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España y Europa olvidan sus orígenes, están perdidas y avanzan hacia el desastre



El gobierno de Pedro Sánchez, su obra política y social y sus meta no tienen nada que ver con la España democrática que soñamos, con sus orígenes, tradiciones e idiosincrasia. El gobierno de Sánchez y sus ideas y proyectos se parecen a la España democrática que quisimos crear con la Constitución de 1978 como un caracol a una bicicleta. Y ahí radica el actual drama español, un país que, al desconocer y no asumir su Historia, anda por el mundo perdido en la oscuridad y huérfano de certezas, luces y raíces.

A España le están dando un golpe de Estado sin que sus ciudadanos se den cuenta.
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"En la raíz de la quiebra de Occidente hay una crisis cultural e identitaria. Occidente ya no sabe quién es, porque ya no sabe ni quiere saber qué lo ha configurado, qué lo ha constituido tal y como ha sido y tal y como es. Hoy muchos países ignoran su historia. Esta autoasfixia conduce de forma natural a una decadencia que abre el camino a nuevas civilizaciones bárbaras" (ROBERT SARAH)

Esto es lo que pasa en España, donde una de esas civilizaciones bárbaras está corrompiendo y sustituyendo el alma de la nación, de la mano de Sánchez y sus socialistas embrutecidos.

Las ideas de Sánchez son totalitarias y tanto el comunismo como otras ideas que se imponen desde el gobierno chocan frontalmente con la democracia, las corrientes liberales, las libertades y derechos conquistados, el humanismo, la hidalguía, el valor y la tradicional rebeldía de los españoles, siempre tan capaces de soportar a tiranos como a rebelarse contra ellos y arrojarlos del poder.

Aunque ese proceso decadente y oscuro, de confusión y de pérdida de la identidad y las raíces, se observa también en otros países de Europa, en ninguno de ellos alcanza la virulencia y velocidad que ha adquirido en España, impulsado por el socialismo sanchista,

Lo que Sánchez pretende es imponer a los españoles un nuevo régimen y lo está haciendo en contra de la voluntad de la inmensa mayoría, de forma tiránica, sin consultar ese cambio a los ciudadanos, cambiando el rumbo de la nación y sin que las instituciones reaccionen. Eso, según la filosofía política, es un golpe de Estado, lento y camuflado, pero golpe de Estado al fin y al cabo.

Los indultos han sido el primer obstáculo grueso superado por el sanchismo en su peregrinación hacia una España totalitaria. Lo ha conseguido contra la voluntad de la mayoría de los españoles, sin que eso le importe lo más mínimo, pero contando con la sorprendente aprobación, expresa o tácita, de las grandes instituciones y sectores del país: Monarquía, Fuerzas Armadas, Justicia, Empresariado y la Iglesia Católica. Algunas de esas instituciones sólo han guardado un silencio cobarde, mientras otras han expresado claramente su aprobación.

Los indultos de criminales golpistas que odian a España y que en lugar de arrepentirse prometen seguir atentando contra la nación han sido toda una prueba de fuego que el sanchismo ha superado, lo que le abre el camino hacia otros hitos terribles, dentro de la ruta para destruir la España que teníamos y sustituirla por otra nueva, menos libre, con menos derechos y libertades ciudadanas y con un poder estatal estremecedor.

Detrás de los indultos llegarán otros atentados demoledores contra la España que conocemos: una ley de seguridad que permitirá al gobierno incautarse de todo, referéndum en Cataluña, práctica independencia catalana, igual proceso en el País Vasco, supresión paulatina de las libertades y derechos fundamentales, erradicación de la religión y un fortalecimiento inmenso del poder del gobierno, que le permitirá, incluso, perpetuarse en el poder.

Lo que estamos viviendo es un proceso que viene funcionando desde la muerte de Franco y que se aceleró de manera notable con Zapatero. Sánchez ha metido la quinta marcha y ha impuesto al proceso de destrucción de la vieja España una velocidad de vértigo, una vez comprobado que los españoles y sus grandes instituciones defensivas estaban impregnados de cobardía e impotencia.

El proceso en marcha nos impondrá una España sin Dios, alejada del humanismo y de las raíces cristianas que configuraron Europa, sin una gota de liberalismo, con un Estado fuerte e invencible y con una izquierda que se parecerá como dos gotas de agua a los bolcheviques que impusieron el comunismo en Rusia, hace más de un siglo.

Que nadie confíe en que los tribunales españoles, la oposición o la comunidad internacional pararán ese siniestro camino hacia el totalitarismo. Nadie podrá frenar a Sánchez y a los suyos, envalentonados ante la pasividad suicida del pueblo español y de sus fuerzas e instituciones defensivas.

Ese proceso sólo podría detenerse si el pueblo saliera a las calles, en masa, para defender sus libertades y derechos, cosa que no ocurrirá a juzgar por la cobardía exhibida en los últimos años. Y si el pueblo no da ejemplo, nadie más se alzará contra la tiranía, ni la Monarquía, ni las fuerzas armadas, ni la Justicia, ni el gran empresariado, ni las Iglesia... nadie.

Francisco Rubiales


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Lunes, 5 de Julio 2021
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