Los socios de Sánchez, un contubernio de tipejos degradados, llenos de odio a España
El sanchismo sobrevive, a pesar de su podredumbre y torpeza, gracias a haber sabido crear un floreciente contubernio de miserables donde se esquilma al pueblo y se ordeña al Estado para que gente sin ética ni escrúpulos disfrute del poder, de sus ventajas y privilegios.
La crítica al "sanchismo" se fundamenta, principalmente, en los numerosos casos de corrupción que han salpicado al gobierno y al PSOE. Los casos Koldo y Ábalos Implican a ex altos cargos del PSOE en un esquema de comisiones por contratos de mascarillas durante la pandemia. José Luis Ábalos, exministro de Transportes, ha sido vinculado a irregularidades en adjudicaciones públicas, lo que ha debilitado la imagen del gobierno.
Sánchez también ha enfrentado investigaciones judiciales contra su esposa, Begoña Gómez, por presunto tráfico de influencias, y contra su hermano por irregularidades fiscales. Aunque Sánchez las califica como "ataques políticamente motivados" por jueces conservadores, han erosionado su credibilidad.
Además, un informe de la Guardia Civil ha señalado redes de corrupción en adjudicaciones públicas como el caso Plus Ultra y Zapatero. La UDEF ha acusado a Julio Martínez, CEO de la aerolínea Plus Ultra, de actuar como testaferro de José Luis Rodríguez Zapatero, exlíder del PSOE, en comisiones relacionadas con rescates gubernamentales y vínculos con Venezuela. Esto amplía el escrutinio a figuras históricas del partido.
Las recientes acusaciones de acoso sexual por parte de dirigentes socialistas han significado un desgaste profundo del sanchismo: El PSOE ha sido golpeado por alegaciones de acoso sexual, lo que ha provocado fracturas internas y críticas de sus aliados y de la sociedad española.
Pero el deterioro del sanchismo se plasma también en otros ámbitos como la nauseabunda sumisión a Marruecos, la cobardía demostrada al abandonar al pueblo saharaui, el desprestigio internacional de España, sus amistades peligrosas con países totalitarios como Venezuela, Cuba y otros de similar calaña, su escaso peso en el concierto mundial y los nuevos enemigos que el sanchismo ha forjado con su estupidez, con Estados Unidos e Israel a la cabeza.
El gobierno español argumenta que muchos casos de corrupción son heredados o exagerados por la oposición, y que indicadores internacionales, como el Índice de Percepción de Corrupción de Transparencia Internacional, muestran a España en posiciones medias en Europa, sin un deterioro drástico bajo Sánchez.
Encuestas de 2025 muestran que, pese a los escándalos, el PSOE mantiene todavía un apoyo en torno al 25-30%, sugiriendo que no todo el electorado ve al gobierno como un "puchero de suciedad".
La metáfora de una "simbiosis de corruptos" captura la indignación de muchos españoles ante los escándalos, pero simplifica una realidad más matizada. El gobierno de Sánchez ha logrado avances en recuperación económica post-pandemia y políticas sociales, pero a costa de alianzas controvertidas, de concesiones indignas a sus socios, en detrimento del resto de las regiones de España, de violaciones de la Constitución y de un goteo de corrupción que erosiona la confianza pública.
La España de Sánchez es un "hábitat" para la "peor chusma", pero sin exclusividad, ya que la corrupción ha existido en gobiernos previos del PP (como Gürtel) y del PSOE (como Filesa).
La acumulación en 2025 de casos de corrupción de gran impacto ha llevado a una exigencia, en amplios sectores de la sociedad, de que se convoquen elecciones anticipadas y de que el pueblo, con su voto, encuentre una salida al drama político español.
Para combatir la intensa percepción de parasitismo y corrupción a gran escala, España necesita reformas institucionales profundas, más allá de personalismos. Si los escándalos continúan, 2026 podría marcar el fin de esta era sanchista, pero solo el tiempo y la justicia lo dirán.
