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Lo que ha ocurrido en Brasil es consecuencia del asesinato de la democracia



La democracia está siendo asesinada en muchos lugares del mundo y sus principales asesinos son los gobiernos. En Cuba, en Venezuela, en Irán, en Nicaragua, en Argentina y también en España, aunque aquí, por pertenecer a la Unión Europea y a la OTAN, el asalto es más prudente y lento.

Los gobiernos cambian las leyes, devalúan las constituciones, desmontan la democracia y acorralan al pueblo. Que el pueblo reaccione y se levante es lo lógico cuando se le aplasta y subyuga, como ha ocurrido desde el principio de los tiempos.

Los progres y los falsos demócratas se limitan a condenar a los seguidores de Bolsonaro por haberse atrevido a asaltar las instituciones democráticas, pero no se atreven a analizar las causas de ese drama. Nadie explica por qué el pueblo se ha desligado de las instituciones y ha perdido el respeto a los políticos. La izquierda dice que es culpa de la derecha y la derecha culpa a la izquierda, pero lo cierto es que son los políticos y sus partidos los que han destrozado la armonía y la paz prostituyendo la democracia.

Lula ha ganado las elecciones, pero Lula es un corrupto. No se duda de su legitimidad, pero ¿en realidad la tiene?

Los corruptos no deberían poder presidir gobiernos democráticos, ni los psicópatas, ni los mentirosos, ni los que engañan al electorado, ni los que gobiernan contra la voluntad popular, ni los que se alían con indeseables para seguir en el poder. Todos ellos están acuchillando la democracia y cuando eso ocurre, es normal que el pueblo le pierda el respeto y se alce contra ella.
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El mundo del presente es zafio, corrupto y delincuente. Condena al fascismo, pero no se atreve a condenar al socialismo y al comunismo, que son más tiránicos y asesinos. Hitler era un canalla asesino, pero si se le compara con Lenin, Stalin, Pol Pot y otros asesinos comunistas, casi parece una monja.

Cuando la cultura se hace parcial, arbitraria e injusta, cuando los malos se disfrazan de buenos, gobiernan y destrozan las reglas y leyes de la democracia con impunidad, es lógico que el ciudadano desprecie a los políticos y a sus instituciones, que han dejado de ser del pueblo para pertenecer, en exclusiva, a la clase dirigente, encabezada por los partidos políticos.

Las élites que controlan el poder mundial desde las sombras han decidido imponer el comunismo como el mejor camino para acabar con la democracia e implantar un gobierno universal único. Al servicio de ese proyecto, al que muchos llaman NOM, están los sucios dictadores latinoamericanos, Sánchez y otros muchos.

En Irán, el gobierno asesina a los que protestan contra la opresión de la mujer. En Cuba, la élite comunista vive de lujo, mientras el pueblo sufre hambre y muerte. En Nicaragua ocurre otro tanto y en Venezuela el chavismo avanza por esa ruta de terror y pobreza.

En otros países, entre ellos Argentina, Chile, y España, el comunismo y el socialismo, su hermano mellizo, han tomado el poder y avanzan hacia el asesinato pleno de la democracia.

Suprimir el delito de sedición cuando el pueblo, masivamente, está en contra, es atacar la democracia; indultar a delincuentes sólo porque el sátrapa que gobierna necesita sus votos es atacar la democracia; suavizar las penas por malversación, despejando el camino a los corruptos, en contra de la voluntad popular, es atacar la democracia; beneficiar a las autonomías nacionalistas y separatistas en detrimento de las otras es atentar contra la democracia, además de corrupción en estado puro.

Todo eso lo hace Pedro Sánchez sin que los grandes poderes le condenen, mientras la Unión Europea, que nació como una coalición de democracias libres, cierra los ojos ante los abusos y suciedades del aprendiz español a tirano caribeño.

¿Por qué no se prohíbe el comunismo como se ha prohibido el fascismo? ¿Acaso no ha cometido el comunismo diez veces más abusos y asesinatos?

Cuando el pueblo contempla esas injusticias y cuando percibe que los delitos de la izquierda tienen impunidad, mientras que la derecha son perseguida con saña, entonces genera rechazo y lo transforma en odio y en ganas de asaltar los cuarteles de los corruptos.

El pueblo, asqueado de tanta impunidad, mentiras y engaños, ya no cree en el poder político que le gobierna y busca soluciones, aunque sean extremas. Duda de todo y se opone a todo porque ha comprobado que el poder miente. Ni siquiera cree ya que las victorias en las urnas de izquierdistas corrompidos, como Lula da Silva, sean limpias y reales.

Si alguien quiere solucionar de verdad el drama del mundo, que limpie el poder político y los partidos con ácido, lo frote con cepillo de púas y sustituya a la caterva de corruptos que dominan los estados y gobierno por personas decentes dispuestas a servir al pueblo con independencia y valores.

Francisco Rubiales

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Jueves, 12 de Enero 2023
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