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Malditas sean las dictaduras legalizadas por las urnas, como la española



El camino para imponer una dictadura ha cambiado. Antes dabas un golpe de Estado y te apoderabas de las instituciones, casi siempre derramando sangre, pero ahora basta alcanzar el poder en las urnas o realizando alianzas incomprensibles con partidos sucios y desleales y una vez dentro del Estado, te apoderas de todo, cambias las leyes y te perpetuas en el poder.

La España de Sánchez empieza a ser considerada uno de los más claros ejemplos mundiales de imposición de una sucia tiranía por vías legales, al igual que la Rusia de Putin, aunque en España no se ha llegado tan lejos, todavía, en el derramamiento de sangre y apuñalamiento de la libertad.

Pedro Sánchez viaja hoy a Marruecos sin que nadie sepa a qué va, sin agenda conocida, con medio país sospechando que viaja para realizar otro regalo, otra entrega arrodillado. Algunos dicen que ya negocia la co soberanía de Ceuta y Melilla, camuflada de cooperación económica.

La verdad es que nunca en la historia de España existió un gobierno más oscuro, siniestro y opaco, ninguno más hipócrita y ajeno a la ciudadanía, nunca otro del que se desconfíe y sospeche tanto. Objetivamente, el sanchismo ya se ha consagrado como enemigo de España y como un peligro mortal para la nación y su futuro.

Sánchez es cada día más conocido fuera de España, donde ya se le considera dictador en muchos medios de prensa, foros y países. El deterioro de la imagen de Sánchez está siendo tan descomunal y extraordinariamente veloz que ya se le empieza a considerar como un autócrata corrompido, casi a la misma altura que el ruso Putin.
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Tarta favorita de los españoles en la cena de Navidad.
Hasta no hace mucho, la mayoría de los españoles creían vivir en una democracia, pero ya casi somos mayoría los que creemos que España está sometida a una dictadura camuflada, legalizada en las urnas, donde a los gobiernos no los elige ni controla el pueblo, sino los partidos y sus políticos corruptos.

Las dictaduras camufladas funcionan en muchos países del mundo, pero en pocos de ellos son tan rastreras y descaradas como en España. Vladimir Putin, en Rusia, y Sánchez, en España, son los líderes de dos detestables estados donde la democracia ha sido prostituida y suplantada por tiranías autocráticas legalizadas por las urnas.

Lo dicen nueve de cada diez politólogos y pensadores políticos del planeta, salvo aquellos que están comprados por el poder: cuando son los partidos y no los ciudadanos los que dominan y eligen a los dirigentes, eso no es democracia, sino dictadura.

Uno de los que lo afirmaron con más claridad y vehemencia fue Stanley Renshon, profesor de ciencias Políticas en la Universidad de la Ciudad de Nueva York (CUNY), uno de los grandes expertos mundiales en la psicología de los políticos y autor de media docena de libros convertidos en grandes éxitos internacionales, entre ellos "La presidencia de Bill Clinton y la ambición política".

Renshon, como nueve de cada diez de sus colegas, opina que "Los líderes políticos deben ser designados por los ciudadanos y no a dedo por los aparatos de los partidos".

El meollo de la cuestión está en dilucidar quién está eligiendo hoy a los líderes, si el pueblo o los partidos. Renshon y otros cientos de pensadores y analistas políticos, cree que quien elige son los aparatos de los partidos porque el ciudadano se limita a elegir entre dos o tres candidatos que, previamente, han sido elegidos por sus propios partidos, lo que introduce una perversión en el sistema electoral.

Pero la cosa es más grave porque los gobiernos carecen de los frenos y límites que establecen las democracias y en países como Rusia y, en cierto modo, también España, desde el poder se utiliza el dinero público y los potentes recursos del Estado para imponer a un candidato y prácticamente eliminar a los de la oposición, incluso alterando, si fuera necesario, el escrutinio electoral.

En Rusia, Putin acaba de asesinar a Alexei Navalny, su principal opositor. En España, por suerte, todavía no se ha llegado tan lejos.

Los partidos, previamente corrompidos y envilecidos, han sustituido al ciudadano y a la voluntad popular, lo que acaba con la democracia y la transforma en una partitocracia o mejor todavía, en una dictadura de partidos.

Otra vez hay casi unanimidad plena al considerar que la solución del problema es muy difícil porque los partidos tienen demasiado poder y no hay fuerza en la democracia capaz de pararles los pies, lo que convierte a nuestros sistemas en rehenes secuestrados por las élites de los partidos políticos.

El análisis se torna todavía más sombrío cuando se analizan desde las ciencias políticas y el derecho otros rasgos de las actuales democracias envilecidas, en las que no se respeta la división de poderes, no se tiene en cuenta la voluntad de los ciudadanos, se manipula la opinión pública, se oculta la verdad, se controlan y esclavizan a los Parlamentos, los Ejecutivos son rehenes de los partidos políticos, se estrangula a la sociedad civil y se amordaza sutilmente a la prensa, ya sea con represión o comprándola, como hace Sánchez en España, evitando que sea crítica y fiscalizadora, como prescribe la verdadera democracia.

El resultado: regímenes que se auto titulan demócratas pero que son, en realidad, asquerosas dictaduras engañosas y camufladas de partidos.

Francisco Rubiales

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Miércoles, 21 de Febrero 2024
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