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Juan Marín no merece ser presidente de Andalucia



Que un tránsfuga profesional que ha militado en cuatro partidos políticos, siempre en busca de puestos en el poder, sea el presidente del cambio y de la regeneración andaluza es una contradicción absurda que los demócratas y andaluces de bien no deberíamos soportar. Marín, por su pasado, carece de altura moral y credibilidad suficientes para presidir una región que exige regeneración y dirigentes de gran altura para liderar el cambio político que los andaluces necesitan.
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Andalucia, en estos tiempos cruciales, no necesita políticos mediocres sino verdaderos líderes nuevos, casi héroes que piloten un cambio y un avance que tendrá enormes obstáculos y enemigos.

Marín, más que un hombre nuevo parece un viejo espécimen desvencijado, de esos que babean ante el poder, siempre en busca de privilegios y ventajas, habituado a anteponer sus propios intereses al bien común.

He visto la entrevista a Juan Marin en la Sexta y me han dado ganas de vomitar. Inmediatamente pensé que sustituir a Susana por Juan Marín quizás no mereciera la pena. Él exhibe como mérito que no lleva alforjas cargadas de corrupción, pero miente porque en sus alforjas hay años sosteniendo el régimen corrupto de Susana y la vergüenza de haber militado en cuatro partidos distintos, algunos de ellos con ideologías incompatibles, una clara evidencia de que se es mercenario y de que las ideas y principios son tan poco firmes que se cambian cuando es necesario.

Que nadie olvide que el transfuguismo reiterado, en política, suele denotar corrupción y bajeza.

Con Marín en la presidencia de la Junta de Andalucía tendríamos un intenso déficit de calidad democrática y habremos elevado hasta lo más alto el peor de los vicios de la política decadente que el pueblo rechaza: el de anteponer los intereses propios al bien común. De alguna manera, su presidencia representaría un torpedo en la línea de flotación del cambio que los andaluces han impulsado con su voto.

A pesar de que sabe que el pueblo ha votado cambio profundo y distancia con respecto a los socialistas, él insiste en que quiere el apoyo del PSOE y del PP para ocupar la presidencia de la Junta, lo que impediría que los cambios que los ciudadanos esperan se produzcan.

Su ambición y egoísmo pueden llevarnos a repetir las elecciones, un paso atrás del que Ciudadanos y su líder, que ya decepcionó a sus votantes cuando dio su apoyo a Susana Díaz en la última legislatura, serían los únicos responsables,

Si los andaluces, después de su apuesta clara por el cambio, son obligados a ir de nuevo a las urnas por la ambición de uno de los políticos, la furia ciudadana indignada va a arrasar a Ciudadanos en la próxima cita electoral, en la que perderá al menos la mitad de sus votos.

¿Este alienado no se da cuenta que los ciudadanos en todo el mundo están votando contra actitudes como la suya? ¿No sabe que la protesta de los chalecos amarillos franceses siempre se dirigen contra un Juan Marín, que en Francia se llama Macron. La ciudadanía ya no soporta que los que desoyen la voz del pueblo y solo atienden a sus propios intereses sigan gobernando.

Lo que a Marin debe hacer es cumplir el mandato popular con humildad y fidelidad, conduciendo a su partido hasta culminar el cambio que los andaluces han votado y no ponerlo en peligro porque él desee la presidencia.

Es cierto que la otra opción, la de elevar hasta la presidencia a Juanma Moreno, del PP, tampoco es óptima ni esperanzadora, pero al mediocre líder andaluz del PP al menos le avalan las matemáticas electorales, al haber sido el más votado después de Susana.

Francisco Rubiales

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Martes, 11 de Diciembre 2018
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