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Los políticos españoles ya le temen al pueblo y España empieza a ser demócrata



Los españoles se han vuelto exigentes con los políticos y eso es lo más saludable e importante que ha ocurrido en la política española desde 1975. Hasta hace poco, los políticos podían hacer lo que quisieran en España sin que nadie los cuestionara, ni siquiera la Justicia, pero eso ha cambiado y ya no pueden seguir comportándose como niñatos tiranos y antidemocráticos.

Hay una sentencia sabia que dice que cuando el pueblo teme a sus políticos, es porque hay tiranía, pero si son los políticos los que temen al pueblo, es porque hay democracia.
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Todo estaba permitido en aquellos tiempos
Durante décadas, los políticos españoles tuvieron libertad plena para gobernar a capricho, sin trabas ni obstáculos. Los ciudadanos tenían tanta fe en la democracia y tanta confianza en los políticos elegidos que les permitían todo tipo de abusos y arbitrariedades. No existía prácticamente la vigilancia y la crítica al poder, dos condiciones fundamentales para que la democracia funcione. Como consecuencia de esa permisividad suicida, la clase política española se volvió arrogante, antidemocrática, arbitraria y corrupta, disfrutando hasta hoy de una impunidad que no tiene cabida ni en la democracia ni en la civilización.

Esa impunidad, arrogancia y desprecio a la ciudadanía, vicios típicos del sistema político español, han permitido que Pedro Sánchez se niegue a convocar las elecciones anticipadas que prometió, a pesar de que las encuestas revelan que siete de cada diez españoles las exige. Esos vicios, insultantes para la dignidad y la democracia, fueron los que permitieron que Zapatero nos llevara hasta el borde de la ruina, que Rajoy incumpliera sus promesas electorales, que Aznar eligiera a dedo a su sucesor y otras muchas barbaridades y abusos del poder que jalonan la historia reciente de España.

Los culpables de haber llegado a un grado tan profundo de degradación de la democracia y de la ética son tanto los políticos como los ciudadanos, los primeros por haber gobernado como sátrapas y los segundos por haber permitido a la clase política española abusos, desmanes y hasta delitos criminales, como resulta evidente en los juzgados y las cárceles.

La impunidad de los políticos españoles es tan brutal que para ser presidente del gobierno hay menos exigencias que para ser oficinista o secretaria.

Los españoles hemos ignorado que la democracia no es solo votar cada cuatro años, sino también vigilar a los políticos e impedirles que se comporten como tiranos, limitando constantemente sus poderes e impidiendo sus excesos.

Esa ignorancia y dejadez hicieron posible que un gobierno como el de Felipe González, frente al que la sociedad española era temerariamente permisiva, causara a España y a sus ciudadanos daños relevantes e irreparables como el haber desmantelado la industria española, destruido la organización y el poder de la sociedad civil, el robo de RUMASA, los pactos ignominiosos con los nacionalistas catalanes, a cambio de votos, germen del actual conflicto separatista, la apertura de las puertas del Estado y de la sociedad a la corrupción y la creación e imposición en España de un estilo y un comportamiento político repugnante, con aquella moral devastadora resumida en frases como "Montesquieu ha muerto", “el que se mueva no sale en la foto”, “en política todo vale”, al enemigo ni agua” y “en política no hay que dejar heridos sino cadáveres”. La permisividad disfrutada por los gobiernos de Felipe Gónzalez permitieron que el Estado llegara a practicar la aberración del terrorismo y que llegara a secuestrar y asesinar a enemigos de ETA.

Por desgracia, el estilo de Felipe González marcó toda la vida de la democracia española y fue imitado con fervor por sus sucesores socialistas y por la derecha del PP, convirtiendo la democracia española en una pocilga.

Hoy , por fortuna, las cosas empiezan a ser diferentes y los políticos han aprendido a tener miedo a la ley y a la ira del pueblo, algo muy saludable en democracia y garantía de la libertad. Pero todavía falta mucho por avanzar en control del poder y ética de gobierno, hasta impedir en el futuro que existan gobierno tan miserables como el actual de Pedro Sánchez, que gobierna contra la voluntad popular y la decencia, como lo demuestra el hecho de gobernar apoyado por partidos que odian a España, negándose a cumplir su promesa de convocar elecciones inmediatamente.

Fueron demasiados, los abusos, injusticias, corrupciones y canalladas protagonizados por la clase política española, probablemente la peor y con menos ética del planeta democrático mundial: destrucción y saqueo de las cajas de ahorro, estafas bancarias que afectaron a cientos de miles de ahorradores, apropiaciones indebidas, construcción de un Estado insostenible, con más políticos a sueldo que Francia, Alemania e Inglaterra juntos y una ristra de suciedades que incluye impuestos abusivos, incumplimientos de promesas, acuerdos mafiosos entre partidos, compra de votos, endeudamientos locos, despilfarro indecente y otros muchos desmanes.

Lo sorprendente e inexplicable es que los políticos hicieron todas esas canalladas con impunidad, sin devolver jamás el botín robado, sin pagar por sus desmanes, sin que ni los jueces ni el pueblo lograran que los delincuentes mordieran el polvo y se pudrieran en la cárcel, como merecían.

Francisco Rubiales


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Viernes, 5 de Octubre 2018
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