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Los "nuevos pecados" y la condena explícita de la opresión





Muchos imbéciles, algunos de ellos con mando político o con voz y tribunas mediáticas, se escandalizan y rasgan sus vestiduras cuando el Vaticano proclama en público que los nuevos tiempos han traído también nuevos "pecados", a pesar de que las nuevas afrentas al bien en este siglo sean novedosas. Basta con observar el mundo injusto, decadente y desigual que nos rodea, reflexionar un poco y leer los textos sagrados para descubrir que los nuevos atentados contra Dios, el ser humano y la Justicia señalados por la jerarquía católica, son tan lógicos como razonables.

Cuando se cuentan los miles de millones que han acumulados gente como Warren Buffett, Carlos Slim. William Gates III o nuestro Amancio Ortega, dueño del imperio Zara, o cuando contemplamos a un jeque árabe que conduce un Rolls Roice con carrocería de oro y plata, se comprende que sean considerados "pecados" la ostentación de la riqueza y ser "demasiado rico" en un mundo donde cada año crece el número de los miserables y los hambrientos.

También es lógico y razonable considerar como pecado el tráfico de drogas en un mundo donde millones de jóvenes arruinan su vida a diario con dosis de heroína, cocaina y decenas de otras drogas elaboradas y distribuidas por mafias inmisericordes cuya contribución a la degradación del mundo es notoria.

Por último, no es menos lógico y razonable considerar pecadores a aquellos que aceleran la destrucción del planeta por medio de la contaminación y las agresiones al medio ambiente.

Lo que ocurre es que el pecado, el sacrificio, la religión y el mismo Dios son ideas y conceptos rechazados y odiados por la nueva cultura oficial progresista, laicista y hedonista que se quiere imponer desde los grandes poderes.

Sin embargo, lo que no es lógico ni razonable es que los jerarcas católicos no haya tenido la valentía suficiente de señalar como especialmente grave el gran pecado de nuestro tiempo, que que está generando más injusticia, sufrimiento y daños a los ciudadanos y a la humanidad entera: el mal gobierno y sus principales secuelas, que son la injusticia, la corrupción y la opresión.

Nadie es tan culpable de la injusticia, el robo de los recursos públicos, la desigualdad, la violencia y el hambre como aquellos gobernantes de la Tierra que, disponiendo de un poder enorme y de todos los grandes recursos del Estado, siguen oprimiendo al hombre y son incapaces de solucionar males que llevan azotando a la Humanidad siglos y siglos, como la pobreza, el hambre, la violencia, la desigualdad, el desamparo y el dolor de los pobres y desprotegidos.

Si además de no solucionar los grandes problemas de la Humanidad ellos contribuyen, con su mal gobierno, injusticia, arrogancia y abuso de poder, a que el mundo sea peor y los ciudadanos más pobres y desgraciados, entonces cabe concluir que no existe pecado más indigno e imperdonable en nuestros tiempos que el mal gobierno, justo el que el Vaticano, siempre cobarde y adaptado a la supervivencia, no menciona en sus escritos como gran ofensa a Dios.






   
Domingo, 21 de Octubre 2012
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