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España: los autoritarios y los nacionalistas juegan con ventaja



Las raices liberales de la democracia española están siendo barridas y sustituidas por un aire autoritario e intervencionista cuyas raíces son claramente leninistas. En ese sistema, las izquierdas tienen ventaja.
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Si España fuera una auténtica democracia y si la cancha estuviera dominada por valores y principios propios de la democracia y la ciudadanía, como la libertad y la verdad, la derecha liberal podría desplegar toda su fuerza electoral y tal vez ganaría las elecciones, como ocurre en la mayoría de las democracias avanzadas de Europa. Pero al haber sido transformada España en una oligocracia de partidos, todo el beneficio y la ventaja es para la izquierda más autoritaria y para los nacionalistas, que juegan siempre con ventaja y en campo propio.

El diseño actual de la política española beneficia al intervencionismo de los políticos y al protagonismo del Estado, no al de los ciudadanos, que están relegados y marginados. Las raices liberales de la democracia han sido barridas y el nuevo diseño favorece claramente los intereses de los partidos de izquierda y de los nacionalistas, dos concepciones marcadas por el intervencionismo gubernamental, el agobiante predominio de los partidos políticos y el protagonismo desproporcionado del Estado y de las élites políticas profesionales, lo que se traduce en una antidemocrática marginación de la ciudadanía.

Algunas falsas democracias actuales se parecen demasiado a los desaparecidos regímenes comunistas. Ambos sistemas, comunismo y oligocracia de partidos, marginan al ciudadano y encumbran al Estado, a los partidos políticos y a los políticos profesionales; ambos sistemas se apropian del dinero de los ciudadanos recaudando dinero sin freno, sin que el ciudadano pueda opinar acerca de cómo el Estado gasta su aportación; ninguno de los dos regímenes rinde cuentas de sus actos a los ciudadanos, a pesar de que éstos sean los soberanos del sistema; ambos diseños políticos están dominados por las élites y nomenklaturas de los partidos políticos; ambos monopolizan el poder; en ambos sistemas se aplasta la sociedad civil y se invaden y controlan los poderes básicos del Estado desde los omnipotentes partidos políticos, etc.

Las democracias degradadas actuales son, en gran medida, obra de gente autoritaria y con una concepción elitista y oligárquica del poder. Han penetrado en el sistema y han convertido la democracia en una vulgar oligocracia de partidos. Y lo han hecho pervirtiendo el sistema y contaminándolo con comportamientos y "tics" autoritarios, procedentes, casi siempre, del marxismo leninismo.

Basta echar una mirada a las élites poderosas de nuestros partidos políticos para que aparezcan detrás imágenes que recuerdan a los antiguos líderes privilegiados del antiguo PCUS, obsesionados por el dominio, alienados y alejados del pueblo, pero populistas, demagogos y atiborrados de poder y de privilegios.

Los nuevos amos han aprendido del fracaso sovietico y permiten libertades y derechos a los ciudadanos, siempre que no pongan en peligro su dominio. Aunque se exalten públicamente y se admita que son la esencia del sistema, estos derechos y libertades están vigilados.

La esencia de la verdadera democracia se ha perdido. A ninguno de nuestros políticos le interesa que el pueblo controle el sistema, que el poder de los partidos sea limitado, que se elijan a los representantes en listas libres, que exista una sociedad civil fuerte, que los representantes rindan cuentas a sus electores o que los poderes eEecutivo, Legislativo y Judicial funcionen con independencia.

El vergonzoso parecido entre nuestras democracias degeneradas y los regímenes comunistas explica un fenómeno que sorprendió a medio mundo: el que las antiguas sociedades comunistas del Este de Europa se transformaran en demócratas capitalistas de la noche a la mañana, sin trauma alguno.

Tengo un amigo rumano, que era profesor defilosofía en Bucarest, que lo explica magistralmente: "El comunismo es la explotación del hombre por el hombre; y el capitalismo es lo contrario". Y agrega: "Con sólo haber añadido al régimen de Ceaucescu un poco de habilidad, mucha hipocresía y mucha libertad de expresión sin riesgo, porque está neutralizada desde el poder, habríamos tenido una ejemplar democracia occidental rumana, en tiempo de Breznev".

Algunos ingenuos creen que lo contrario del comunismo es la democracia capitalista, cuando son de sistemas muy parecidos, ambos dominados por las élites políticas. Lo contrario de la democracia no es la dictadura, sino la oligarquía, el gobierno de unos pocos, justo lo que tenemos en muchas de nuestras falsas democracias. Lo contrario del comunismo sería una democracia ciudadana y libertaria, un sistema que, libre de oligarcas, garantizara que el "demos" ejerciera realmente el poder.

La derecha, con sus raices liberales, confundida y acomplejada, no se da cuenta de que vive en un engaño estúpido y que siempre juega el partido con desventaja, en el campo del rival, porque cuanto menos democracia exista, menos posibilidades tendrá de ganar unas elecciones, ya que la degradación antidemocrática del sistema sólo beneficia a los izquierdas autoritarios.

Si la derecha fuera inteligente convertiría la regeneración de la democracia en su principal bandera. Con un sistema de libertades y con los ciudadanos ocupando su espacio,tendrían alguna opción de victoria. Con los herederos de Lenin camuflados como falsos demócratas y controlando el sistema, la derecha liberal y demócrata tiene pocas posibilidades de éxito y escaso futuro.


   
Domingo, 17 de Febrero 2008
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