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La debilidad moral de España





La mayor crisis actual de España no es política, sino moral. La sociedad española ha perdido la mayoría de sus valores y hoy está pavorosamente desarmada, lo que genera efectos muy graves en la vida política, en la educación, en el trabajo y en la convivencia. La desmoralización de España se plasma en aspectos concretos como el envilecimiento de la vida política, el descrédito del sistema, la desconfianza ciudadana ante los poderes públicos, el fracaso escolar, el desconcierto ante la inmigración, el aumento de la delincuencia y un enrarecimiento generalizado de la convivencia, basado en la pérdida de seguridad y confianza.

La política es la gran culpable del desarme moral de España. Los políticos de la democracia han despedazado la estructura de valores que heredaron de la dictadura, de manera frívola e imprudente, sin tener en cuenta que aquel régimen, políticamente condenable porque impedía las libertades, sí poseia una saludable estructura moral, con altas dosis de valores como la honradez, la lealtad, el esfuerzo y el sentido de unidad y de formar parte de un mismo pueblo. Un entramado de valores aquél, muy superior en algunos aspectos al que puede exhibir hoy la desgastada democracia española.

La debacle de los valores se remonta a los primeros tiempos de la democracia, cuando el nuevo régimen se concibió como un "regalo" a los ciudadanos, hecho por las élites políticas, y no como una conquista. A partir de entonces, los ciudadanos fueron percibiendo que una casta sustituia a otra en la cúspide del poder y que esa nueva casta, parapetada en los partidos políticos, demostraba una voracidad insaciable de poder y de privilegios.

Un momento especialmente delicado en la carrera hacia el desarme fue cuando el ministro Solchaga, expresando todo el espíritu de "nuevos ricos horteras" que tuvo el Felipismo, afirmó aquello de que "España es el país donde uno puede hacerse rico más fácilmente". Aquella sentencia, pronunciada en un ambiente de corrupción y de expolio de lo público (recuérdese el robo de Roldán, nada menos que el "jefe" de la antaño impecable Guardia Civil) fue interpretada por muchos españoles como una invitación a hacer lo mismo que estaban haciendo los políticos, "robar todo lo posible".

El segundo gran embate contra los valores, casi tan mezquino y dañino como el del Felipismo, fue protagonizado por el PP, cuando los gobiernos de Aznar optaron por estigmatizar y demonizar a sus adversarios, sin permitirles defenderse. Aquel método, tan eficaz e inhumano como antidemocrático, fue interpretado por muchos españoles como una invitación a la mentira, como la consagración de la falsedad. Con ese comportamiento político quedaban consagrados estilos y métodos ya antes practicados por los socialistas: "en política vale todo" y "el fin justifica los medios". La decisión de ir a la guerra de Irak, en contra de la opinión mayoritaria de los españoles, fue un golpe duro del "aznarismo" a la moral nacional, que consagraba el valor de la mentira política y que degradaba peligrosamente el valor de la democracia.

Pero, seguramente, el peor embate contra los valores es el protagonizado en el presente por el Gobierno Zapatero, que se ha atrevido a llegar más lejos que cualquier otro anterior al dinamitar la unidad de España; al enfrentarse a "tanques" de moral como la Iglesia Católica, las víctimas del Terrorismo y otros; al imponer "sin contemplaciones" y sin estilo democrático alguno, políticas rechazadas por la mayoría, como el Estatuto de Cataluña o la débil negociación con ETA; al doblar la rodilla ante los nacionalismo extremos y fraguar alianzas electorales con gente que la mayoría de los españoles ni siquiera dejaría entrar en sus hogares; al mentir reiteradamente desde el poder; al separar a España en dos bandos políticos irreconciliables y al introducir cambios drásticos en la legislación, sin consultar a la opinión pública y pese a quien pese, como el matrimonio gay y la adopción de hijos por parejas homosexuales, entre otros muchos.

La política de Zapatero ha sido interpretada por la ciudadanía como la constatación de que en España no existe democracia y de que el poder político es, simplemente, una dictadura de partidos. También ha visto el pueblo como se entronizan desde el poder la falsedad, la mentira y el deshonor, o cómo se quiere reescribir la historia, cuando ya estaba asumida, o cómo se pretende desenterrar fantasmas del pasado que ya habían sido desterrados, o cómo se avanza, frívolamente, de la mano de los políticos, hacia la crispación y el enfrentamiento entre derechas e izquierdas.

Los elementos más moralizadores del país han sido liquidados, sin contemplaciones, por el poder político. La lealtad ha sido canjeada por la sumisión y el servilismo y la verdad, que es la gran fuerza moral de una sociedad, por el engaño, mientras que el mayor de los valores de la democracia, la igualdad, ha sido convertida en un fraude por gente que utiliza el poder para acumular privilegios e imponer su voluntad de "nuevos amos".

La situación de la enseñanza es el paradigma de la degradación moral de un país. En España, los profesores han sido despojados de su autoridad y la violencia ha penetrado en las aulas, mientras que el fracaso se dispara. El poder político reacciona recomendando a los profesores aprobar a mansalva, eliminando el esfuerzo de las aulas, y erradicando la religión, que es, precisamente, la asignatura que más valores para la convivencia, transmite. ¿Se imaginan los valores que se transmiten a los niños sólo con los Diez Mandamientos? Basta con explicarles bien el cuarto, el quinto y el sexto. Hay en ellos, sólo desde el punto de vista humano, más valores ciudadanos que todos los que se puedan transmitir con materias especiales, como esa "Educación para la Ciudadanía" instaurada por el poder socialista.

Podrían citarse cientos de ejemplos que demuestran el enorme pozo de degradación en el que ha sido sumergida la sociedad española por su perverso e inutil liderazgo político, pero los límites de un artículo de blog (post) no lo permiten.

Pero es suficiente con afirmar que los que han permitido, desde el poder político, que la democracia despedace la sociedad y dinamite nuestros valores han sido toda una plaga para este pueblo, culpables del peor pecado que puede cometerse desde el liderazgo: el de perjudicar y degenerar el país y la sociedad que tenían la obligación de enaltecer.


Franky  
Miércoles, 4 de Octubre 2006
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