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La crisis de Hillary es la de la izquierda maquillada





Muchos ciudadanos del mundo se sorprenden al ver como Hillary Clinton, derrotada también en Carolina del Sur, avanza con dificultad en su carrera hacia la candidatura demócrata, acosada por el innovador y sorprendente Barak Obama y arrastrando la imagen de un viejo dinosaurio de la izquierda americana, a pesar de ser mujer y de contar con todo el apoyo de su marido expresidente y del aparato del Partido Demócrata. La lucha de Hillary contra un Obama que promete y representa el cambio es la del maquillaje contra la naturalidad, la de la táctica contra la estrategia.

Está tan acosada que ha tenido que recurrir al sucio argumento (filtrado por su estado mayor) de que Obama es negro y que Estados Unidos no está preparado todavía para que un afroamericano sea presidente. Obama ha respondido a esa filtración obscena con una frase de éxito: "estas no son las elecciones de blancos contra negros; estas son las elecciones del pasado contra el futuro".

A finales de la década de los ochenta, los dirigentes de la izquierda mundial se dieron cuenta de que la caída del Muro de Berlín les hacía viejos y demasiado parecidos a los comunistas derrotados y, para escapar de esa imagen de derrota y pasado, buscaron con desesperación nuevas vías y renovadas imágenes. De aquellos desesperados intentos de reciclar una izquierda anticuada que, al hundirse el socialismo real, se había quedado sin raíces ni ideas, nacieron los Clinton, en Estados Unidos, los Blair, en Gran Bretaña, el fenómeno de Segolene Royal, en Francia, y, aunque parezca increíble, también el español Zapatero, entre otros muchos.

Algunos miembros de la izquierda, conscientes de que el electorado de las democracias ricas se hacía cada día más conservador, optaron por una Tercera Vía, cuya idea matriz era acercarse al centro para alejarse tanto del marxismo derrotado como del radicalismo liberal. Otros buscaron caminos distintos, pero el denominador común de todos ellos era que sustituían los plantramientos estratégicos, las ideas y las utopías, tradicionales de la izquierda, por planteamientos tácticos y pragmáticos, orientados exclusivamente a la conquista y conservación del poder, a través de las urnas. La izquierda sacrificaba vergonzosamente las ideas, las utopías y el futuro, pero lo hacía para conquistar el presente y los privilegios del poder, como sea.

De todos los maquillajes y evoluciones de la izquierda internacional, el más original y desquiciante es el del español Zapatero, un tipo raro y sin un gramo de ideología que alcanzó al poder por sorpresa y sin preparación y que, una vez en la cumbre, inventó una izquierda tan frívola, vacía y sorprendente que basaba su futuro y su éxito sólo en la suerte personal de un líder que aseguraba que nunca había perdido en su vida, ni perdería, y en la "magia" de su "talante" y de su sonrisa angelical de chico bueno e inocentón. El tiempo se encargó de desinflar el fenómeno Zapatero y lo puso en su sitio, como un dirigente poco competente y sin la altura que España necesitaba.

El mundo de la izquierda ha abrazado el maquillaje con la misma fuerza que se había arrojado antaño en brazos del marxismo, sustituyendo a los intelectuales e ideólogos por asesores de imagen y periodistas a sueldo. Esta izquierda tiene sólo dos obsesiones: desprenderse de una carga ideológica que, al ser derrotado el Imperio Soviético, se había convertido en lastre, y conquistar el poder, como sea, ya que la izquierda sólo cree posible cambiar la sociedad desde el poder del Estado, contemplando el mundo desde las alturas, como creía y predicaba el viejo Lenin.

El gran error de la izquierda actual es su afición incontrolable y dependiente al maquillaje y al marketing, olvidando que su única ruta hacia el éxito pasa, precisamente, por el retorno a la izquierda premarxista, a aquel socialismo utópico cargado de ética que valoraba más las ideas que el poder, el servicio más que los privilegios y la autenticidad más que el engaño y la manipulación.

Por eso, porque se acerca a las raices y quiere ser auténtico, es posible pensar que Obama puede derrotar a Hillary, a pesar de que la Clinton tiene detrás al poderosísimo "establecimiento" demócrata americano.

El deseo de cambio renace hoy en todo el mundo y está arrinconando a la izquierda pragmática maquillada, que se había promocionado políticamente como portadora de ese cambio, pero que ahora descubre que los ciudadanos quieren otro cambio, esta vez auténtico y sin trampas. La sociedad anhela un cambio real, verdadero, sin maquillaje, sin engaños, que rescate la democracia secuestrada y sirva para crear un mundo más justo, no para justificar la arrogancia, los privilegios y la cansina ineficacia de los políticos.

En USA, el portavoz de ese cambio, en la izquierda, es hoy Barak Obama, pero en Europa está todavía por aparecer la estrella de esa nueva izquierda sin maquillaje.

La derecha europea parece haber encontrado su héroe moderno en Nicolás Sarkozy, pero aun es pronto para saber si "Sarko" es un verdadero líder rompedor o un producto desechable más de la mezquina política europea.



   
Domingo, 27 de Enero 2008
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