Información y Opinión

LA POLÍTICA, PALIMPSESTO





(A Pascual Maragall, a quien el menda lerenda, “Otramotro”, zurró la badana de lo lindo, quiero decir que dio varias veces para el pelo con razón, porque en esta ocasión, tras ver las orejas a los lobos (los hombres siguen siendo lobos para los hombres), o sea, comprobar los muchos colmillos y cuchillos que apuntaban directamente a su espalda, decidió lo que le honra, dejar el paso expedito a otros y ser generoso con las jóvenes generaciones, a la hora de salir a la palestra a reconocer que, dados los escasos apoyos con los que contaba, no será el próximo candidato del PSC a presidir el Govern.)

Eso es, al menos, lo que parece que ocurre o se cuece, habitualmente, en todos los partidos políticos (que se contagia por doquier el extraño caso del Dr. Jeckyll y Mr. Hide); en el seno y en la cúpula de… (le ruego a usted, amable, atento, dilecto, discreto y selecto lector, que sustituya, por favor, los puntos suspensivos por las siglas de la formación política que tenga a bien preferir o proferir, o sea, primero le venga a su pesquis o caletre –que, seguramente, no es una excepción a la pauta apuntada-) también.

No sólo los celos merecieron el baldón o el sambenito de pésimos asesores; la envidia y las prisas tampoco fueron reputadas nunca óptimas consejeras.

Voy a ver si con el cuento o conseja que sigue, apoyado/a en la más reciente realidad, logro clarificar un poco más las dos tesis que acabo de exponer y recoger escuetamente arriba.

Un artista (con los pinceles –nada que ver con los del hambre y/o el trapecio, diseñados por Franz Kafka-) tuvo la genial idea de hacerle un retrato a quien se había propuesto la colosal e ingente tarea de gobernar… (hará usted lo correcto si muda los puntos suspensivos por el territorio –nacionalidad, realidad nacional o Nación- que más le pete o plazca). Durante plurales sesiones llenó el lienzo de variopintos colores y de mil y un matices y otras tantas veladuras. Tras darle el último retoque y ponerle la firma y la rúbrica a su obra, al mover y girar el caballete y darle de lleno la luz, que en ese preciso momento entraba reverberante por la ventana abierta, reparó en lo inesperado, la tela, su cuadro, cual palimpsesto, escondía, bajo el aparente rostro del retratado titular, la cara de un caradura, la faz de un conmilitón y correligionario del modelo, otro gerifalte del mismo partido, que había ido pintando subrepticiamente (averiguó luego) su discípulo más aventajado y venal, maestro en falsear tonalidades, en la misma tela.



Ángel Sáez García


Franky  
Jueves, 22 de Junio 2006
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