Los políticos que gobiernan España tienen toda la fuerza del Estado en sus manos y se han apoderado de numerosas instituciones, además de corromper y debilitar otras, pero no saben como curar los males del país ni regenerar una sociedad podrida y sin energía vital.
Ellos son los representantes del mal, corruptos, ladrones, sinvergüenzas e infractores de la ley y de las reglas de la democracia, lo que les convierte en rufianes cuyo fin debe ser la cárcel.
El pueblo, al ver en el poder sólo a mediocres y miserables, sigue su ejemplo, extiende la decadencia y la convierte en agonía.
Esa gente corrompida y sin valores, a pesar de su fuerza aparente, es bellaca y no aguantaría una rebelión cívica y pacífica de la España honrada. Hasta el cobarde Rey y los militares se muestran narcotizados y acobardados. Tendrían que reaccionar ante un pueblo que dice “basta” a los chorizos que se han apoderado del Estado, pero siguen durmiendo la más siniestra y vergonzosa siesta mientras el país que ellos juraron defender se hunde.
España es hoy un fracaso como país. La desunión prospera, al igual que es saqueo y la injusticia, impulsados por un gobierno que antepone siempre sus intereses al bien común y que ignora la democracia y sus leyes. Independentistas, golpistas, ex terroristas y comunistas manchados de sangre influyen más en el gobierno de España que todas las fuerzas nobles y decentes juntas.
La corrupción es un festival obsceno que lo ensucia todo y que hace que la gente sueñe con el dinero más que con el bien y el amor.
Los puntales de la nación se derrumban: la clase media de propietarios que se creó durante el franquismo, la fe en Dios, la honradez popular, la Milicia, la Monarquía que sirve al pueblo, la lealtad, la educación, el amor a la patria, el honor y la unidad, mientras avanzan el odio, la división, la codicia y el liderazgo bastardo y sin entrañas de la clase política, hija de la maldad y la injusticia.
España necesita ayuda exterior, no para ser rescatada económicamente, sino para ser arrebatada de las garras del mal, que se ha apoderado del país con sus brigadas de políticos indecentes ocupando el Estado y sus grandes instituciones.
Francisco Rubiales
Ellos son los representantes del mal, corruptos, ladrones, sinvergüenzas e infractores de la ley y de las reglas de la democracia, lo que les convierte en rufianes cuyo fin debe ser la cárcel.
El pueblo, al ver en el poder sólo a mediocres y miserables, sigue su ejemplo, extiende la decadencia y la convierte en agonía.
Esa gente corrompida y sin valores, a pesar de su fuerza aparente, es bellaca y no aguantaría una rebelión cívica y pacífica de la España honrada. Hasta el cobarde Rey y los militares se muestran narcotizados y acobardados. Tendrían que reaccionar ante un pueblo que dice “basta” a los chorizos que se han apoderado del Estado, pero siguen durmiendo la más siniestra y vergonzosa siesta mientras el país que ellos juraron defender se hunde.
España es hoy un fracaso como país. La desunión prospera, al igual que es saqueo y la injusticia, impulsados por un gobierno que antepone siempre sus intereses al bien común y que ignora la democracia y sus leyes. Independentistas, golpistas, ex terroristas y comunistas manchados de sangre influyen más en el gobierno de España que todas las fuerzas nobles y decentes juntas.
La corrupción es un festival obsceno que lo ensucia todo y que hace que la gente sueñe con el dinero más que con el bien y el amor.
Los puntales de la nación se derrumban: la clase media de propietarios que se creó durante el franquismo, la fe en Dios, la honradez popular, la Milicia, la Monarquía que sirve al pueblo, la lealtad, la educación, el amor a la patria, el honor y la unidad, mientras avanzan el odio, la división, la codicia y el liderazgo bastardo y sin entrañas de la clase política, hija de la maldad y la injusticia.
España necesita ayuda exterior, no para ser rescatada económicamente, sino para ser arrebatada de las garras del mal, que se ha apoderado del país con sus brigadas de políticos indecentes ocupando el Estado y sus grandes instituciones.
Francisco Rubiales