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Hay que reactivar el boicot para frenar la demencia catalana



Una vez comprobado que las vías políticas en Cataluña no sirven para acabar con el drama del separatismo, ahora a punto de designar presidente de la Generalitat a un peligroso radical, lleno de odio a España, como Quim Torra, le toca a los ciudadanos intervenir utilizando el arma más eficaz que poseen: el boicot, el único recurso que ha logrado poner contra las cuerdas a los que luchan por destrozar la unidad de España y la convivencia.
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Esto es lo que afirma un alto directivo de Marcilla-Saimaza
El separatismo, como la mayoría de los males que azotan España, es obra de los políticos y la solución a ese problema nunca vendrá de la mano de los políticos sino que serán los ciudadanos, como ha ocurrido muchas veces en la Historia, los que solucionen ese drama.

De todas las armas empleadas contra el separatismo, la del boicot ciudadano a las empresas y productos que se identifican con el separatismo ha sido la más eficaz, incluso más que la misma actuación de la Justicia. El boicot ha provocado la huida de Cataluña de casi 4.000 empresas, entre ellas algunas, como la Caixa, el Banco Sabadell y el grupo Planeta, muy incrustadas en el alma catalana, y ha sido la medida que más miedo y vértigo ha provocado en ese independentismo lleno de odio, cada día más cercano a emprender la terrible ruta de la violencia.

Ahora, cuando los políticos han demostrado, una y otra vez, que no son fiables y que han sido ellos los que han dado alas al independentismo, es más que nunca necesario utilizar el boicot, que es el arma más democrática que existe en manos de los ciudadanos, fuera del control de los políticos, la única medida capaz de demostrar a los separatistas y a los mismos políticos que los controlan que el precio a pagar por su odio y violencia será la ruina y el desastre económico.

El boicot no es una medida ejemplar, ni deseable, pero es la única eficaz que está bajo control de los ciudadanos. Fue empleado de forma espontánea y masiva en los momentos duros del referéndum de octubre y su eficacia fue demoledora. Es el arma del pueblo en este conflicto. No comprar jamás un producto fabricado por empresas y empresarios que apoyan la revuelta separatista es una medida justa y democrática, que no tiene otro fin que el de forzar el retorno a la cordura de los que han perdido la cabeza y sueñan cada día más con la escalada del terror.

El gobierno, con la ayuda de los medios de comunicación amigos, quiere acabar con el boicot espontáneo que los ciudadanos españoles han desplegado contra las empresas y productos que apoyan el nacionalismo catalán. No lo hacen por amor a Cataluña sino porque temen que un día los mismos ciudadanos que luchan contra el independentismo lo hagan contra la clase política española y les haga pagar caras sus traiciones, cobardías, torpezas y los daños causados a España.

El boicot es el verdadero poder popular, basado en el derecho a consumir productos de regiones que no pretendan destruirnos. Con una acción decidida de BOICOT por la mayoría de los ciudadanos, incluidos los catalanes que rechazan el independentismo, los hijos del odio se rendirían en pocos meses, aterrorizados porque su prosperidad se derrumba.

La tesis independentista de que si no consumen los españoles, los productos catalanes encontrarán otros mercados es falsa. La prueba es que casi 4.000 empresas han escapado de Cataluña temiendole, precisamente, al boicot de los españoles. La economía de la mayoría de los países occidentales depende en un 75% del consumo interior, del propio país. Exportar es difícil y requiere toda una revolución en las empresas: menos márgenes, más gastos de transporte, un nuevo marketing, nuevos idiomas, adaptarse a normativas distintas, calidades comprobadas, aranceles, paso de aduanas, etc.