Todos los balances independientes del año que termina muestran una España en decadencia profunda, dividida, infectada de corrupción, dominada por políticos de escaso valor, injusta, llena de odio e insignificante en el plano internacional.
Francisco Rubiales
La crítica al "sanchismo" se fundamenta, principalmente, en los numerosos casos de corrupción que han salpicado al gobierno y al PSOE. Los casos Koldo y Ábalos Implican a ex altos cargos del PSOE en un esquema de comisiones por contratos de mascarillas durante la pandemia. José Luis Ábalos, exministro de Transportes, ha sido vinculado a irregularidades en adjudicaciones públicas, lo que ha debilitado la imagen del gobierno.
Sánchez también ha enfrentado investigaciones judiciales contra su esposa, Begoña Gómez, por presunto tráfico de influencias, y contra su hermano por irregularidades fiscales. Aunque Sánchez las califica como "ataques políticamente motivados" por jueces conservadores, han erosionado su credibilidad.
Además, un informe de la Guardia Civil ha señalado redes de corrupción en adjudicaciones públicas como el caso Plus Ultra y Zapatero. La UDEF ha acusado a Julio Martínez, CEO de la aerolínea Plus Ultra, de actuar como testaferro de José Luis Rodríguez Zapatero, exlíder del PSOE, en comisiones relacionadas con rescates gubernamentales y vínculos con Venezuela. Esto amplía el escrutinio a figuras históricas del partido.
Las recientes acusaciones de acoso sexual por parte de dirigentes socialistas han significado un desgaste profundo del sanchismo: El PSOE ha sido golpeado por alegaciones de acoso sexual, lo que ha provocado fracturas internas y críticas de sus aliados y de la sociedad española.
Pero el deterioro del sanchismo se plasma también en otros ámbitos como la nauseabunda sumisión a Marruecos, la cobardía demostrada al abandonar al pueblo saharaui, el desprestigio internacional de España, sus amistades peligrosas con países totalitarios como Venezuela, Cuba y otros de similar calaña, su escaso peso en el concierto mundial y los nuevos enemigos que el sanchismo ha forjado con su estupidez, con Estados Unidos e Israel a la cabeza.
El gobierno español argumenta que muchos casos de corrupción son heredados o exagerados por la oposición, y que indicadores internacionales, como el Índice de Percepción de Corrupción de Transparencia Internacional, muestran a España en posiciones medias en Europa, sin un deterioro drástico bajo Sánchez.
Encuestas de 2025 muestran que, pese a los escándalos, el PSOE mantiene todavía un apoyo en torno al 25-30%, sugiriendo que no todo el electorado ve al gobierno como un "puchero de suciedad".
La metáfora de una "simbiosis de corruptos" captura la indignación de muchos españoles ante los escándalos, pero simplifica una realidad más matizada. El gobierno de Sánchez ha logrado avances en recuperación económica post-pandemia y políticas sociales, pero a costa de alianzas controvertidas, de concesiones indignas a sus socios, en detrimento del resto de las regiones de España, de violaciones de la Constitución y de un goteo de corrupción que erosiona la confianza pública.
La España de Sánchez es un "hábitat" para la "peor chusma", pero sin exclusividad, ya que la corrupción ha existido en gobiernos previos del PP (como Gürtel) y del PSOE (como Filesa).
La acumulación en 2025 de casos de corrupción de gran impacto ha llevado a una exigencia, en amplios sectores de la sociedad, de que se convoquen elecciones anticipadas y de que el pueblo, con su voto, encuentre una salida al drama político español.
Para combatir la intensa percepción de parasitismo y corrupción a gran escala, España necesita reformas institucionales profundas, más allá de personalismos. Si los escándalos continúan, 2026 podría marcar el fin de esta era sanchista, pero solo el tiempo y la justicia lo dirán.
Todos los balances independientes del año que termina muestran una España en decadencia profunda, dividida, infectada de corrupción, dominada por políticos de escaso valor, injusta, llena de odio e insignificante en el plano internacional.
Francisco Rubiales