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Los políticos españoles merecen la repulsa masiva del pueblo





Los políticos españoles y, de manera especial, los que gobiernan, se merecen, sin la menor duda, la repulsa masiva del pueblo y el desprecio activo de los ciudadanos. Y la merecen no sólo porque han gobernado mal y porque su liderazgo, marcado por el error, el despilfarro, la arrogancia y la mentira, esté conduciendo a España hacia el fracaso y la pobreza, sino porque han perdido la sensibilidad y el alma, porque están tan aislados y endiosados que son incapaces de ver la magnitud del malestar que hay en la calle.

Ante una protesta masiva y estridente, como la que se produjo en el Paseo de la Castellana, el día 12 de octubre, sólo se les ha ocurrido pensar que el pobre presidente el gobierno ha sido ofendido, o que el momento era demasiado solemne para gritar. Hasta el rey, que al perder reflejos por la edad está perdiendo también la sensibilidad popular y el sentido de Estado que demostró tener en el pasado, ha lamentado las protestas en lugar de reflexionar sobre el estado de desesperación que deben tener los ciudadanos cuando se atreven a gritar ante la autoridad revestida de todo su poder, en un momento tan solemne y significativo.

Lo fácil es pensar que se trataba de agentes de la extrema derecha, o de acusar a la oposición de alentar la protesta. Lo difícil es admitir la verdad: que los españoles estamos tan cansados, tan hartos de ineficacia, de privilegios inmerecidos, de arrogancia y de ese mal gobierno que nos está llevando hasta el matadero, que somos capaces ya de protagonizar protestas de gran fuerza y vehemencia.

A los gobernantes más lúcidos se les ha ocurrido decir que "los políticos deben soportar las protestas populares", cosa cierta, pero ni siquiera a ellos han afrontado la esencia del problema: ¿Que está pasando en España para que los ciudadanos griten contra sus gobernantes y empiecen a odiarlos?

El balance de los actuales políticos españoles es sobrecogedor: han creado una sociedad sin valores, en retroceso, frustrada e infeliz, que les rechaza a ellos y que está perdiendo el respeto y el aprecio por la democracia. Hasta están consiguiendo que muchos demócratas recuerden el "franquismo" con añoranza. Desde el primero hasta el último, incluyendo a la oposición y al siniestro nacionalismo radical, son, sin la menor duda, una generación política amortizada, una casta política fracasada y merecedora de desprecio.

El grado de desesperación y de angustia de la población española es mil veces más alto de lo que el rey, Zapatero y su gobierno creen. Ellos, que viven en sus burbujas de lujo, con dinero público abundante, rodeados de seguridad, asesores que les adulan y privilegios similares a los que disfrutaban la nobleza y el clero en el "Antiguo Régimen", están ciegos y no saben ver el drama que se despliega en su entorno, en una España donde han cerrado más de un millón de buenas empresas, donde hay cinco millones de personas que quieren y no pueden trabajar, la España de los desaucios diarios de viviendas que no se pueden pagar, plagada de padres que se avergüenzan ante sus hijos porque no tienen dinero para alimentarlos, la España de las colas en los comedores de caridad, la del auge de Cáritas, la España que vuelve a emigrar y la que ha aprendido a odiar a sus políticos y a la misma política, un drama de consecuencias graves que nuestro país pagará durante muchas décadas de su futuro.

Parece mentira que sean tan obtusos y arrogantes, tan estúpidos y ciegos que no sean capaces de percibir la importancia de que la clase política aparezca en las encuestas como el tercer gran problema del país, por delante del terrorismo, por delante del problema de la vivienda, por delante de la violencia y de la inseguridad. La opinión negativa que los españoles tienen de sus gobernantes es causa más que suficiente en democracia para que se convoquen elecciones anticipadas.

El rey, Zapatero, su gobierno y su inmensa corte de subsidiados, ciegos y alienados, deberían saber que están jugando con fuego, que han fracasado, que les ha llegado la hora de retirarse y que, antes de que sean forzados a hacerlo por disturbios y altercados, deberían dejar paso a otra sangre nueva, más sensible, más próxima al pueblo y a sus problemas, más ética, menos habituada a convivir con la corrupción y, sobre todo, más demócrata.


PD: Uno de los lectores de Voto en Blanco, que presenció el desfile, asegura que el vehículo de la princesa también fue pitado y abucheado, pero ningún medio se ha atrevido a decirlo.

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Viernes, 15 de Octubre 2010
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