Información y Opinión

Los que corroen la democracia



¿Se ha preguntado usted alguna vez por qué nuestras democracias tienden a ser autoritarias y anteponen el Estado a cualquier otro valor o principio, incluso al ciudadano, a pesar de que es el soberano del sistema? Buena parte de la culpa la tiene la contaminación marxista.



Al caer el muro de Berlín y desaparecer la Unión Soviética y su imperio, los millones de comunistas que vivían en el mundo sufrieron una tremenda conmoción. Algunos, probablemente los más honrados, se sintieron derrotados y admitieron los errores de su ideología y los terribles crímenes cometidos por sus correligionarios; otros, doloridos por el fracaso e indignados porque fueron derrotados por un capitalismo feroz, injusto e inmisericorde, se retiraron a los cuarteles de invierno y se transformaron en excepticos tristes, incapaces de creer en las ideologías y en el ser humano; pero la mayoría no se sintió derrotada, mantuvo firme sus convicciones y decidió camuflarse e incrustrarse en aquella misma democracia que los había derrotado, sin creen en ella, con resentimiento, espíritu de revancha y con la firme esperanza de construir su utopía totalitaria cuando existiera la más mínima oportunidad.

Desde entonces, muchos comunistas reciclados, hoy militantes o burócratas camuflados e incrustados en las democracias, en sus partidos, instituciones y gobiernos, constituyen el mayor peligro del sistema democrático, al que corroen y envilecen desde dentro.

De las dos grandes herejias del siglo XX, la comunista es, sin duda, la peor. Aunque su mundo quedó desacreditado hasta el vómito al conocerse sus crímenes y quedar en evidencia su fracaso histórico, tras ser expulsados del poder por los propios pueblos que sojuzgaban, la mayoría de ellos no admiten la derrota y siguen activos, emponzoñando el planeta político. Son tercos como una mula y siguen soñando con la toma del poder para destruir a sus enemigos y transformar la sociedad, único gran objetivo de su peligrosa ideología.

La otra gran herejía, la "nazi", sí fue derrotada y vencida, hasta el punto que sólo quedan residuos insignificantes, más estéticos que políticos, cuyo culto a los símbolos hitlerianos lo convierten en piezas de museo vivientes.

Los comunistas, expertos en el dominio de la clandestinidad y en la lucha solitaria y tenaz, siguen actuando impasibles, sin sufrir desánimo porque su imperio haya desaparecido y sus postulados estén ideológica, moral e intelectualmente desacreditados y considerados como basura. Viven entre nosotros corrompiendo el sistema. Son, junto con el nacionalismo, la peor plaga del mundo actual y la mayor amenaza para la parte más saludable de la humanidad, la que aspira a revitalizar las democracias, a reforzar el Estado de Derecho y a recosntruir el deteriorado sistema de valores.

Son los mayores expertos en negar la evidencia. Llevan más de 50 años negando los horrores del Gulag, a pesar de que aquellos campos de exterminio fueron la gran creación de su experiencia política y de que sus horrores siguen avergonzando al género humano. Ignoran, a pesar de la evidencia, que el Estado que ellos crearon fue el más eficaz e insaciable asesino de la historia, las fosas que ellos cavaron y los cadaveres ambulantes que ellos mismos esculpieron en los campos de exterminio. Condenan sin descanso los 3.000 muertos de Pinochet, pero guardan un vergonzoso silencio ante los 40 millones de Stalin. Creen que la mentira, como decía Lenín, puede ser "revolucionaria" y, convencidos de verdad y mentira son la misma cosa, mienten sin cesar hasta que ven sus mentiras convertidas en verdades.

No sólo han llenado el siglo XX de cadáveres, sino que también han asesinado la ética y han pulverizado la escala de valores cuidadosamente elaborada por cientos de generaciones. No creen en la libertad, ni en la propiedad, ni en la tolerancia, ni en el diálogo, ni en la información libre, ni en la crítica, ni en la paz, ni en la verdad, ni en la religión, ni en la fraternidad. Conciben el mundo como una pirámide en cuya cúspide están ellos, sostenidos por el pueblo sojuzgado porque ellos son los interpretes de la historia, la élite elegida para gobernar. En consecuencia, pretenden dominar a los medios de información y a las instituciones, desacreditar la religión y estrangular las libertades individuales. Odian la sociedad civil y le tienen pánico a la luz y a los taquígrafos. Saben que el mayor peligro para el Estado totalitario, en el que sueñan, es el debate, la conversación y la vida en común, lo que les lleva a intentar convertir a los ciudadanos en seres solitarios y acobardados que se encierren en sus viviendas para sentirse seguros y ver la televisión. Han comprobado cuando ejercían el poder que el miedo es su principal aliado y lo utilizan para convertir a los ciudadanos en rebaños atemorizados.

Esa gente existe y milita hoy en partidos aparentemente democráticos o presta servicios en las administraciones públicas, donde se sienten como pez en el agua porque no entienden otro mundo que no sea el del poder. Cada día pesan más en los aparatos de los partidos, sobre todo en los de izquierda. Están logrando corroer la socialdemocracia y son los principales culpables de que la vida interna de los partidos sea hoy autoritaria, vertical e implacable. Han impuesto sus criterios autoritarios y han erradicado la democracia de la vida interna de los partidos, imponiendo lo que llaman "disciplina", que no es otra cosa que el clientelismo y la sumisión esclava de los militantes al líder y a las élites.

Como no creen en la democracia, sistema al que en el fondo odian pero al que tienen que adaptarse para sobrevivir, la pervienten dinamitando sus principios básicos. Son los comunistas camuflados de demócratas los que afirman que el Estado es más importante que el individuo y quienes resaltan las tensiones y conflictos para dar prioridad a la seguridad y limitar los derechos individuales. Siempre están reclamando más "respeto" y "dignidad" para el Estado y pugnan por convertir a los funcionarios, como hicieron cuando tenían el poder, en una casta elitista y privilegiada. Aunque hablen de democracia, la odian y ni siquieta soportan su primer y más importante principio, el que establece que la soberanía es del ciudadano y que sólo el ciudadano otorga o quita legitimidad al sistema.

Son ellos los que están convirtiendo a los partidos políticos de la democracia en maquinarias orientadas más al poder y el dominio que al servicio, y los que empujan a las élites para que controlen, compren y corrompan, justificando esos métodos porque llevan directamentre hasta el poder. Son los principales culpables de que la política se haya convertido es una escuela de gladiadores más que en un espacio para la convivencia, el debate y la toma colectiva de decisiones. Son los que han inventado principios tan repugnantes como esos que nos han provocado nauseas al oirlos: "en política vale todo", "el fin justifica los medios", "al enemigo ni agua", "mejor dejar cadáveres que heridos en tu camino", etc.

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Franky  
Sábado, 26 de Noviembre 2005
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