Comunicación y Medios

Gabilondo, mal ejemplo de periodismo





Iñaki Gabilondo entrevistó en la noche del lunes 11 de febrero a Zapatero en la "Cuatro" y lo hizo de manera complaciente, ayudándole con preguntas fáciles para que sus respuestas fueran atractivas, una entrevista diametralmente distinta a la que hizo hace una semana al lider de la oposición, Mariano Rajoy, al que acosó y rebatió con ánimo de dejarlo en rídiculo. Ese comportamiento parcial, arbitrario y ajeno a la verdad y a la independencia hace de Iñaki más un comisario político que un periodista y transforma al que muchos habíamos considerado en el pasado como un comunicador ejemplar en un lamentable ejemplo para los jóvenes profesionales que se incorporan al periodismo español.

¿Es digno que un periodista, que en teoría debe regirse por la verdad, emplee dos varas de medir y se comporte ante las cámaras como una alimaña frente a quien piensa diferente y como un gato manso y capado frente a al poderoso que comparte sus ideas?

Algunos medios de comunicación utilizan hoy palabras como "mullida", "masaje", "esponjosa" o "melosa" para calificar la entrevista de Gabilondo, que parecía la de un adolescente a su cantante favorito, y la contraponen a la agria y agresiva que hizo una semana atrás a Rajoy.

La entrevista tuvo todos los aditivos clásicos de la manipulación y la parcialidad, incluyendo imágenes agradables y atractivas de los "amigos" y repulsivas de los "enemigos", proyectadas como fondo. Entre las amigables pudo verse la de un Pedro Solbes sonriente y entre las repulsivas un primer plano escogido del cardenal Rouco Varela, con rostro agrio y plagado de manchas. Toda una triste exhibición del periodismo que no debería hacerse en democracia.

Cuando los periodistas se alian con los grandes poderes, en lugar de fiscalizarlos, al tomar partido por los poderosos, abandonando la independencia, al permitir que la publicidad y las concesiones sean un pago del poder a cambio de la mentira, del silencio o del halago, traicionan a la democracia y a los ciudadanos, dejándolos sin defensas frente a la oligarquía, el despotismo y otras enfermedades infecciosas.

Cuando el periodista se desvincula de la verdad, a la que está unido como el médico lo está a la vida, cuando se ha dejado someter o ha renunciado voluntariamente a la libertad y a la independencia, dos valores imprescindibles, cuando ha tomado partido o se ha convertido, consciente o inconscientemente, en un manipulador al servicio de los grandes poderes, deja de ser periodista y pasa a engrosar las filas de la "policía del pensamiento".



   
Martes, 12 de Febrero 2008
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