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España, una democracia anoréxica y seropositiva. La democracia es mucho más que depositar votos



Los gobiernos falsamente democráticos exaltan el valor del voto y reducen la democracia al hecho de votar. En España, el fenómeno del voto que nunca elige es particularmente grave y constituye una mancha despreciable que desprestigia, devalúa la política e invalida la democracia. Dicen que elegimos a nuestros representantes, pero ni siquiera es cierto porque los que eligen son los partidos que hacen las listas electorales y los que eligen al presidente son sus amigos, puestos previamente por él en las listas. El pueblo es, como casi siempre, miserablemente engañado.
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Se vota en muchos países que carecen de democracia. Lo importante no es votar, sino elegir a los representantes. En España, los ciudadanos votan, pero no eligen.
Hay un texto en Internet, firmado por Atanasio Noriega, que reproduzco porque es claro y explica con precisión el proceso electoral trucado vigente en España:

- En España, al presidente del gobierno lo eligen sus diputados, los que previamente pone él en una lista y así le devuelven el favor.

- A los diputados en el Congreso y los de las autonomías los eligen los partidos, no los votantes. Son designados por sus respectivos jefes de partidos. Lo mismo sucede con alcaldes y concejales.

Ahora piense y después conteste: ¿qué es lo que eligen exactamente los votantes en las urnas entonces? Votar se vota, lo mismo que se votaba con Franco, que se vota en Corea del Norte o en Cuba o que se votaba con Hitler, pero la pregunta es ¿qué es exactamente lo que está eligiendo el que acude a la urna y mete una papeleta, cuál es su elección?

Aunque ocupe puestos medios en el ranking mundial de los países democráticos, gracias a su buen camuflaje y al apoyo mediático, que la defiende sin hablar jamás de sus grandes carencias, la democracia española es, en realidad, una de las de menor calidad en el mundo.

Además de poseer un proceso electoral trucado, que impide a los ciudadanos ejercer su derecho a elegir a sus gobernantes, en España tampoco existe verdadera separación de los poderes básicos del Estado, ni una ley que sea igual para todos, ni respeto a la Constitución, violada, sobre todo, por los gobernantes y los grandes partidos, ni una sociedad civil libre e independiente, que sirva de contrapeso al poder, ni una prensa independiente capaz de fiscalizar a los grandes poderes, ni una participación real del pueblo, relegado y anulado, en la política, ni controles efectivos a los partidos y poderes públicos, ni castigos suficientes para los corruptos, ni prestigio en las instituciones... y para colmo de males, los ciudadanos y los políticos están cada día más separados, mientras la ciudadanía convierte cada día más su desprecio a la clase política en odio.

Uno de los rasgos dominantes en los falsos demócratas es sobrevalorar la importancia del voto en el sistema. Lo hacen porque saben que el voto está bajo control, ya que no es el ciudadano el que elige al depositar su papeleta en las urnas porque el equipo político ya está previamente elegido. Valoran los votos, pero no otros rasgos de la democracia más importantes, como son los controles al poder, la vigencia de una ley igual para todos y el papel protagonista del ciudadano en el sistema.

La escasez de democracia resta a España prestigio, solvencia y prosperidad. La corrupción española es un escándalo que convierte al país en apestado y frena su progreso. Basta observar la representación escuálida que España tiene en Europa y en sus instituciones para darse cuenta que es un país desprestigiado y casi relegado por sus enormes carencias democráticas.

Un ejemplo concreto: ¿Alguien puede imaginar que si Puigdemont fuera francés podría vivir en Bruselas hostigando a su país de origen y conspirando contra el? Puigdemont sigue dinamitando a España desde Bruselas porque el gobierno español y sus falso sistema democrático carecen de respeto y de peso específico.

Francisco Rubiales

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Martes, 28 de Noviembre 2017
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