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Hay que sacrificar a Rajoy (y también a Pedro Sánchez)



España está cambiando y sus ciudadanos se han hecho más exigentes. Antes lo perdonaban todo, pero ahora no soportan a líderes manchados por la corrupción. Ese saludable y esperanzador cambio hace incompatibles con el poder a políticos incapaces de dialogar y que conviven fácilmente con la corrupción, rasgos que poseen Rajoy, el mismo Pedro Sánchez y muchos de los nuevos mequetrefes de Podemos, todos ellos arrogantes, ambiciosos, atiborrados de soberbia y egoísmo y carentes de la ejemplaridad que merecen los ciudadanos en el sistema democrático.

Pero la incompatibilidad del líder de la derecha con esa España decente que quiere regenerarse y que despunta por el horizonte es más evidente y ostentosa. Cada día se ve mas claro que Rajoy es el gran obstáculo que impide la salida de la actual parálisis política española. Pero él es tan obtuso y egoísta y está tan ensimismado y alienado que se niega a dar el paso atrás que le demandan España y muchos de sus compañeros de partido.
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Quizás no sea del todo justo que Rajoy sea el primero que tenga que retirarse porque al fin y al cabo fue quien más votos obtuvo en las últimas elecciones, aunque también fue quien más votos perdió, pero las circunstancias le señalan, cada día con más evidencia, como el gran problema.

El expresidente de la Región de Murcia Alberto Garre se ha atrevido a expresar lo que piensan miles de militantes y cargos populares y ha pedido al líder del PP y jefe del Ejecutivo en funciones, Mariano Rajoy, que "dé un paso atrás" y facilite la conformación de un Gobierno presidido por otro 'popular'. Al parecer, la retirada de Rajoy se ha convertido en un "Clamor silencioso" dentro del PP.

"Es el mejor servicio que podría hacerle al PP y a España", ha dicho en declaraciones a la Cadena Ser. Eso sí, no ha apostado por ninguno de sus compañeros de partido en concreto, convencido de que hay mucha gente capacitada.

Rajoy, a pesar de que él y su equipo repiten hasta la saciedad que ha ganado las elecciones y eso le da derecho a gobernar, se ha convertido en un obstáculo real para salir del callejón sin salida en que se encuentra la política española. Su único interlocutor, Alber Rivera, líder de Ciudadanos, también ha roto con él por su intransigencia, cerrazón y arrogancia y se ha echado, sorprendentemente, en brazos del PSOE.

No hay garantías que de que una retirada de Rajoy permita un gobierno tripartito PP-PSOE-Ciudadanos, presidido por el nuevo líder del PP, pero sí hay bastantes posibilidades, dado que en ese sentido van las preferencias de la sociedad española y las presiones de la Unión Europea, los Estados Unidos y el grueso de las grandes empresas del país.

Rajoy está pagando dos facturas de grueso calibre, una es su vinculación a la corrupción desatada en su partido, de la que, como líder del partido, es políticamente responsable, aunque él se niegue a admitirlo, y la segunda, quizás la más grave, es su arrogancia y esa mezcla de indolencia, desprecio y soberbia que le convierte en un interlocutor difícil e inflexible.

La política española ha cambiado y Rajoy, un hombre del pasado impregnado de las viejos hábitos antidemocráticos de la partitocracia española, no se da cuenta. Los españoles ya no lo aguantan todo, como en el pasado, y ahora, cansados de tanta corrupción y abuso de poder, quieren ver al frente de la nación y de los partidos a gente eficiente, activa, limpia, decente, dialogante y humilde, valores y rasgos que no se identifican con el perfil del político de Pontevedra.

Aunque para muchos sea injusto, Rajoy debe dar un paso atrás y dejar el liderazgo de su partido en manos de otra persona. Está demasiado quemado y su imagen está hecha añicos. Sería su mayor servicio a España.

Hoy una nueva España que está naciendo, que exige otras reglas de juego más democráticas y limpias, con las que el estilo de Rajoy, probablemente, es incompatible. Esa nueva España deja de ser un cortijo de los políticos y se parece a los sistemas vigentes en Gran Bretaña. Francia, Alemania y otros países avanzados de Occidente. En esas democracia, cien veces más limpias y ortodoxas que la democracia tramposa española, un dirigente de un partido que esté hasta la cabeza de corrupción y podredumbre, debe dimitir.

En honor a la justicia, hay que asumir que en esa nueva España más decente y democrática, no sólo tendría que dimitir Rajoy, sino también Pedro Sánchez, cuyo partido, el PSOE, sigue siendo el campeón de las suciedades y corrupciones, como también es cierto que media clase política española tendría que hacer las maletas y abandonar la pocilga que ellos han creado para que ocupen su lugar otra gente con mas valores y decencia.

Francisco Rubiales

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Jueves, 10 de Marzo 2016
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