He visto el vídeo "censurado" de la entrevista de Jesús Quintero a José María García y he salido de la experiencia convencido de que la "censura" tiene truco y que el verdadero objetivo es lanzar el vídeo al estrellato para conseguir un importante deterioro en el prestigio y la imagen de José María Aznar y de todo el PP.
No hay ofensas ni faltas de respeto en la entrevista, cuyo contenido, comparado, por ejemplo, con el de cualquier programa matutino de Federico Jimenez Losantos, parace una catequesis. El recurso a la censura era innecesario, pero, como nada hay más chocante e irritante en una democracia que atentar contra la libertad de expresión, la "censura" ha logrado que el vídeo se haya convertido en el más deseado y en el de más morbo de todo el país.
Curiosamente, el personaje que sale perdiendo en ese vídeo es José Maria Aznar, cuya imagen es vapuleada con gran eficacia por José María García y cuyo prestigio resulta dinamitado. Aznar aparece en la entrevista no sólo como "el mayor censor", sino también como campeón de la manipulación, de la arrogancia y de una concepción del poder tan autoritaria como hortera.
Si el agredido en el vídeo hubiera sido Zapatero, nos habríamos creído lo de la "censura" practicada por la televisión gubernamental, pero cuando el perdedor es, claramente, José María Aznar, la "censura" más bien parece una sutil y "goebbeliana" operación ideada desde las cloacas de la Moncloa para torpedear la imagen de Aznar y, con ella, la de su partido, cada día más cerca en las encuestas.
Al final, cuando el vídeo haya sido suficientemente promocionado por la rumorología, es probable que Televisión Española de marcha atrás, entone el "mea culpa" por la censura practicada y permita su emisión en horario estelar. Con la operación ganarían todos, menos Aznar y el PP. Ganaría José María García, que retornaría a la profesión de periodista con una potente base promocional; ganaría TVE, que obtendrá audiencia; ganará Jesús Quintero, que habrá relanzado poderosamente su programa de entrevistas; y habrá ganado, sobre todo, el PSOE, que habrá conseguido despedazar la imagen de Aznar y hacer retroceder la imagen de un PP cada día más amenazante en las encuestas.
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No hay ofensas ni faltas de respeto en la entrevista, cuyo contenido, comparado, por ejemplo, con el de cualquier programa matutino de Federico Jimenez Losantos, parace una catequesis. El recurso a la censura era innecesario, pero, como nada hay más chocante e irritante en una democracia que atentar contra la libertad de expresión, la "censura" ha logrado que el vídeo se haya convertido en el más deseado y en el de más morbo de todo el país.
Curiosamente, el personaje que sale perdiendo en ese vídeo es José Maria Aznar, cuya imagen es vapuleada con gran eficacia por José María García y cuyo prestigio resulta dinamitado. Aznar aparece en la entrevista no sólo como "el mayor censor", sino también como campeón de la manipulación, de la arrogancia y de una concepción del poder tan autoritaria como hortera.
Si el agredido en el vídeo hubiera sido Zapatero, nos habríamos creído lo de la "censura" practicada por la televisión gubernamental, pero cuando el perdedor es, claramente, José María Aznar, la "censura" más bien parece una sutil y "goebbeliana" operación ideada desde las cloacas de la Moncloa para torpedear la imagen de Aznar y, con ella, la de su partido, cada día más cerca en las encuestas.
Al final, cuando el vídeo haya sido suficientemente promocionado por la rumorología, es probable que Televisión Española de marcha atrás, entone el "mea culpa" por la censura practicada y permita su emisión en horario estelar. Con la operación ganarían todos, menos Aznar y el PP. Ganaría José María García, que retornaría a la profesión de periodista con una potente base promocional; ganaría TVE, que obtendrá audiencia; ganará Jesús Quintero, que habrá relanzado poderosamente su programa de entrevistas; y habrá ganado, sobre todo, el PSOE, que habrá conseguido despedazar la imagen de Aznar y hacer retroceder la imagen de un PP cada día más amenazante en las encuestas.
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