Torpedos

Francisco se fue sin pedir perdón a los pueblos aplastados por el socialismo



Hablar bien de los muertos es una buena costumbre, pero a veces exaspera porque es una injusticia. El papa Francisco se fue de la vida sin pedir perdón a los cubanos y a los millones de personas a los que su querido socialismo tortura y asesina.

El llamado papa de los pobres, admirado por los marxistas y autócratas de izquierda en el mundo entero, ha muerto sin reparar un daño profundo que causó con su ejemplo: el apoyo al socialismo antidemocrático, siempre represor, autocrático, injusto y a veces asesino de los pueblos.

Las fotos del papa sonriente con Fidel, Raúl Castro y otros tiranos socialistas chirrían y son un triste documento que demuestra la injusticia y el daño que a veces causa la Iglesia Católica, la que dice representar a Jesús en la Tierra, como también clama al cielo su tesis de que el comunismo y el cristianismo son compatibles y deben cooperar. cuando no hay dos cosas más opuestas en el mundo que la libertad y la esclavitud, el amor y el odio, la vida y la muerte.

Somos conscientes de la dureza que representa publicar estas acusaciones con el cuerpo del papa presente, pero la justicia exige dureza cuando es violada desde las alturas del poder. Los que han empeorado el mundo no pueden ser despedidos como héroes, aunque también ellos deban ser perdonados.

El papa Francisco se ha ido dejando un profundo déficit de amor hacia los que sufren la injusticia del socialismo, hacia el pueblo cubano, por ejemplo, que está padeciendo un infierno en la Tierra, mientras sus líderes socialistas viven como emperadores, rodeados de abundancia, arrogancia y poder.

No haber preguntado desde el Vaticano por los presos políticos de Cuba, Nicaragua, Venezuela y otros antros del comunismo asesino y no haber alzado una potente voz de condena ante los abusos de los tiranos son profundas deudas contraídas por la Iglesia Católica que nunca podrán olvidarse, por mucho perdón que pidan los sucesores de Francisco en el llamado "trono de Pedro".

Cristo no vino a nuestro mundo a hablar, sino a cambiar el mundo y dio su vida por ese cambio. Su herencia y su legado no consisten en sonrisas, diplomacia y convivencia con el mal, sino en combatir y derrotar la maldad.

Lo que Jesucristo quiere de sus discípulos es que impongan la Justicia y la verdad, con amor y sacrificio.

La indiferencia ante el dolor y la injusticia son los peores pecados para un cristiano y la complicidad con la injusticia, la tortura y la muerte de seres humanos son peores que la blasfemia.

Demos un adiós digno y cristiano al pontífice muerto, recemos por su alma, reconozcamos sus obras buenas, pero jamás olvidemos que algunos aspectos de su vida no fueron ejemplos a seguir, sino errores que deben evitarse en el futuro.

Ojalá estas reflexiones sean tenidas en cuenta en el Cónclave que comienza para elegir al nuevo sucesor del pastor.

Francisco Rubiales




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Miércoles, 23 de Abril 2025
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