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La agresión del independentismo catalán golpea a los partidos políticos, sobre todo a las izquierdas



Los partidos políticos en general y muy especialmente los de izquierdas están sufriendo un intenso rechazo por parte de los ciudadanos españoles, que empiezan a entender que la fuerza decisiva en democracia no son los partidos políticos sino los ciudadanos, a los que los políticos han relegado y marginado, y que la política y el destino de España son demasiado importantes para dejarlos en manos de los políticos.
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Las izquierdas españolas, esas que han rechazado durante décadas la bandera, el himno y las conquistas y méritos del Franquismo, cerrando los ojos a la Historia, sienten ahora el rechazo y el reproche de la ciudadanía y empiezan a entender que España no es una ideología sino sentimientos, voluntad e historia compartidos. Quizás sea tarde para reconducir esa ruta errónea, pero algunos creemos que todavía es posible que recuperen el favor de unos ciudadanos que no les apoyarán masivamente hasta que aprendan dos lecciones fundamentales: que hay que amar a la nación común y que son los ciudadanos y no los partidos políticos los que mandan en democracia.

Ahora despunta por el horizonte una reforma de la Constitución. Si esa reforma fortaleciera el papel de los partidos y profundizara en la sucia e indecente marginación de la ciudadanía, la reforma será un paso atrás. Lo que España necesita es democracia, pero no la falsa democracia que se creó tras la muerte de Franco, sino una auténtica, con protagonismo de los seres humanos y con controles suficientes que embriden a los grandes poderes, sobre todo a unos partidos que han considerado y operado en España como si fuera cu coto privado de caza.

Una de las grandes lecciones aprendidas tras la deslealtad catalana es que los partidos políticos españoles, tanto los de la derecha como los de la izquierda, especialmente los nacionalismos y los dos grandes que han gobernado desde la muerte de Franco, no son fiables ni decentes.

En el alma de España se ha incrustado ya la conciencia de que la sedición catalana y todas las violaciones acumuladas de la Constitución, la democracia y los derechos humanos básicos fueron culpa de los partidos políticos, que, seriamente corrompidos, cometieron y cometen, una y otra vez, su gran pecado, que consiste en anteponer sus propios intereses al bien común.

Los partidos nacionalistas han robado, adoctrinado, mentido, sembrado la sociedad de odio y creado un relato falso y miserable con el que han culpado a España de todos sus problemas y carencias. Como consecuencia de esa política, millones de ciudadanos se han convertido en enemigos de España y en seres envenenados por el odio.

Los partidos políticos españoles, en teoría fieles a la Constitución y a la democracia, las han violado y se han burlado también del respeto a los derechos humanos y de su deber de cumplir y hacer cumplir la ley porque ante los abusos e iniquidades de los nacionalistas, han permitido que las leyes fueran violadas, la Constitución pisoteada y el odio se convirtiera en la moneda que más circulaba en Cataluña, el País Vaco, Navarra y, con menos intensidad, en otras regiones.

Los españoles, durante estas décadas ignominiosas dominadas por políticos sin grandeza ni decencia, que cerraron los ojos ante el delito y prefirieron pactar con el nacionalismo criminal vasco y catalán para seguir disfrutando del poder, creyeron que el mal residía en la estructura territorial autonómica y alimentaron el rechazo a esos reinos de taifas con demasiado poder y competencias, pero ignoraron que el mal principal no eran las poderosas autonomías, sino los partidos políticos, que se atiborraron de poder y de arrogancia, que se burlaron de las leyes, abrazaron la corrupción, marginaron a los ciudadanos, depravaron la democracia y construyeron un país desequilibrado, injusto y sin valores, con un Estado monstruoso, lleno de políticos inútiles e ineptos cobrando del erario público y dotados de una impunidad insultante y ajena por completo a la decencia y a las normas de la democracia.

Toda esa realidad cruel y vergonzante está hoy surgiendo a la luz gracias a Puigdemont y su corte de canallas presos del odio. Ellos, muy a su pesar, están abriendo los ojos a los españoles y despertando sus conciencias, una vez que se han visto al borde de una nueva guerra civil tan inesperada como estúpida.

Hoy, el grueso de los españoles están al lado del PP, de Ciudadanos y del PSOE, pero no por sus valores y sus ideas, sino porque esos partidos han optado por mantener unida a la nación. Pero esos mismos ciudadanos que apoyan a los dos grandes partidos en esta circunstancia de cisis, les pedirán cuenta pronto, cuando se abran las urnas, y les rechazarán por haber construido un país injusto, ajeno a la democracia, sin valores y llene de abusos y miserias, donde la rebelión de los catalanes es quizás más lógica y explicable de lo que todos queremos reconocer.

Francisco Rubiales


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Viernes, 13 de Octubre 2017
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