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Los gallegos imponen un nuevo estilo en la política española



Los gallegos han expulsado a los horteras del poder y, a partir del 1 M, los señoritos y los sátrapas tendrán que reprimirse al hacer política. Por fortuna para todos, la derrota de Touriño y de Quintana, junto con las forzadas dimisiones de Bermejo y del derrotado Touriño, impedirán que tengan futuro en España los políticos arrogantes y corruptos que se comportan como nuevos ricos y que utilizan el dinero público con frívola superficialidad y antidemocrática indecencia.
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España entera agradecerá pronto a los gallegos el puñetazo que han dado en la mesa al desembarazarse de Touriño y Quintana, dos símbolos de lo que nunca debe soportarse en democracia. Después de Galicia, todos los políticos españoles, especialmente el PSOE y sus dirigentes actuales, no tendrán más remedio que avanzar hacia la templanza y la sensibilidad, cambiando sus actitudes y estilo, pues están cavando sus propias tumbas.

Quizás el pueblo ha decubierto en Galicia que es el que manda, lo que significa que los políticos arrogantes y desvergonzados deben aprender, a partir de ahora, a responder ante los ciudadanos, que son sus jefes. La gran duda es saber si la de Galicia es una factura aislada o la primera de el pueblo español, cabreado ante los abusos, presenta a los muchos políticos que han perdido el norte y el sentido de la democracia y de la decencia.

Muchos demócratas pensamos que lo mejor de las elecciones vascas y gallegas del 1 de marzo no es el importante retroceso del nacionalismo, ni la significativa victoria del PP en Galicia, que facilita la saludable alternancia. Esos son simples vaivenes de la oligocracia en competencia. Lo realmente importante es la derrota de los horteras y el golpe dado al estilo de gobierno de los "nuevos amos", el de los modernos señoritos, que se creen con derecho a tomar decisiones en contra de la opinión pública y que utilizan con frívola superficialidad y antidemocrática indecencia el dinero público, empleándolo, sin pudor y sin miedo a la ciudadanía, en lujos indecorosos y en despilfarros indecentes e injustos.

Si Zapatero es inteligente y ha aprendido la lección que le han dado los ciudadanos en las urnas, obligaría a Pepe Blanco y a otros muchos socialistas españoles a que abandonen sus pisos en Villa PSOE, antes de que los nuevos dirigentes gallegos los ilegalicen. Esos pisos quizás no sean ahora ilegales, pero constituyen un privilegio irregular que irrita a los ciudadanos y viola la esencia de la democracia.

Zapatero, si quiere conservar su cargo, debería erradicar la corrupción de su partido y cambiar muchos de sus comportamientos actuales. Si no quiere ser represaliado por ciudadanos enfurecidos ante el abuso, debería, por ejemplo, dejar de gastar como un maniroto el dinero público y moderar su loca tendencia a endeudar a España hasta el borde de la ruína. Tendrá que lanzar un severo plan de austeridad y de adelgazamiento del Estado, enfermo de obesidad y causa de escándalo ciudadano por su espíritu despilfarrador. También debería cuestionar su política de reparto generoso de dinero a la ONU, en Cuba y en otros países "amigos" del mundo, cuestionado por los millones de españoles en crisis, que a diario engrosan las filas del desempleo y que se precipitan en la pobreza. Quizás debería también bajar los impuestos para activar la economía, como están haciendo prácticamente todos sus colegas de Occidente, una medida a la que él se niega desde la terquedad y la arrogancia de un gobernante autoritario, insensible a la opinión pública.

Rajoy, si quiere ganar las próximas elecciones, tendrá que imponer la democracia y la limpieza en su partido, que hoy se siente demasiado a gusto en la partitocracia del privilegio y del abuso. Tendrá, también, que investigar él mismo la corrupción dentro de su partido y tomar medidas profilácticas, antes de que lo hagan los jueces. El líder del PP debería saber que los ciudadanos perecen decididos a no soportar más a los chorizos y dispuestos a mandar al infierno a todos los corruptos que se les pongan a tiro.

Tal vez Garzón, si fuera inteligente, debería sumergirse una temporada en el silencio más discreto o, incluso, dimirtir, antes de verse humillado y menospreciado por sus propios colegas de la carrera judicial, muchos de los cuales sí habrán comprendido que el pueblo soberano español ya no está por labor de aguantar arbitrariedades, abusos y arrogancias, sino por exigir a los altos magistrados un comportmaiento discreto y ejemplar.

Ojalá el despilfarrador Carod Rovira empiece pronto a cerrar esas vergonzosas y costosisimas embajadas catalanas, acogidas entre risas por la comunidad internacional, que el cobarde Zapatero permite abrir a sus socios nacionalistas catalanes en diferentes capitales del mundo, sólo porque los necesita para mantenerse en el poder.

Es posible que lo ocurrido en Galicia sea el resultado del primer viento moralizador que sopla en esta España degenerada desde el pueblo hasta la cúspide del poder, por ahora un brisa regeneradora, pero quizás pronto un ciclón vengador y caústico, capaz de exterminar a los miles de sinvergüenzas afincados en la "cosa pública" española, sin vocación alguna de ser ejemplares y ejerciendo como señoritos ineptos, privilegiados y arrogantes, a los que la ciudadanía ya ha decidido amortizar.

Quizás la arrogancia del poder ya no sea rentable. Tal vez estén llegando los tiempos de la luz, donde la mentira y el engaño ya no tengan sitio. Tal vez en España esté empezando a amanecer, después de que los ciudadanos han decidido curarse y resucitar. Quizás pronto España deje de ser un país de golfos y pillos. Tal vez Teresa de Jesús, Juan de la Cruz, Fray Luis de León, Ignacio de Loyola y Gonzalo Fernández de Córdoba estén naciendo hoy de nuevo en las tierra de España para cambiar la sociedad y sustituir a la cosecha deleznable de horteras, corruptos y pícaros que hemos permitido que modelen la patria durante tantos años.

   
Martes, 3 de Marzo 2009
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