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Enterremos al PA sin lágrimas, pero salvemos el Andalucismo



Acaban de anunciar la muerte del Partido Andalucista (PA), una formación política merecedora de un entierro sin lágrimas por haber traicionado a los andaluces. El partido nació despertando en su pueblo ilusión y esperanza, pero pronto dilapidó su capital político porque, infectado de ambiciones personales y ávido de poder y dinero, prefirió la pelea interna y se convirtió en cómplice del régimen socialista andaluz, de sus corrupciones y fracasos.

Pero el verdadero problema es ¿Que va a pasar ahora con el Andalucismo, que es una filosofía noble y necesaria para el desgraciado pueblo andaluz, con retraso endémico, mal gobernado y asiduo en la cola del progreso de Europa?

Andalucía no necesita sentimientos y declaraciones de amor, sino una revolución de hombres y mujeres libres, que limpie su estructura política de corrupción y que genere ciudadanía y regeneración. La muerte del PA se debe, precisamente, a que nunca supo encarnar el verdadero andalucismo y a que en lugar de defender la dignidad y el futuro de Andalucía y de su pueblo, prefirió ser un partido parásito.
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El PA merece un entierro sin lágrimas porque ha cometido casi todos los pecados que puede cometer un partido político en democracia: personalismo, adicción a las luchas intestinas, complicidad con los corruptos y los que abusan del poder, traición al pueblo que decía amar y representar y, sobre todo, haber cruzado decenas de veces la línea roja prohibida, anteponiendo sus propios intereses y los de sus líderes al bien común y al interés general. Sea, pues, enterrado, sin lápida ni cruz, porque como mucho merece un epitafio cruel que diga: "Aquí yace un partido que pudo gobernar y sacar a los andaluces del foso, pero que optó por la traición, el egoísmo y la corrupción".

El PA ha sido un partido hábil en las tareas de frustrar las esperanzas y quemar las ideas y las personas porque muchas iniciativas hermosas se quedaron en la cuneta y muchas personas honradas y de buena voluntad que se acercaron al partido fueron desaprovechadas y achicharradas.

Ha sido su fundador, Alejandro Rojas Marcos, el que, arropado por los históricos del partido, excepto el ex alcalde de Jerez, Pedro Pacheco, que cumple prisión, ha expresado su deseo imposible de una "muerte digna" para un partido que desaparece no por convicción sino porque se arrastra por las elecciones de derrota en derrota y porque ha sido tristemente abandonado por su propio pueblo.

El riesgo es que al enterrar al PA enterremos también el andalucismo, precisamente cuando es mas necesario que nunca.

Algunos miembros del PA, sentimentaloides y con ideología débil, pensaron que el andalucismo era "sentir a Andalucía" o "hablar, sentir, cantar y bailar en andaluz", o, como mucho, gritar muchas veces "Viva Andalucía Libre", pero muy pocos entendieron que el andalucismo obligaba a ser ejemplares, a defender Andalucía con uñas y dientes para preservarla de los grandes vicios que han podrido la Andalucía del presente, como la corrupción, el abuso de poder, la injusticia y el asesinato de la democracia. El drama que ha llevado al PA hasta la tumba fue que en lugar de ser andalucistas y amar a su tierra siendo decentes, ejemplares, demócratas y libres, sus dirigentes, sedientos de poder, renunciaron a los grandes valores y apuntalaron el régimen que condenó a Andalucía al retraso y a la decadencia moral, cultural y política.

Un partido sin prestigio, al que pocos votan y que carece de solvencia y de espíritu ganador es un cadáver que conviene enterrar. Eso no lo duda nadie, pero ¿Que pasará con el Andalucismo?

Aunque el sentimiento andalucista nunca estuvo encarnado en el PA, si estaba presente, al menos, en sus discursos y proclamas. El PA no era andalucista, pero por lo menos decía que lo era y mantenía viva la llama andalucista, aunque sin que apenas proyectara luz y calor.

El Andalucismo no es un sentimiento lírico ni una poesía para sentimentales y nostálgicos sino una auténtica filosofía de progreso y una poderosa energía regeneracionista que busca el desarrollo integral de Andalucía, a la sombra de la verdadera democracia y el respeto a los grandes valores. Para entenderlo mejor, cabría afirmar que el Andalucísmo es justo lo contrario de lo que ha hecho el PA a lo largo de su Historia.

Si el PA hubiera optado por la honradez y la decencia en lugar de sucumbir a la ambición de poder y de dinero, no habría muerto, ni habría sido tan vergonzosamente abandonado por ese pueblo andaluz al que quería representar. Si en lugar de aliarse con los socialistas, prestándoles sus votos y sus cuadros para que mantuviera vivo su "régimen", si hubiera sabido ser una alternativa democrática y limpia para el gobierno de Andalucía, no solo no habría muerto sino que quizás fuera hoy el partido hegemónico en esta vieja y maltratada tierra del sur.

Los andaluces, cansados del espectáculo grotesco de un partido que cambiaba de nombre y de criterios cada dos o tres años, cuyos líderes se peleaban entre sí y que justificaba, con una frivolidad inaudita, su complicidad con el régimen socialista, olvidando que ellos nacieron para instalar la decencia y la democracia en la tierra andaluza, han terminado por abandonarlos y dejar que, derrota tras derrota en las urnas, se extingan como una vela sin cera.

Quizás para que renazca el Andalucismo había que enterrar al PA. Tal vez un grupo de andaluces demócratas y honrados, sin ninguna responsabilidad en la agonía del PA, tome el relevo y haga renacer un Andalucismo decente y victorioso, consciente de que sólo triunfará si apuesta por la verdadera democracia, si se aleja de la corrupción y de los corruptos, si cultiva y promueve los valores y si consigue inyectar energía y entusiasmo a una ciudadanía andaluza cansada de fracasos, de llevar encima los estigmas de la corrupción, el atraso y la vagancia y si se propone construir en Andalucía una verdadera democracia de hombres y mujeres libres, algo que hoy, por desgracia, no existe en rincón alguno de la nación española.

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Miércoles, 2 de Septiembre 2015
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