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La confrontación final y el “Plan B” contra el independentismo catalán



Parece que el separatismo catalán ha decidido cruzar el Rubicón y declarar la independencia, lo que desatará la confrontación final entre la ley y la rebelión, entre el orden constitucional y las masas asilvestradas por el fanatismo. Es el peor escenario posible y hay que rezar.

España no quiere romperse, pero Europa tampoco y ambas, unidas por una férrea alianza de intereses comunes, harán todo lo posible para convencer a los catalanes de que la ruptura es un suicidio y que el camino de la independencia conduce al peor de los desastres.

Bruselas le tiene pánico al efecto contagio que los secesionistas catalanes pueden desatar en Europa, donde decenas de partidos nacionalistas sueñan con independizarse y crear un Estado propio. Como defensa ante esa amenaza, está apoyando a España con fuerza unánime.

Pero si fallaran las medidas españolas, Europa tiene un “Plan B” para cocinar al independentismo catalán en su propia salsa, hacerle la vida imposible y demostrar a cualquier otra región europea que aspire a la independencia que el camino de la ruptura conduce al desastre.



Habrá resistencia en las calles y en los despachos y las tensiones alcanzarán niveles de pánico. Si todo fallara, si el 155 resultara inútil y si las masas catalanas fanatizadas, lanzadas en las calles, lograran, al final, imponer la independencia, entonces entraría en escena "el Plan B”, diseñado por Europa con maquiavelismo cruel para disuadir y aterrorizar a todos los países que quieran recorrer el camino de la independencia en el futuro.

El "plan B" no es un plan sádico y vengativo porque sólo consiste en aplicar al país independizado la legislación vigente, pero esas leyes son más que suficientes para provocar tantos males y daños al nuevo Estado que se arrepentiría pronto de los pasos dados.

Cataluña quedaría fuera de la Unión Europea y privada de todas las ventajas y privilegios que conlleva la pertenencia a la Europa Comunitaria. Eso, sin más, sería suficiente, según los expertos, para ponerla de rodillas y forzar que suplique que las cosas vuelvan a ser como antes.

El infierno le caería encima a Cataluña en forma de aduanas, fronteras, royalties, aranceles, inseguridad jurídica, financiación nula, alejamiento del Banco Central Europeo, fuga masiva de empresas, falta de competitividad, devaluaciones monetarias, corralitos bancarios y un empobrecimiento tan acelerado e intenso que enfurecería a los flamantes ciudadanos catalanes y los haría rebelarse contra sus políticos por haberlos conducido hacia el peor de los desastres.

Sin el euro, sin financiación, sin empresas, sin seguridad jurídica y asfixiada por las fronteras, las aduanas, los royalties y los aranceles, Cataluña, sin apenas turismo, no tardaría mucho en ser un país pobre y arruinado, sin futuro y desesperado, un “modelo” perfecto que demuestre a las demás regiones independentistas de Europa lo que se consigue cuando se rompe la unidad y se opta por la ruptura.

De lo que se trata es de utilizar a Cataluña como Estados Unidos ha estado utilizando a Cuba durante medio siglo: como un escaparate de desolación, pobreza y fracaso que demostraba al resto de los países latinoamericanos lo que les ocurre a los que apuestan por el comunismo.

Los expertos del plan B saben que, asfixiados, los políticos catalanes podrían caer en la tentación de solicitar socorro a China, Rusia e Irán, pero en ese caso la situación solo empeoraría porque el drama catalán comenzaría a ser también un problema prioritario de la OTAN, lo que equivale a riesgo real de conflicto bélico.

Francisco Rubiales


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Jueves, 26 de Octubre 2017
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