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España, bajo Pedro Sánchez, ha perdido la alegría



La España de Pedro Sánchez está perdiendo su esencia y su sustancia, aquello que la convertía en nación. Carece de unidad, de objetivos comunes, de ilusiones colectivas y de igualdad entre sus regiones y pueblos. Ya no es una nación sino un conjunto de tierras que más que cooperar compiten entre sí por acaparar privilegios, ventajas y dinero. Por amarrar unos pocos votos, los que necesita para mantenerse en el poder, el gobierno de Sánchez cede ante los separatistas catalanes y vascos, una y otra vez, desmontando la esencia de España. El último intento de asesinato ha sido el del español, nuestro idioma común, desterrado de la enseñanza como lengua vehicular, un decisión más grave de lo que se cree porque el idioma común es, quizás, el principal cemento de unidad de los pueblos.

Unamuno decía que "la lengua es la sangre del espíritu" y que los enemigos del español son los enemigos de España.
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Pero el mayor de los crímenes de Sánchez y su equipo es que está acabando con la alegría de los españoles, con sus ilusiones y con todo lo positivo que encuentran a su paso. Nuestros chistes son ahora más escasos y tristes; nuestros ojos están más apagados, nuestro miedo es más intenso y oscuro, igual que el futuro que nos amenaza. Más que desamparados nos sentimos agredidos por nuestros propios líderes.

Aquellos que debieran velar por el patrimonio común de los españoles se han convertido en saqueadores de nuestros mejores valores y tesoros. Nos han arrebatado la alegría, que era nuestro rasgo de identidad más visible y atractivo, el que, junto con el clima, atraía a decenas de millones de turistas cada año. Pero también nos han robado la prosperidad, la confianza en las instituciones, la ilusión de afrontar unidos el futuro, los objetivos y metas comunes, el orgullo de ser español y buena parte de nuestras ilusiones.

Nos han colocado a la defensiva con su forma de gobernar, ajena a lo que la mayoría quiere y siente. Es el de Sánchez un gobierno opresor porque gobierna en contra de la voluntad popular y un asesino del bien común porque sus medidas y decisiones no se adoptan para beneficio de todos, sino para incrementar su poder y privilegios.

Es un gobierno bastardo y sucio, deleznable e indecente, que sólo se mantiene gracias a su poder y al control que ejerce sobre las fuerzas y poderes del Estado. Es tan odioso y repulsivo para millones de españoles que pagar impuestos lo han convertido en un suplicio esclavo porque los contribuyentes no creen que sus dineros serán bien empleados y porque saben que los recaudadores no siempre son honrados.

España ya no es "una", ni "grande", ni "libre", sino todo un problema para los españoles y hasta para el resto de los europeos. El gobierno es un fracaso que se impone por la fuerza, que no gobierna sobre todos, sino sobre los suyos, entre los que también empiezan a abrirse grietas y bolsas de resistencia.

No son estos sentimientos que comparta la totalidad de los españoles porque los saqueadores tienen partidarios y no son pocos. En las filas cómplices de la destrucción de España están los que se benefician del saqueo, los resentidos, los envidiosos, los vagos que sueñan con la subvenciones y los malvados que sueñan con apoderarse de las riquezas ajenas.

Ante el abuso de poder, los daños que se producen a la nación y las traiciones, las grandes instituciones guardan silencio y no reaccionan. La gente mira con esperanza a las Fuerza Armadas, a la policía, a la Guardia Civil, al monarca, a los jueces, a los pocos periodistas decentes que quedan y a las grandes empresas con la esperanza de que reaccionen y detengan el feroz saqueo de la nación y el asesinato de sus valores y virtudes, pero nadie se mueve. El silencio institucional de España es una losa de plomo terrible, que hunde la esperanza y mata las ilusiones que nos restan.

¿Se puede callar ante los atropellos que padece España? No, no podemos callar cuando los peores enemigos de España se han conjurado con nuestros gobernantes para destrozar la nación. Callar es de traidores y seria como colaborar con ellos. No se da la espalda a una madre, y menos ante quien la escupe.

Pero, por muchas puñaladas que reciba, España sigue existiendo todavía. Aunque cojos y mancos por las heridas, España sigue siendo una unidad de convivencia en el mundo y una tierra genuina con fronteras propias aunque asaltada con impunidad y asolada por gobernantes salteadores. La lengua común que hablamos todos los españoles, aunque no les guste a los separatistas ni a sus cómplices socialistas y comunistas, sigue siendo el español.

Algún día esto pasará, incluso a pesar de nuestra cobardía frente a los saqueadores. El bien termina por imponerse sobre el mal. Los pueblos ruso y del este de Europa tardaron casi siete décadas en derribar el Muro de Berlín, pero aquella valla de la vergüenza finalmente fue demolida, como un día serán demolidos la separación, el dolor, la injusticia, la tristeza, la desesperación y el miedo de esta España vejada por una pandilla de mentirosos y déspotas que, aunque no lo creamos, ha salido de nuestras propias entrañas, podridas y cobardes.

Si no tenemos valor para acabar con el saqueo y la destrucción, guardemos al menos en nuestra memoria las ofensas y daños para sacarlos a flote en su momento. Y seamos plenamente conscientes de que estamos bajo un gobierno presidido por un inmenso impostor del que sólo se pueden esperar las más grandes traiciones.

Francisco Rubiales

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Lunes, 9 de Noviembre 2020
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