Cataluña es un hervidero de presiones y estímulos al odio reiterados, que forman una atmósfera agobiante y que reprime y acosa, como quieren los catalano-nazis, a los que se resisten al separatismo. La salida de las empresas de Cataluña está produciendo un efecto de curación muy interesante en los directivos y empleados catalanes que se trasladan a otras tierras de España. Pronto empiezan a perder el odio a los españoles y entienden que esos españoles que la propaganda nacionalista define como ladrones y expoliadores no son diferentes a ellos y que están siempre dispuestos a trabajar juntos y a convivir en armonía. El Madrid, Zaragoza, Valencia, Andalucía y otras tierras donde se han asentado las empresas huidas de Cataluña, se está produciendo un proceso de curación de la locura independentista sumamente interesante.

El BOICOT, además de ser la única cura contra el supremacismo y el único mecanismo que pone de rodillas a los promotores del odio, es también un eficaz camino para distribuir por toda España la riqueza que Franco depositó en Cataluña, beneficiando a esa región, en la que concentró casi la mitad de las inversiones públicas y sitúo emporios industriales tan importantes como la SEAT, condenando injustamente a otras regiones de España al atraso y la dependencia.

No hagamos caso a los llamamientos de los políticos contra el boicot, al que acusan de insolidario y pernicioso. Los políticos temen el boicot porque saben que es el arma más poderosa que poseen los ciudadanos, con la que pueden eliminar partidos políticos, imponer leyes, cambiar gobiernos, definir la política y transformar el mundo. Cuando Rajoy vio su fuerza, intentó neutralizarlo porque nada hay que teman más los políticos españoles que la libertad de los ciudadanos y que la sociedad civil se organice y decida al margen de los partidos.

El gobierno de Rajoy dice que el boicot a las empresas y productos catalanes es una locura y parte de la población piensa como el gobierno, a pesar de que el boicot ha sido y es la única arma que ha frenado y debilitado el nacionalismo catalán durante la reciente crisis independentista. Es probable que al gobierno le de miedo que el pueblo piense, decida y actúe, no sea que algún día los mismos que hoy boicotean al cava, Marcilla, Saimaza, SEAT, Tous o a Casa Tarradellas decidan boicotear las papeletas del PP y del PSOE y ellos pierdan los inmensos privilegios que disfrutan.

Si pudieran, los gobiernos prohibirían el boicot, pero no pueden porque es una emanación pura de la voluntad popular. Lo que si pueden hacer es confundir, engañar y atontar a los ciudadanos para que dejen de pensar y nunca ejerzan el poder que tienen.

Cuando los ciudadanos están cansados de la ineficacia del gobierno y se dan de bruces con la desesperación porque sus dirigentes políticos no son capaces de solucionar los grandes problemas que dañan la sociedad, el boicot emerge como el último gran recurso ciudadano en democracia.

Federico Mayor Zaragoza admite que los ciudadanos están cada día más cansados, porque continúan siendo tratados como súbditos y habla con frecuencia del boicot como el gran arma ciudadana: “…La gente pronto dejará de acatar las decisiones que no emanen de un sistema realmente democrático”, afirma.

El boicot está siendo utilizado ya masivamente en muchos países para combatir la injusticia, la desigualdad y el abuso. Internet está ayudando a informar a los ciudadanos sobre las empresas que deben ser boicoteadas y para coordinar los movimientos.

Los Estados Unidos hace décadas que practican un boicot al comunismo cubano, sobre todo después de que Fidel Castro pusiera en peligro la paz mundial, durante la crisis de los misiles. Ahora están boicoteando también los productos venezolanos; en Ucrania y Bielorrusia se han detectado movimientos de boicot a las mercancías rusas; en Bosnia, Kosovo, Albania y otros territorios de los Balcanes hay un boicot activo y antiguo a los productos serbios; Grecia y Turquía hace años que se boicotean mutuamente; el boicot a los políticos y a los procesos electorales es una fuerza creciente en las sociedades occidentales, decepcionadas por la ineficacia y la corrupción de la “casta” política. Como consecuencia, el prestigio de los políticos cae en picado y la abstención aumenta en cada cita electoral.

Francisco Rubiales

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Domingo, 13 de Mayo 2018
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