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La España enferma de izquierdismo celebra la victoria de Biden



La victoria de Joe Biden en Estados Unidos, el país más poderoso del mundo, amenaza con fortalecer a la izquierda de todo el planeta, incluida la española, que está llevando al país hasta el fracaso y la ruina. Por lo pronto, los defensores de la tiranía celebran la victoria del partido Demócrata, mientras que los españoles de bien que quieren ser libres temen que Estados Unidos, en adelante, impulsen el autoritarismo y el abuso de las izquierdas.

El izquierdismo ha infectado a España, más que el coronavirus, y la está destruyendo. La pandemia se utiliza como coartada para volar las estructuras de España, la nación más vieja de Europa. El Estado de Bienestar agoniza, junto con la prosperidad y la esperanza, dramas de gravedad suprema ante el que la sociedad, anestesiada y acobardada, no reacciona como debiera contra los que la destruyen.

Europa asiste al espectáculo horrorizada, pero también sin intervenir, dudando ya si le es rentable mantener dentro de la Unión a un Estado que ya no es fiable y amenaza con convertirse en una fuente contagiosa de problemas.
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El drama español comenzó hace cuatro décadas, cuando empezó a comprobarse que la Constitución de 1978 no consagraba una democracia, como se decía, sino una dictadura de partidos políticos. Después llegaron los escándalos que reflejaban una corrupción galopante y demasiado intensa. Hoy el hundimiento ya es evidente y se manifiesta en un severo divorcio entre la ciudadanía y la clase política, donde el odio a los políticos sustituye, poco a poco, al rechazo.

La clave para entender el deterioro profundo de España está en el desplazamiento constante hacia la izquierda del establishment español, que, asustando ante los vaivenes e incertidumbres que trae consigo la democracia, ha decidido degradarla y hasta suprimirla, instalando en el poder gobiernos tan fuertes, descarados y antidemocráticos como el que encabezan Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, claramente escorados hacia la izquierda y orientados hacia la instauración de un comunismo que tiene en China su gran faro de admiración.

Si contemplamos el espectro político, en el que la derecha extrema está en el 10 y la izquierda extrema está en el 1, España está situada hoy en el número 3, aproximadamente, avanzando hacia el extremo.

El derrotado Donald Trump, aunque tenía rasgos de loco peligroso, representaba un freno para la tiranía izquierdista en todo el mundo, incluida España. Su feroz anticomunismo y su apego a las raíces culturales y tradiciones democráticas frenaba la codicia y la ambición de muchos izquierdistas del planeta lanzados a la conquista y deseando fortalecer el Estado suprimiendo libertades y derechos individuales.

El principal rasgo del deslizamiento de España hacia la izquierda es que no está protagonizado por el pueblo, sino por las élites, que son las que empujan a la sociedad. Los poderes ocultos, sus servidores políticos, las grandes empresas y el capital inversor están apostando, cada día más, por un Estado más fuerte y autoritario, mas cercano al modelo totalitario chino que al de las democracias liberales que defendían las libertades y derechos.

Los megamillonarios no quieren sobresaltos y quieren ganar de una vez todas las batallas que tienen pendientes, sin esperar a que el pueblo vote gobiernos propicios. Ellos han dado el paso y han decidido imitar a Lenin y manipular la Historia para transformar el mundo acelerando procesos que conducen hacia el control del poder y de las masas.

Todo lo que estamos viendo en el inquietante y sorprendente gobierno de Pedro Sánchez, desde la compra masiva de medios de comunicación para narcotizar y engañar a los ciudadanos, hasta el asalto a los poderes Judicial y Legislativo, sin olvidar el uso brutal de la mentira y el miedo, no son otra cosa que el funcionamiento forzado de una máquina transformadora que pretende hacer de España una tiranía.

