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España y la obscenidad política



El índice de obscenidad política se eleva siempre en vísperas de elecciones. Es increíble, pero los ciudadanos sufren desencantados la injusticia, mientras los partidos y sus líderes ni siquiera se avergüenzan de lo que están haciendo. Siempre pierden el norte y la ética cuando se dedican a captar votantes. Mienten, prometen con falsedad, engañan, confunden y manipulan, utilizando a los medios como los grandes vehículos para desorientar, seducir y ganar votos. Ver la televisión en estos días produce arcadas. Los índices de frustración, de asco y de indignación también crecen exponencialmente en la sociedad española a medida que se acercan las urnas.

Pedro Sánchez capitaliza como propia las manifestaciones del Día de la Mujer y asegura que, a pesar de las protestas y de que preside un gobierno en funciones, que nunca fue votado por los ciudadanos, seguirá "gobernando" hasta el último día y convirtiendo el Consejo de Ministros en mítines electorales. La oposición intenta neutralizar como puede la propaganda gubernamental costeada con dinero público y estigmatiza al socialismo, mientras Ciudadanos, en su eterna duda, apunta la posibilidad de un pacto de gobierno con el PP y el PSOE para salvar a la atribulada España. Los nacionalistas catalanes y vascos, desde el odio a España, esperan lograr los diputados suficientes para traficar con sus votos y seguir obteniendo dinero y privilegios de los gobiernos españoles.
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La estampa de los partidos es terrible. En el PSOE, los candidatos amigos de Pedro Sánchez, rechazados en las primarias socialistas de Andalucía, resultan impuestos desde el partido, un reflejo más de la pobre calidad de la democracia española y de la vileza creciente de la vida en los partidos. En contra de los deseos de la militancia, María Jesús Montero se impondrá en Sevilla como cabeza de lista, Grande Marlaska en Cádiz y en otras provincias ocurrirá lo mismo. En Podemos, el partido pierde votos, se desintegra y el liderazgo de Pablo Iglesias se cuartea.

La cumbre de lo obsceno en estos días es la simple realidad. Pocas cosas producen tanto rechazo y vergüenza como comprobar que Sánchez, a pesar del rechazo masivo de millones de españoles, se propone de nuevo formar un gobierno con el apoyo de los golpistas, independentistas, totalitarios y proetarras, una jauría impresentable que sueña con volver a imponer su gobierno a los españoles en la próxima legislatura.

Pero, por desgracia, no es esa la única bofetada que reciben los españoles de sus políticos, precisamente en una etapa crucial de nuestra historia moderna, cuando la prosperidad, tan costosamente lograda después de la crisis, se ralentiza y desmorona como consecuencia de la insensata política socialista, que con el despilfarrador Pedro Sánchez está disparando el déficit, desequilibrando la economía y reeditando en parte los asombrosos errores y estragos que causó Zapatero.

La osadía del poder sólo es comparable con su arrogancia y su falta de sensibilidad. La pelea inmisericorde de los políticos de baja estirpe que nos han tocado está inundando de lodo y de agua de cloacas a la sociedad española. Los escándalos de corrupción siguen produciendo vómitos en un pueblo que sospecha seriamente que el combate contra los corruptos es falso y que la impunidad de los ladrones con carné de partido sigue vigente en España.

Los extranjeros siguen invadiendo el país en oleadas sin control y los vagos y maleantes que no se integran siguen siendo mantenidos con subvenciones por el arruinado tesoro español. Muchos nos preguntamos ¿de qué viven los 570.000 inmigrantes marroquíes que no cotizan a la Seguridad Social?

Los ciudadanos contemplan estupefactos cómo los políticos se acusan mutuamente y se arrojan a la cara basura corrupta. La gente se avergüenza de sus dirigentes y deja de valorar un sistema al que llaman democracia, pero que más bien parece una fábrica de suciedades, manipulaciones y mentiras. La decepción de los españoles no para de crecer al contemplar a diario, a través de la televisión y otros medios, la exhibición de la miseria del poder y de la indecencia de los que le gobiernan, gente incapaz de ser austera y a la que no le tiembla el pulso a la hora de subirse sus sueldos, una y otra vez, mientras cientos de miles de españoles no logran salir del foso de la pobreza y la desesperación.

Los políticos deberían saber que su basura está generando desconfianza y arruinando el despegue económico prometedor que estábamos protagonizando hasta hace poco más de un año. Las instituciones extranjeras nos advierten que el empuje de la economía española se debilita y que el país no podrá soportar el enorme gasto que está realizando y comprometiendo Pedro Sánchez.

El convencimiento de que esta clase política que nos gobierna no merece el respeto de los ciudadanos, ni nuestro voto en las urnas, se acrecienta y la mirada de los votantes decentes y demócratas no encuadrados en los partidos, busca a quien apoyar para que acabe con esta catarata de estupidez y locura y ponga los cimientos para el resurgimiento y la regeneración.

La única esperanza actual de España no está en sus políticos sino en el pueblo, cada día más descontento con su clase dirigente, cada vez más dispuesto a lograr, con su rebeldía y decisión de cambiar un sistema viciado y sin valores que está convirtiendo la política española en una inmensa pocilga. Y algunos encuentran en la rebeldía a VOX, un partido nuevo que promete cambiarlo todo e impulsar la regeneración con fuerza, mientras que otros, con desaliente e indignación, se refugian en la abstención triste y el voto en blanco, como formas de protesta casi estériles en un país donde millones de insensatos siguen votando a los miserables de siempre.

Francisco Rubiales

   
Domingo, 10 de Marzo 2019
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