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Los separatistas se merecen un nuevo 155



El separatismo catalán merece un nuevo 155 por sus provocaciones, violaciones de la Constitución y hostilidad contra España, pero el gobierno de Sánchez, quizás porque desea que la pacificación catalana sea uno de sus logros para afianzarse, mira para otro lado y hasta justifica las provocaciones y delitos, rozando la traición y exhibiendo más cobardía que la que mostró el torpe y obtuso gobierno de Rajoy.

La mayor provocación ha sido reabrir seis "embajadas" catalanas en etros tantos países, centros desde los que se hace constantemente una política antiespañola y que constituyen un verdadero obstáculo para las relaciones internacionales del Estado español.

Los separatistas catalanes tantean al nuevo gobierno de Sanchez con provocaciones y afrentas destinadas a encender de nuevo la llama del enfrentamiento en las calles y plazas catalanas. Eso es deslealtad pura que, por sus actos y declaraciones, merece una nueva aplicación del artículo 155 de la Constitución, pero esta vez con más brío y decisión, con ese valor y firmeza que sirven para frenar la osadía de los nazis.
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Ante la reapertura de las embajadas, que habían sido clausuradas por Rajoy cuando aplicó el artículo 155, el ministro de Esteriores, José Borrell afima la falsedad de que "no se puede prohibir que los catalanes tengan embajadas;, ignorando que las que abren los catalanes no son oficinas de representación o de influencia, como pueden tener otras comunidades españolas, sino centros hostiles a España desde los que se procura destruir la unidad nacional a diario.

La mentira anida en un gobierno de Sánchez que más que en gobernar está interesados en hacer propaganda. Nos vendieron a Borrel como un antiseparatista duro, todo un bastión frente al independentismo, pero aquello era falso porque ya se perfila como el mejor amigo y valedor de la sedición en el gobierno.

Tan sólo el gran cartel que preside el palacio de la Generalitat, pidiendo la libertad de unos "presos políticos" que sólo son delincuentes encarcelados, es motivo suficiente para imponer de nuevo el artículo 155 por deslealtad, desprecio a las leyes y hostilidad a España, pero con Pedro Sánchez han llegado el perdón y el buenismo, un camino que ya demostró en la Historia que es el peor para frenar a los nazis.

Chamberlain y Churchil protagonizaron un debate de gran valor en vísperas de la segunda Guerra Mundial. El primero abogaba por permitirle sus abusos a Adolf Hitler para no provocarlo y preservar la paz, pero Winston Churchill abogaba por la dureza y la firmeza frente a los enemigos nazis que habían traspasado todas las fronteras de la lealtad y las leyes. Al final, la Historia dio la razón al defensor de las leyes y la firmeza, frente a débil y asustadizo Chamberlain, a quien dirigió una frase memorable que sitúa a la cobardía en el lugar que le corresponde: "Se te ofreció poder elegir entre la deshonra y la guerra y elegiste la deshonra, pero también tendrás la guerra".

La última fechoría del líder catalanista es de órdago: no quiere ser recibido por Pedro Sánchez como un presidente más de una autonomía española porque él es mucho más que eso. Y el gobierno de España calla y adopta la cobardía de Chambarlain frente a esa nueva provocación, no se sabe si por cobardía innata o porque tiene que pagar el apoyo de los nazis a su conquista del poder.

Se merecen un nuevo 155, pero reciben halagos y gestos amigables del gobierno de Pedro Sánchez. De nuevo Chamberlain frente a Churchil, cuando la historia nos ha demostrado que cualquier gesto de debilidad frentes los nazis es un error grave.

También es motivo suficiente para aplicar de nuevo el 155 el bochornoso hecho de que los cargos públicos de la Generalidad Catalana no prometen ante la Constitución sus cargos, pero la cobardía se disfraza de prudencia y se deja a los enemigos de España que sigan esparciendo su veneno.

¿Es que la autonomía catalana es distinta a las otras? ¿Desde cuando? Millones de españoles pensamos distinto a lo que piensa Sanchez y creemos que es una autonomía española más, territorio español en el que los gobernantes tienen el deber de hacer cumplir la ley, si no quieren caer en la prevaricación y la traición.

El ejemplo que Cataluña está dando empieza a cundir. Por haberles permitido rebelarse, los vascos están fraguando una rebelión que dejará en pañales la catalana porque en el País Vasco ya conocen el camino de la sangre y hay muchos dispuestos a transitarlo de nuevo.

Cuando eso ocurra, habrá que mirar hacia Sánchez y señalar la cobardía socialista, disfrazada de tolerancia, como la culpable del desastre.

Francisco Rubiales

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Sábado, 16 de Junio 2018
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