Esta nueva ideología, radical y contraria a los intereses y sentimientos de la mayoría, es la que está siendo alimentada y sostenida con miles de millones de euros desde el poder, la que cuestiona la Monarquía, instaura la censura, protege a delincuentes como los okupas, a los que se utiliza para crear terror, pone a las mujeres en contra de los hombres, divide a la sociedad, mantiene en plena vigencia la corrupción, dicta leyes injustas y parciales y trata como derechismo casposo y fascista manifestaciones y sentimientos tan nobles como el amor a la patria y a sus símbolos e incluso la defensa de la democracia y las libertades.

El abortismo, el feminismo, el animalismo, el antitabaquismo, ciertos rasgos ecologistas hipertrofiados y alterados y toda la filosofía perversa de lo políticamente correcto son parte de la conspiración contra la vieja democracia de las libertades y derechos. El pensamiento único progre está siendo amparado y protegido por los grandes poderes mundiales, que lo considera la llave para penetrar rápidamente en la tiranía.

Los ciudadanos se sienten indefensos ante la ofensiva progre y se sienten víctimas de una conspiración cuyo núcleo está en las sombras y cuyos peones son, precisamente, sus representantes políticos.

Cuando los dos principales partidos políticos del país (PSOE y PP) se ponen de acuerdo para escenificar ante la opinión pública que son alternativas de gobierno contrapuestas, ocultando que sencillamente se reparte el poder, como se reparten también los cargos públicos, los sueldos y el control de la Justicia y otros poderes e instituciones claves, entonces todo parece perdido porque los enemigos son demasiado fuertes y ya está contaminados hasta el tuétano de traición.

Con la complicidad del PP, la izquierda ha decidido que el pueblo español se someta y le renda pleitesía, si no quiere ser tachado de fachas y sufrir marginación y muerte civil. Es ya la dictadura en acción, sin disimulo, cargada de crueldad, por ahora sutil y no violenta.

Los dos grandes partidos españoles (PP y PSOE) son conscientes de que en cualquier democracia seria y decente serían precintados porque poseen una hoja de servicios atiborrada de escándalos de corrupción y traiciones a la democracia, a la ciudadanía y al interés general.

La escoria de España, desde los proetarras a los comunistas totalitarios y los independentistas habituados a utilizar la mentira y el odio contra la nación, obviamente se han sumado a la conspiración y están apoyando con entusiasmo mal disimulado a Pedro Sánchez. Ellos creen que el sanchismo debilita a España y que ellos pueden sacar tajada. Por el momento lo están consiguiendo, pero llegará el día, si el sistema chino totalitario llega a implantarse con firmeza, en que ellos también serán aplastados por la bota del Estado invencible e implacable.

Hoy, el sistema grita, a través de su propaganda y de sus medios de comunicación sometidos, que hay que aplastar a VOX, que es el único partido que se opone a la tiranía progre y a la tiranía modelo chino. La máxima “todos contra Vox”, impuesta desde el gobierno y la cultura dominante de izquierda, es delirante. Repiten hasta el cansancio que Vox es el antisistema que hay que repudiar, es el enemigo del pensamiento único progre,

El asalto al poder judicial del gobierno de Sánchez, la supresión del idioma español como lenguaje vehicular, la pretensión de que Hacienda pueda entrar en los hogares españoles sin permiso de los jueces, el ataque a la Monarquía y el establecimiento de una censura gubernamental son pruebas de que la izquierda española está preñada de tiranía y abuso de poder.

Ante la evidencia de que España está sometida a un proceso de desmantelamiento territorial y constitucional y de deterioro económico y moral de un calibre sin precedentes, ¿es posible la salvación?

Todavía sí, pero queda poco tiempo para reaccionar y la única reacción posible, una vez comprobado que las instituciones defensivas no reaccionan ante la osadía del tirano, tiene que partir de los ciudadanos, que deberían ser conscientes de que el camino actual les conduce al desastre y deben detener la marcha hacia el abismo totalitario.

No sabemos como hacerlo, ni siquiera sabemos si habrá elecciones en el futuro y menos todavía si esas elecciones serán limpias, lo que induce a pensar que votar en contra de los tiranos puede que no sea suficiente.

Francisco Rubiales @frarumo

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Domingo, 8 de Noviembre 2020
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