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¿Es España la punta de lanza del neorelativismo político?





El Papa Benedicto XVI, muchos de sus cardenales y obispos y una multitud de pensadores y analistas creen que la España de ZP es hoy la punta de lanza del neorelativismo político y el gran laboratorio experimental donde esa doctrina política, cada día más de moda, pruebas sus armas y estrategias.

Sin embargo, otros pensadores, entre ellos muchos herederos de la antigua izquierda, gente que cree que la ideología y los principios son lo fundamental en política y que también odian lo que el relativismo representa, creen que esa acusación es un infundio y que la izquierda española, comandada por Zapatero, sigue creyendo en las ideas estables, en los principios y en la ética.

Podríamos definir el relativismo político como aquella corriente que considera que las ideas y principios que rigen la política son fruto del contexto donde se desarrollan las personas y las sociedades y que rechaza la ciencia, la religión y todas las doctrinas que proclaman normas y principios estables y rígidos.

Si esa definición, redactada por Voto en Blanco porque no hemos podido encontrar ninguna con valor científico, sirviera, entonces es probable que la España de ZP sí sea la punta de lanza y el gran laboratorio de esa doctrina.

Relativismo político es pensar que la forma es más importante que el fondo y que el talante tiene en política un valor decisivo.

Relativismo político es pensar que las religiones son demasiado dogmáticas, rígidas y ancladas en un pasado de principios y normas.

Relativismo político es aplicar principios como "el fin justifica los medios", "café para todos", "es bueno lo que bueno parece" o "lo importante no son es lo que se hace, sino cómo se percibe lo que se hace" y otros similares.

Relativismo político es anteponer el diálogo a cualquier otro valor, aunque dialogar signifique ceder en lo fundamental.

Relativismo político es, por ejemplo, llamar "chicos de la gasolina" a los de la "kale Borroka" y suavizar sus condenas porque no son terroristas y porque no utilizan para en su lucha armas o explosivos.

Relativismo político es permitir que los manifestantes, aunque sean sólo una docena, corten el tráfico y perjudiquen con su acción a decenas de miles de ciudadanos.

Relativismo político es permitir que el matrimonio gay posea los mismos derechos que el matrimonio tradicional y afirmar, para justificarlo, que esa equiparación no quita derechos a nadie.

Relativismo político es dejar entrar a los inmigrantes en España sin exigencias, trabas y controles, justificándolo porque vienen de la miseria y tienen derecho a participar del festín.

Relativismo político es proclamar la "alianza de las civilizaciones" sin que ningún valor u obstáculo pueda interferir la alianza, sin considerar que una civilización podría ser portadora de valores y la otra de iniquidad.

Relativismo político es, por último, mentir en política, ceder en la discusión sin límites, no sentir remordimiento, apartar al ciudadano de la gestión y la participación cívica, sostener que el rechazo ciudadano a la Constitución Europea es un error, no reprimir para no contrariar al delincuente, dejar que las escuelas se conviertan en campos de batalla, ocultar la bandera como símbolo patrio porque a algunos sigue molestandoles, dejar que los coches aparquen en segunda y hasta en tercera fila porque lo importante son los votos y el señor alcalde no quiere enemigos, etc., etc.

Pero que nadie se confunda y crea que el relativismo lo invade todo y no tiene fronteras. Esa doctrina no penetra jamás en un santuario que tiene triple blindaje: en la concepción y funcionamiento de los partidos políticos y del poder, que sigue siendo clásico, vertical, implacable, basado en el poder absoluto de la élite, en la sumisión de militantes y simpatizantes y en la conquista, conservación y expansión del poder por todos los medios posibles e imaginables.

El relativismo es bueno en política, pero "con las cosas de comer no se juega".

Franky  
Jueves, 1 de Septiembre 2005
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