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La fortaleza de Sánchez es un espejismo.



Ha ganado las dos elecciones y parece ahora invencible, pero Pedro Sánchez ni siquiera es fuerte porque su fortaleza aparente solo es reflejo de la desconcertante debilidad de la vieja derecha española, a la que el duo pusilánime Rajoy-Soraya ha dejado postrada y hecha unos zorros. Un programa como el que presenta Sánchez es casi imposible que gane unas elecciones en la Europa moderna, salvo que se den circunstancias como las de España, donde el socialismo, a pesar de su programa y de sus fracasos, es votado porque lo que ofrece la derecha es todavía peor.

Es cierto que Sánchez ha exhibido una habilidad sorprendente para liquidar a sus enemigos, que hoy es el salvador y dueño absoluto de un PSOE que estaba abatido y se revolcaba en las cloacas, pero no es menos cierto que sus defectos y carencias son tan terribles que terminarán acabando con él y su partido.
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La fortaleza aparente de Sánchez no es más que un espejismo que durará hasta el día que en España exista una derecha lista, decente y valiente. Entonces, el sanchismo se diluirá como un azucarillo porque salvo los socialistas fanáticos, los totalitarios disfrazados de demócratas, los desleales y los que odian a España, nadie más puede sentirse a gusto con un obseso con el poder, capaz de mentir, traicionar, aliarse con cualquiera para mantenerse en la Moncloa y dispuesto a esquilmar a los españoles con una insensata batería de impuestos abusivos que va a sembrar España de desempleo, atraso, retroceso económico, fuga de empresas e inversores y tristeza.

Sánchez no es más que un ambicioso sumamente hábil, rencoroso, guaperas y simpático en la corta distancia que sabe asfixiar y neutralizar a sus adversarios, pero carente de ideología, esclavo del poder, adorador del Estado, ajeno a la democracia y a la libertad individual, sin capacidad alguna para ilusionar y sin otra estrategia política que la de esgrimir el miedo a la derecha como un fantasma para ganar votos.

La vacuna contra el sanchismo es el liberalismo que baja los impuestos, adelgaza el Estado, cree en las libertades individuales, respeta las leyes, no miente y señala con el dedo los verdaderos problemas de España, esos que los socialistas ocultan para que los imbéciles crean que viven en un paraíso, ignorando que las autonomías no funcionan, que la corrupción no se detiene, que el Estado es un monstruo lleno de parásitos, imposible de ser financiado sin esquilmar al pueblo con impuestos, que España carece de prestigio en el mundo, que la democracia esta siendo prostituida y anulada, que la inmigración es una fuente de desestabilización, inseguridad y destrucción cultural y que los empresas y la riqueza huyen del socialismo como del infierno.

Nadie entiende en Europa que un socialismo como el que Sánchez representa, derrotado, fracasado y rechazado por las masas europeas por hipócrita y portador de ruina económica y libertades reprimidas pueda haber ganado las elecciones en España y mirar el futuro con absoluto dominio. La única explicación de esa anomalía es que la derecha española se ha hundido en el pozo de los errores y fracasos, como ciertamente ha ocurrido.

El día en que España pueda contar con un partido liberal, capaz de defender esos valores y de plantear con honradez a los españoles los dramas domésticos que el socialismo oculta, ese día Sánchez desaparecerá como lo que es: un fantasma que viene de un pasado marxista derrotado y fracasado.

Francisco Rubiales

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Jueves, 6 de Junio 2019
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