Información y Opinión

España ha sido pervertida por sus políticos (DS)





El problema de la corrupción en España interesa profundamente en las universidades y centros de estudio de todo el mundo por tratarse de un fenómeno de degradación muy acelerado y que, contrariamente a lo ocurrido en otros países, se ha producido de arriba hacia abajo, lo que quiere decir que han sido las élites poderosas, sobre todo los políticos, los que han contaminado y corrumpido a un pueblo que era básicamente honrado y digno.

En la mayoría de los países corruptos, el fenómeno de la corrupción ha funcionado de abajo hacia arriba o en ambos sentidos. En Italia, por ejemplo, el crimen organizado, las mafias y los conglomerados de intereses empresariales terminaron contaminando a los políticos, que se corrompieron y aceleraron el fenómeno de la degradación, mientras que en España han sido los políticos y algunas élites empresariales las que han destruido la fuerza moral de la sociedad y estimulado la corrupción con gran eficacia y eficiencia.

Me lo reveló un colega italiano, profesor en la Universidad de Roma "La Sapienza", experto en Derecho Constitucional que viaja cada año a las principales convenciones y congresos de análisis político que se celebran en el mundo, con el que mantuve una larga y sesuda conversación durante mi reciente estancia en Italia.

Me acribilló a preguntas sobre el fenómeno de corrupción española y argumentó siempre que el caso de España era diametralmente distinto al de Italia, donde se produjo una corrupción que partió de la sociedad y terminó contaminando a las élites, mientras que en España han sido las élites corruptas las que han destrozado la moral y el comportamiento popular.

Coincidí con su tesis y le aporté datos de gran interés para alimentar sus teorías sobre la capacidad de pervertir que tienen los políticos en las sociedades modernas, gracias a la utilización ilegítima e indecente de los medios de comunicación, del dinero público y de recursos del Estado, como las fuerzas de seguridad, los servicios secretos, los departamentos sociológicos y las legiones de asesores, para imponer su voluntad, mantenerse en el poder y generar podredumbre, división y destrucción de la moral en la sociedad.

Los políticos españoles, desde el poder, han ofrecido a la sociedad un ejemplo denigrante de lo que representa una falsa democracia: concursos públicos trucados, subvenciones a los amigos, listas negras de personas y empresas represaliadas, compra de votos con dinero público, amiguismo, nepotismo, clientelismo, despilfarro, desigualdad, injusticia, arrogancia y otros mensajes depravados que han tenido un efecto devastador en la sociedad, convenciendo a los ciudadanos que ser honrados y decentes en España es un "mal negocio".

Cuando los españoles contemplaron atónitos cómo el gobierno de Felipe González arrebataba a Ruiz Mateos su imperio empresarial de RUMASA o cómo Roldán, el director socialista de la Guardia Civil, robaba el dinero de los huérfanos del cuerpo, llegó a la conclusión de que las mafias y la indecencia se habían instalado en el poder y que la consigna era robar lo que cada cual pudiera. En algunas autonomías españolas, como Cataluña, Andalucía, el País Vasco, Galicia, Baleares y Valencia, la corrupción ha llegado a integrarse en el paisaje y los desgraciados ciudadanos no conciben otro poder político que el arbitrario, arrogante y corrupto que rige sus vidas a diario.

Especialmente duro fue el análisis del "profesor" italiano sobre los políticos nacionalistas vascos, catalanes y gallegos: "Ellos han sembrado la discordia, la desigualdad, el descontento y el odio entre sus pueblos, sólo para conseguir votos. Su papel en la corrupción y en la degradación de la sociedad española ha sido especialmente grave".

Ambos coincidimos en que la dotación ética y política del pueblo español que vivió la Transición era mucho mejor que el actual, ya bastante corrompida y degradada por la acción corrosiva e inmoral de la "casta" política. En la España de los años 70 y principios de los 80 la gente era más honrada, solidaria, generosa, esforzada, trabajadora, sacrificada y confiada que en la actualidad. La democracia ha actuado en España como una fuerza corrosiva, por culpa de sus políticos, que han estimulado desde el poder la división, la obsesión por el dominio y el poder, la cultura del dinero, la ley del mínimo esfuerzo, la injusticia y otras muchas lacras.

Mi amigo de "La Sapienza" cree, como yo, que no siempre los gobiernos son el reflejo de la sociedad que los elige y que en algunos casos, como el de España, la clase política está más degradada y degenerada que la sociedad. Me aseguró que por muy intensa y eficaz que haya sido la labor destructiva y corrosiva del poder, la sociedad española debe mantener todavía muchos valores intactos, aunque ocultos por las corrientes generales impuestas desde la cúspide, lo que posibilitaría una reacción ética de la sociedad si se produjera un cambio positivo en el liderazgo. Aseguró que si un gobierno apelara, dando ejemplo, con solvencia y credibilidad, a lo mejor de los españoles, nos encontraríamos con gratas sorpresas, con un pueblo generoso que asumiría retos como el esfuerzo, la moral, la excelencia y la solidaridad. "El problema -dijo- es que a los políticos les interesa gobernar sobre rebaños divididos, embrutecidos y degradados y procuran, desde el poder, fabricar esclavos indecentes y acobardados, útiles para justificar el orden público y el poder del Estado y más fáciles de manejar que un pueblo integrado por ciudadanos libres y pensantes.

El sistema es perverso y desequilibrado porque los partidos políticos, con apenas unos miles de militantes, imperan y se adueñan del poder, marginando a esa masa de ciudadanos inmensa que se agrupa en la "Sociedad Civil", un sector que debería ser decisivo en democracia, por representar a la inmensa mayoría de los ciudadanos, pero que los partidos políticos han ocupado, desarticulado y debilitado, hasta colocarlo en estado de coma.

Un último dato del análisis: los partidos políticos españoles tienen gran parte de culpa en la destrucción de la decencia y la ética. Han dinamitado la división de poderes, los cargos electos no representan a los ciudadanos sino al partido y a sus jefes, lo que pervierte el sistema, mientras que el partido tiene poderes casi ilimitados y los ciudadanos han perdido su derecho a votar libremente, ya que son obligados a votar las listas que los partidos eligen.


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Miércoles, 21 de Julio 2010
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