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La España delirante de los políticos: Como pollos sin cabeza



El espectáculo es bochornoso: un país entero esperando que sus políticos se pongan o no se pongan de acuerdo para formar gobierno, dejando la nave patria a la deriva, sin cumplir el mandato ciudadano, sin demostrar una gota de grandeza, sin responsabilidad, haciendo el ridículo ante el mundo, peleándose entre sí como energúmenos, pero, eso sí, cobrando sus salarios y exhibiéndose ante la televisión como si fueran héroes, sin sentir vergüenza por lo que hacen, como niñatos mimados a los que debieron darle más de una nalgada a tiempo.

Una vez más, como ha ocurrido tantas veces a lo largo y ancho de la Historia de España, el país es maltratado y destruido por su clase política, como en tiempos de Fernando VII, como en la feroz decadencia de la Casa de Austria, con Carlos II el Hechizado, como en tiempos de la ninfómana Isabel II, igual que en esa II República que las actuales izquierdas descerebradas quieren imitar y resucitar.

Los ciudadanos deberíamos rebelarnos ante tanta ignominia, dejadez, torpeza y podredumbre. Deberíamos exigir, saliendo a las calles con orgullo y decencia, que se repitan ya, sin esperar más, las elecciones, pero con otros políticos, con personas preparadas y dignas al frente de las opciones, sin éstos fracasados dispuestos a mentirnos de nuevo y haciendo el ganso en una nueva campaña electoral que será un suplicio casi insoportable.

Son como pollos sin cabeza, pero con una enorme capacidad de hacer daño y destruir.
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Los políticos españoles han perdido completamente la poca cordura que les quedaba. Lo han demostrado en este periodo aciago que empezó la noche del 20 de diciembre, cuando los ineptos, los inútiles y los fracasados de la política dijeron al unísono que habían ganado, mintiendo y cultando la gran verdad de que todos perdieron, que el pueblo español no le otorgó a ninguno de ellos la mayoría suficiente, que a los mas grandes les arrebató casi seis millones de votos y que el partido que gano las elecciones, una vez más, fue el de la abstención y la decepción.

Hoy no sabemos que es más delirante, si que el gobierno del Partido Popular se niegue a someterse a control parlamentario alguno o que el mediocre aspirante Pedro Sánchez, líder de la oposición y candidato a presidir nuestro gobierno, haya hecho pública su petición a Alexis Tsipras, político y gobernante extranjero, para que intervenga en los asuntos internos españoles y convenza a Pablo Iglesias de que no obstaculice su alocada carrera hacia la Moncloa.

La impasible indolencia de Rajoy, la alocada torpeza exhibicionista de Pedro Sánchez y la ambición resentida de Pablo Iglesias, el hombre que agobió a los españoles con aquella cantinela insoportable de "quiero ser vicepresidente", constituyen tres ejemplos magistrales y palmarios de que España está en manos de ineptos y de políticos tan incapacitados que ni siquiera merecerían regentar una pastelería.

A nadie con dos dedos de frente se le habría ocurrido pedir ayuda a un dirigente extranjero y menos todavía hacer pública esa vergonzosa petición de ayuda. Es difícil imaginar más torpeza, pero no se queda atrás Rajoy, que se mantiene al margen de todo, sin que uno sepa si por arrogancia, por indolencia o por estupidez. Y el tercer mosquetero, el líder de Podemos, derrochando torpeza, fraccionando su partido, hastiando a los ciudadanos y desaprovechando el inmenso capital de frescura e ilusión que millones de españoles tenían depositado en Podemos, un movimiento que nació fascinante pero que Iglesias y sus mariachis, sin tacto, con torpeza y con estulticia totalitaria, están convirtiendo en un partido anciano, de corte estalinista, envejecido de forma vertiginosamente prematura.

El cuarto mosquetero, el D'Artagnan Albet Rivera, comenzó apostando con inteligencia por la concordia, la cordura y el diálogo, pero al final se ha quedado sólo y aislado, tras echarse incomprensiblemente en brazos de un PSOE que ha demostrado cien veces en su corta vida su enorme capacidad de traicionar a sus socios, de fagocitar a sus aliados y de empobrecer y decepcionar, con sus corrupciones y desatinos, a España y a sus ciudadanos.

Nadie se atreve a asumir la verdad mas sangrante de nuestro presente: hemos elegido en las urnas a cabezas de chorlito.

Pero lo mas curioso y sorprendente es que no teniamos más remedio porque esa nutrida tropa de ineptos era lo que los partidos políticos nos ofrecieron en sus papeletas electorales. No tenían en sus filas nada mejor.


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Domingo, 20 de Marzo 2016
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