar que la víctima llega a serlo por discrepancia partidaria, por malaventura o una mueca de los hados.

En Vasconia, obnubilados por el nacionalismo y la convulsión, se tergiversa la historia, se empeñan en pervertir el lenguaje y se difuminan los quejidos sangrientos. De ahí, que haya quien, en la lógica de relativismo ab­soluto, no niegue la probabilidad de un pacto próximo del gobierno con el partido ilegalizado.

Camilo Valverde Mudarra

Franky  
Lunes, 27 de Febrero 2006
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