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Los nuevos señoritos





Desde la óptica del poder, muchos políticos actuales se han transformado en los “nuevos amos”. Desde una óptica ética, esos políticos son depredadores. Pero, desde un enfoque estético, son los “nuevos señoritos” del mundo.

En mi libro “Políticos, los nuevos amos” (Almuzara, 2007), analicé el problema del deficiente liderazgo mundial para alcanzar la conclusión de que el deterioro del poder y del liderazgo eran los mayores problemas de nuestro mundo y la causa principal del fracaso de la política, del desprestigio del poder y de la profunda degeneración que sufren las democracias.

Profundizando en el análisis, uno descubre pronto que España es hoy, probablemente, uno de los mejores observatorios mundiales para descubrir el profundo deterioro que ha experimentado la clase política y la desconsoladora degradación de la democracia ante la ciudadanía.

La imagen de un ministro que caza con un juez, mientras la policía judicial también persigue y “caza” a miembros de la oposición, es impactante y desconsoladora, como no lo es menos la sensación de poder podrido y de corrupción que transmite la imagen del ministro y del juez rodeados de cadáveres de soberbios ejemplares de la fauna salvaje exterminados a tiro limpio.

Si a esas imágenes se agregan los datos hoy publicados por la prensa de que el ministro de Justicia suele cazar casi gratis total, aprovechándo su rango, o que suelen producirse cacerías de "poderosos" en espacios protegidos de España, donde la caza de animales salvajes está prohibida, la imagen es todavía más demoledora y confirma que muchos políticos, atiborrados de privilegios, arrogancia e impunidad, se han transformado no sólo en los nuevos amos, sino también en auténticos predadores y en los modernos señoritos.

Hay tres párrafos de mi libro mencionado que reproduzco a continuación porque tienen una actualidad renovada y una capacidad importante para iluminar el análisis correcto de lo que está ocurriendo en España:

“Quien debe mandar y ser tenido en cuenta en la democracia es el ciudadano, pero ese ciudadano hace mucho tiempo que no aparece en la escena, de la que ha sido desplazado por los grandes poderes y por sus legiones de servidores, intermediarios profesionales de la política, que se sienten tan a gusto en las poltronas que han ocupado y convertido en hábitat, transformando la democracia en oligocracia y ellos mismos en oligarcas. Sin autorización y sin razón que lo justifique, actúan como los nuevos amos del mundo, a pesar de que la democracia no admite el trágico binomio amo-esclavo. Los poderes que esos políticos ejercen sobrepasan con creces los que la voluntad popular les ha delegado. De hecho, usurpan un protagonismo que corresponde por entero al ciudadano. Es la nuestra una democracia degenerada que, al haber sido secuestrada por grupos indignos, ha dejado de ser admirada y querida por los ciudadanos, que segregan rechazo frente a ella y que a veces hasta llegan a soportarla como un régimen ajeno e impuesto.”

“Como casi todos los dirigentes del pasado, ellos también han creído que el pueblo es estúpido y que sólo los inteligentes pueden y deben dirigir la gran orquesta del mundo. Es el vicio sustancial del marxismo-leninismo, pero no sólo de ese socialismo real que terminó siendo humillado y denostado por su propio pueblo, sino también un vicio compartido por faraones, emperadores, reyes, papas y hasta por los jefes de Estados y gobiernos democráticos. Cuando el mundo se contempla desde las alturas, es fácil sentirse más próximo a Dios, o considerarse un elegido del destino, cuando en realidad sólo se experimenta un vulgar ataque de soberbia.”

“Los nuevos amos han instaurado un sistema que se les puede volver en contra. La vigencia teórica de la soberanía popular, aunque resulte estéril; la exaltación de la libertad, aunque sea controlada desde el poder; la vigencia de la libertad de expresión, aunque sea neutralizada por el miedo y por la manipulación de la realidad; o el mismo ejercicio del sufragio universal, aunque el voto resulte manipulado desde los partidos políticos, constituyen resquicios por los que penetran la esperanza y la posibilidad del cambio. Los amos están obligados a competir por el poder cada cuatro o cinco años, y algunos de ellos deben abandonarlo cuando los ciudadanos así lo deciden en las urnas. Esas y otras reglas democráticas hacen a las élites dirigentes de hoy más inestables y frágiles que a sus predecesoras y permiten a los hombres libres amasar la esperanza y el hermoso sueño de la liberación.”

   
Miércoles, 18 de Febrero 2009
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