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La monarquía "renovada" de Felipe VI es imposible por culpa de la casta política española



Para el nuevo rey, Felipe VI, al igual que para el resto de los españoles de bien, el gran obstáculo que puede impedirle reinar con prestigio y eficacia son los actuales partidos políticos españoles, los grandes culpables del desastre de España y del odio ciudadano a la clase política, un odio que también alcanza a la monarquía.
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El flamante rey Felipe VI ha destacado que la monarquía todavía puede seguir prestando "un servicio fundamental" a España, eso sí, "una monarquía renovada para un tiempo nuevo". Pero ese noble propósito será imposible si al mismo tiempo no se regeneran y reforman los actuales grandes partidos políticos españoles, los principales culpables del odio ciudadano a la clase política, del que la Monarquía no escapa.

Las buenas intenciones y propósitos de Felipe, claramente expuestos en su primer discurso, se quedarán en nada si los partidos políticos no se renuevan, cambian profundamente y dejan de ser los grandes enemigos de España y de los españoles, nidos de corruptos, reductos de antidemócratas y agrupaciones donde se anteponen los intereses propios al bien común y en las que anidan casi todos los grandes vicios y lacras de la nación, desde el abuso de poder a la injusticia, la arrogancia y el culto al privilegio.

Según el nuevo monarca, la tarea de la Corona tiene los límites de "su neutralidad política y su vocación integradora" ante las diferentes opciones ideológicas", si bien es precisamente este carácter el que le permitirá "contribuir a la estabilidad de nuestro sistema político" y a facilitar el equilibrio entre los órganos constitucionales y territoriales.

El monarca también ha expresado su voluntad de ser un referente de la "ejemplaridad" que, "con toda razón" demandan los ciudadanos, y en el deseo de ganarse "el respeto y confianza" de los ciudadanos ha asegurado que velará por "preservar el prestigio de la institución", con una "conducta íntegra, honesta y transparente".

Felipe, bien informado y conocedor de la realidad española a juzgar por su discurso, quiere ser "ejemplar" porque sabe que la gran mancha que ensombreció y desprestigió el reinado de su padre fue, precisamente su discutible comportamiento y la falta de ejemplaridad. El rey Juan Carlos, acumuló por un lado servicios y méritos y por otro malos ejemplos y escándalos.

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Su ejemplaridad también pretende contrarrestar la falta de ejemplaridad de la clase política española, generadora de escándalos y protagonista de comportamientos tan sucios y deleznables que están desprestigiando la política y alejando enormemente al ciudadano del poder. La ruina económica, el odio a España, la corrupción, la injusticia y el abuso de poder son lacras españolas enteramente atribuibles a los lamentables políticos que controlan el Estado y conducen a la nación por malos caminos.

Felipe tiene difícil su intención de convertirse en un gran rey por las mismas razones que España tiene problemas para ser una gran nación: los partidos políticos y la clase política actúan como rémora y como lastre indigno y sucio.

Los partidos y los políticos españoles, por su falta de democracia, comportamiento mafioso, egoísmo, tendencias delictivas, convivencia con la corrupción y desprecio a los ciudadanos y a la verdadera democracia, serán los grandes enemigos de la Monarquía, a la que contagiarán su desprestigio y el rechazo ciudadano.

El flamante Felipe VI no lo dijo, pero es plenamente consciente de que su reinado y España tienen el mismo enemigo: la deleznable casta política española, la culpable de que no demasiados ciudadanos celebraran ayer la proclamación del nuevo rey y de que, a pesar de los esfuerzos de los medios de comunicación sometidos al poder, sobre todo de la televisión, el relevo en la Corona haya sido, probablemente, uno de los que menos cariño y admiración ciudadana hayan concitado en la Historia moderna de España.


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Viernes, 20 de Junio 2014
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