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La Iglesia Católica está en tribulación y retroceso, como el socialismo



El silencio del Papa Francisco con respecto a Venezuela, cuya dictadura sanguinaria se niega a condenar, está causando un profundo escándalo internacional y una oleada de desánimo y frustración en millones de católicos, que junto con numerosos expertos y medios de comunicación acusan al pontífice de ser filocomunista y parcial en sus juicios y valoraciones.
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La actitud del papa Francisco con Venezuela, Nicaragua, Cuba y otras tiranías de izquierda está provocando un verdadero escándalo en la Iglesia Católica mundial, que se encuentra en crisis y en decadencia, como lo están también el socialismo y el estilo de gobernar de las izquierdas marxistas, quizás por las mismas razones, entre las que sobresalen dos: por un lado son hipócritas porque nada tiene que ver lo que predican con lo que hacen, y por otro pagan la factura de sus errores y pecados, las izquierdas marxistas por su corrupción desenfrenada, por enriquecerse en el poder y olvidar al pueblo, mientras que la Iglesia por sus pecados de pederastia, su falta de sintonía con el mensaje de Cristo y su incapacidad para actuar de acuerdo con lo que exigen los tiempos.

La Iglesia Católica está "en tribulación". Y el mundo está tan confundido y atribulado que necesita como nunca la acción de la Iglesia y de los católicos creando ilusión y esperanza, socorriendo a los oprimidos y preparando a las sociedades para que puedan defenderse de los depredadores.

Hechos comprobados son las deserciones de la Iglesia, en América hacia los protestantes y en Europa hacia el ateísmo, dos dramas que parecen no importar a la jerarquía eclesiástica, como tampoco parecen importarle demasiado los templos abandonados, los seminarios vacíos y las órdenes religiosas convertidas en geriátricos. También es un hecho comprobado que en el Vaticano no se han enterado que debe unificar su mensaje y emitir en la misma onda que sintonizan los ciudadanos. La Iglesia casi ignora que existen redes sociales y que en Internet se dicen muchas cosas, verdaderas y falsas, pero sin duda es un instrumento de enorme utilidad para la evangelización, que es la principal función de la Iglesia, una misión que nos corresponde a todos, pero cuyas orientaciones y la coordinación corresponden a los jerarcas del Vaticano, a los obispos y clérigos.

Nadie sabe lo que piensa el Papa, como papa, como jesuita y como hombre. Parece que en él se cumple la conocida sentencia de que "nadie sabe lo que piensa un jesuita". Parece que de derechas no es porque él mismo lo ha dicho, pero tampoco hay constancia de que sea de izquierdas o neutro. Sean las que sean, sus ideas políticas no se conocen.

No hay duda de que la Iglesia padece una dura crisis, pero el problema es que en los tiempos de la comunicación y el debate, esa crisis se padece en silencio, casi en secreto. La Iglesia, cuando más se la necesita en un mundo desorientado, convulso y manipulado por los grandes poderes, está ausente de los grandes debates y parece ajena a los grandes dramas de la Humanidad. Las bases obedecen y rezan, pero hay una parte de la Iglesia, cada vez más fuerte, que exige un debate sobre la evangelización moderna y la actitud de los seguidores de Cristo frente a los problemas del mundo, sobre la sorprendente hostilidad de los gobiernos frente al cristianismo y sobre la fuerza invasiva de los musulmanes y protestantes.

El problema principal no es la situación de peligro que atraviesa la Iglesia, sino la aparente ceguera y parálisis de los dirigentes, que no saben que hacer y que, con su torpeza, están proyectando hacia los seguidores del mensaje de Jesús una inmensa inseguridad, confusión y soledad.

Francisco Rubiales


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Domingo, 3 de Febrero 2019
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