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España dividida en dos bloques y gobernada por comunistas



En la sesión del Congreso del 24 de octubre, al debatirse sobre la venta de armas a Arabia, se vio claro que la España actual, como la que fue a la guerra en 1936, está dividida en dos bloques, el de las izquierdas, que gobierna, y el de las derechas, que hace oposición. El de las izquierdas, variopinto y en teoría agrupando a partidos diferentes y hasta teóricamente incompatibles, está unido por la inspiración comunista, que hace de cemento, junto con el ansia de poder y de disfrutar de sus beneficios.

Los presupuestos de Sánchez son comunistas y el mismo gobierno que él preside es de inspiración comunista, de los que piensan que el fin justifica los medios y que lo importante es que no gobierne la derecha, aunque para lograrlo haya que encamarse con la escoria de España.

Es sorprendente que España sea el país de Europa más dominado por los comunistas, a pesar de que ya nos advirtió Guillermo Cabrera Infante que "el comunismo es el fascismo del pobre".
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Puño en alto, como Lenin y Stalin.
Las subidas de impuestos son comunistas, el intervencionismo es comunista, el desprecio a los empresarios es comunista, el poco peso del ciudadano es comunista, el expolio sin piedad del contribuyente es comunismo, la fe absoluta en el Estado es comunista y la creencia, bien afincada en el gobierno, de que lo colectivo es más importante que el individuo es puro comunismo, como también lo son el afán por gastar y endeudarnos más, a pesar de que la deuda es insoportable, las mentiras del poder y sus continuas rectificaciones, los trucos y el hecho comprobado de que las élites que gobiernan se enriquezcan y funcionen con impunidad, sin que sea importante que el gobierno esté integrado por defraudadores, mentirosos, falsificadores y adictos a los currículos falsos, el plagio y las argucias de todo tipo que sirven para ganar votos y consolidar el dominio.

En Europa y el mundo civilizado no entienden como en España, un país que estuvo a punto de caer en las garras del comunismo entre 1936 y 1939, sea el país de Europa con mayor influencia comunista y que hoy, incluso, estén controlando el gobierno.

Refiriéndose a los nuevos comunistas de Podemos, el periodista Carlos Herrera escribió: "Sorprende que una España vacunada por años diversos de dictaduras y desarreglos pueda siquiera pensar en confiar su suerte a individuos que ya eran viejos antes de nacer, con tics de dictadores de pacotilla, con discursos plagados de amenazas, con intenciones liberticidas y con apostura de comisarios desafiantes".

La fuerza de los comunistas en el actual gobierno está despertando entre los demócratas el miedo a que en las próximas elecciones se falseen los resultados y se produzca un pucherazo. El argumento clave es que el comunismo jamás ha perdido el poder en unas elecciones. Si las va a perder, no se celebran.

Para erradicar el comunismo de España no hay que neutralizar a Izquierda Unida, ni siquiera a Podemos, sino a un amplio sector del PP, infectado de socialdemocracia e intervencionismo leninista, y sobre todo al PSOE. La solución eficaz sería echarlos y que no quede ni uno sólo de los políticos que han colaborado con el actual régimen de corrupción y abuso, como hicieron Polonia y Hungría con sus funcionarios comunistas, una gran purga y una desprogramación sectaria que les cure la enfermedad de las ideologías y del robo al ciudadano. Pero en este país acobardado y sin memoria nadie se atrevería a esa eficaz defensa.

Si alguien no entiende por qué y cómo Pedro Sánchez está a gusto aliado con los golpistas catalanes que odian a España, con los proetarras de BILDU y con los comunistas totalitarios de Podemos, la explicación es que el PSOE está infectado de comunistas y que esos comunistas, travestidos de socialdemócratas, son los que alejan al PSOE de los verdaderos intereses de España y controlan la facción más radical del socialismo, precisamente la que apoyó a Zapatero y sostiene hoy a Pedro Sánchez.

El PSOE renunció formalmente al marxismo después del congreso de Suresnes, impulsado por Felipe González, pero lo cierto es que muchos marxistas mantuvieron su ideología pensando que la postura de González era un gesto electoral. Fue el nefasto José Luis Rodriguez Zapatero quien dio marcha atrás y, sin reconocerlo oficialmente, abrazó de nuevo esa doctrina, considerada por la mayoría de los historiadores y expertos como la más cruel y asesina de la Historia.

El 25 de enero de 2006, la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa aprobó la Resolución 1481, con el título “Necesidad de una condena internacional de los crímenes de los regímenes totalitarios comunistas“. La resolución señalaba una verdad objetiva: “Los regímenes comunistas totalitarios que gobernaron en Europa central y oriental en el siglo pasado y que todavía están en el poder en varios países del mundo, se han caracterizado, sin excepción, por violaciones masivas de los derechos humanos.” Con esta resolución la Asamblea también condenó “enérgicamente las violaciones masivas de derechos humanos cometidas por los regímenes comunistas totalitarios”, y expresó su “simpatía, comprensión y reconocimiento a las víctimas de estos crímenes”. La resolución fue aprobada con 99 votos a favor, 42 en contra y 12 abstenciones.

Lo sorprendente fue que el PSOE español, comandado entonces por Zapatero, alegó “falta de análisis” para negarse a condenar esos crímenes, una decisión sorprendente que los medios más próximos al poder ocultaron.

La infiltración comunista del PSOE es la única explicación lógica del gobierno actual y de sus socios y métodos, cuando el PSOE pasaba por ser un partido demócrata y constitucionalista sin tacha.

Pero no son estos ejemplos los únicos reflejos del deslizamiento del PSOE hacia el comunismo. La principal prueba es su pragmatismo feroz, alejado de todo respeto a la democracia, una doctrina que le ha llevado a la actual alianza con la parte más desleal y antiespañola del espectro político y a contraer con los partidos antiespañoles compromisos secretos que el propio Sánchez se niega a desvelar.

El PSOE ya fue furiosamente comunista en vísperas y durante la guerra civil de 1936, cuando sus líderes afirmaban que la democracia no sirve si impide la revolución. Especialmente comunista y amigo de la URSS fue Largo Caballero, bautizado como "el Lenin Español". Muchos observadores y analistas afirman que el dictador soviético Stalin se fiaba más de Largo Caballero que de los lideres oficiales del comunismo español.

El comunismo, tras el derribo del Muro de Berlín, se desprendió de su pesado aparato ideológico y no tuvo más ideología que el culto al Estado y la conquista del poder, por cualquier medio. Los viejos comunistas decidieron camuflarse, incrustarse en partidos socialistas y esperar allí, agazapados, para tomar el poder.

La tendencia comunista del PSOE está detrás de la actual división interna del PSOE, sobre todo del socialismo andaluz, liderado por Susana Díaz, y esa tendencia comunista, encabezada por Pedro Sánchez, que resultó ganadora, contra todo pronóstico, en el enfrentamiento en primarias entre Pedro Sánchez y Susana Díaz. El comunismo interno del socialismo es el que patrocina también la alianza con Podemos, que es otro camuflaje, esta vez populista, del desprestigiado y asesino viejo comunismo soviético, hoy reciclado en Venezuela y otros países.

Aunque se oculte con fuerza, la verdadera división interna del PSOE no es entre los partidarios de Sánchez y de Susana, sino entre comunistas y socialdemócratas.

Francisco Rubiales


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Jueves, 25 de Octubre 2018
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