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España: gobernar contra la voluntad popular





La oposición frontal de la opinión pública acaba de hacer retroceder al gobierno español, al menos temporalmente, en otros dos ámbitos sensibles para la democracia, muy impopulares y contrarios a la voluntad popular: la intervención en Internet cerrando páginas sin el preceptivo control de los jueces y la retirada de los crucifijos de los colegios y otros espacios públicos.

Las encuestas revelan que el 77.2 por ciento de los españoles es también contraria a la subida de impuestos que proyecta el gobierno, pese a lo cual, Zapatero meterá la mano en el bolsillo de los ciudadanos para sacarles más dinero, gobernando así contra la voluntad popular.

Para muchos pensadores y filósofos, la tiranía es precisamente eso: gobernar contra los deseos del pueblo. Para la inmensa mayoría de los pensadores, cuando un gobierno toma medidas contrarias a lo que piensa y desea la mayoría, su mandato entra en crisis y el problema debe resolverse mediante referendum o elecciones anticipadas.

Se ha dicho que el presidente Zapatero profesa la ideología republicana y que es un admirador del pensador Philip Pettit, autor del libro "Republicanismo. Una teoría sobre la libertad y el gobierno" (Paidós, 1999), pero es falso porque el republicanismo se basa en el consenso, en el respeto irrenunciable a las mayorías y exige la aprobación de las leyes con grandes apoyos y mayorías muy sólidas, justo lo contrario de lo que se está haciendo en España bajo Zapatero.

Únicamente cuando no existe democracia, el conflicto entre gobierno y ciudadanos se resuelve siempre en favor de la casta gobernante. La democracia está en mínimos o plenamente degenenerada cuando ocurre, como en España, que esa violencia del gobierno contra la voluntad popular no produce trauma ni dimisión alguna, como si esa arbitrariedad antidemocrática de imponerse a los deseos y criterios de los ciudadanos fuera un comportamiento aceptable en democracia.

Los españoles, según las mismas encuestas, algunas de las cuales se están publicando en la prensa en estos dias, prefieren que antes de incrementar la presión fiscal, que ya es muy elevada para un país que está en la cola de Europa en sueldos y en el que más impuestos probablemente signifique más paro, menos consumo, más destrucción del tejido productivo y más recesión, el gobierno debería reducir gastos y adoptar una política de austeridad drástica, a lo que se niegan Zapatero y sus socialistas. Más de la mitad de los encuestados expresan descontento e insatisfacción al afirmar que entregan al Estado más de lo que reciben a cambio.

Los hechos son tozudos y demuestran a diario que España no es una democracia. Por si existiera alguna duda, la realidad de la crisis económica se está encargando de demostrar que España no cumple ni una sóla de las reglas imprescindibles para que exista una democracia real: no existe protagonismo del ciudadano, ni separación de los poderes básicos del Estado, ni elecciones universales verdaderamente libres, ni unos medios de prensa independiente, libre y crítica, ni una sociedad civil fuerte e independiente, ni una ley que sea igual para todos, ni defensa plena de los derechos fundamentales, ni lucha efectiva contra la corrupción, ni participación ciudadana en la toma de decisiones, ni partidos políticos y gobiernos bajo control ciudadano...

Gobernar contra la voluntad popular, como hace con frecuencia Zapatero, es el más típico e inconfundible rasgo de las tiranías.

Las encuestas han demostrado en numerosas ecasiones que los gobiernos de España toman decisiones en contra de las mayorías, violando así la voluntad popular. Lo hizo Aznar al implicar a España en una guerra como la de Irak y lo está haciendo Zapatero ahora con los impuestos, despues de hacerlo antes al negociar con ETA, al impulsar el anticonstitucional Estatuto de Cataluña, al negar tercamente la existencia de la crisis y la adopción de medidas para combatirla, al propiciar subidas reiteradas de sueldos de la clase política, al convivir con la corrupción y en otras muchas ocasiones.


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Viernes, 4 de Diciembre 2009
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