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España no quiere seguir siendo la colonia de Cataluña



Cataluña ha estado colonizando a España desde hace al menos dos siglos. Los españoles hemos mimado, protegido y alimentado a la burguesía catalana entregándole nuestras plusvalías y concentrando en Cataluña industrias e infraestructuras, hasta convertir aquel territorio en el más rico de España.

Durante casi dos siglos, hemos practicado el proteccionismo en favor de las mercancías catalanas, sobre todo hilaturas, hemos pagado los productos catalanes a mayor precio que los extranjeros, a pesar de que muchas veces eran de peor calidad, todo para proteger y contentar a una sociedad catalana a la que hemos hecho rica y que nos ha pagado con desprecio, odio a todo lo español y una rebelión que ha estado a punto de llevarnos hasta el conflicto civil.
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Toda esa política, descaradamente favorable a Cataluña, la han pilotado los políticos españoles, que han pretendido "comprar" la lealtad catalana a España con el talonario de cheques y con la sumisión de toda la sociedad española a la hegemonía catalana, una actitud genuinamente colonialista.

Tras la muerte de Franco, cuyo régimen contribuyó poderosamente a la concentración industrial en Cataluña, los políticos de la falsa democracia española acentuaron esa política de protección a la burguesía catalana y a sus negocios, incluso aprobando una ley electoral que beneficiaba claramente a los nacionalistas, a los que el sistema concedía un poder desproporcionado para el exiguo número de votos que obtenía.

La concentración de industrias transformadoras en Cataluña es tan brutal que es casi imposible encontrar productos de alto consumo fabricados en otras regiones. En materias de alimentación y cosmética, el pseudomonopolio catalán es abrumador.

No contentos con aquellos beneficios históricos de carácter económico, los partidos PP y PSOE, gobernantes en España, concedieron a los catalanes otras ventajas y privilegios, permitiéndoles ser corruptos sin castigo, saquear, abusar del poder autonómico, alimentar el nacionalismo que despreciaba a España, transfiriéndoles dinero abundante y competencias vitales como la educación, la sanidad y una policía autónoma, a la que llamaron Mossos de Escuadra, en la que encuadraron a miles de jóvenes nacionalistas. Hasta se les ha permitido violar flagrantemente la Constitución abriendo embajadas en el exterior.

Ahora las cosas han cambiado y después de la rebelión independentista de 2017 los españoles nos hemos rebelado también y hemos decidido ignorar a nuestros políticos y no seguir siendo una colonia de Cataluña.

Los españoles hemos aprendido a tener iniciativas propias, ante la frustración que sentimos frente a los políticos, acostumbrados ya a gobernar y a legislar sin democracia, en contra de la voluntad popular y de espaldas a los grandes deseos de los ciudadanos. Nosotros queremos el fin de las autonomías, pero ellos las mantienen porque les conviene; nosotros queremos que el Estado adelgace y no siga siendo el que más políticos a sueldo mantiene en toda Europa, mas que Francia, Inglaterra y Alemania juntos, pero los políticos dicen que "NO"; nosotros queremos que los ladrones con carné de partido y cargos públicos permanezcan en prisión hasta que no devuelvan el botín, pero los políticos quieren que el castigo de los corruptos sea suave; los españoles queremos que los partidos y sindicatos se financien con las cuotas de sus afiliados, pero ellos lo hacen con el dinero de nuestros impuestos. Queremos democracia auténtica y una España decente, pero los políticos se empeñan en convertirla en una pocilga de injusticia, desigualdad y abuso de poder.

Los españoles, tradicionalmente incultos en materia de democracia, hemos aprendido en los últimos años, a golpe de frustración y descontento, que la Democracia no es otra cosa que la autoridad del pueblo, ejercida de manera activa, subordinando a los servidores que elige en las urnas, a los que el sistema obliga a gobernar en sintonía con sus ciudadanos, no como hacen en España, ejerciendo el monopolio de la política, como si tuvieran en sus bolsillos un cheque en blanco firmado por los ciudadanos.

El drama catalán ha abierto los ojos a los españoles y los ha liberado de taras y sumisiones con respecto a esos políticos y a sus partidos que han sido los culpables de que Cataluña haya estallado y puesto en peligro la paz y la convivencia, a base de pactar con los nacionalistas y, a cambio de los votos que necesitaban para mantenerse en el poder, permitirles violaciones de la ley, saqueos, desprecio a la Constitución y una siembra de odio a España que ha sido tan intensa como espeluznante.

El conflicto catalán va a durar décadas, pero, a cambio, va a aportar libertad y democracia a una sociedad española, que ya ha aprendido con Cataluña tres grandes lecciones: los políticos que han pactado con Cataluña no son de fiar; la riqueza concentrada en Cataluña debe redistribuirse para compensar a otras regiones de España más pobres; y basta ya con el colonialismo catalán sobre España.

Aquel famoso "España nos roba" que se convirtió en el eslogan oficial del independentismo catalán resulta que era mentira y que la realidad era justo lo contrario: ha sido Cataluña la que nos ha robado y se ha aprovechado, durante demasiadas décadas, de España y de los españoles.

Francisco Rubiales


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Domingo, 31 de Diciembre 2017
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