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Elecciones 2008: Zapatero morirá de 'hipocresía'





Consumados los dos debates y cuando la campaña entra en su recta final, las encuestas indican que la historia se repetirá y que el PP, a pesar de las mentiras y de los grandes errores de Zapatero, no tendrá energía suficiente para desacreditar al PSOE y derrotarlo el próximo 9 de marzo.

Desde la muerte de Franco, los gobiernos españoles han muerto víctimas de sus propios dramas. Ningún partido de oposición ha derrotado nunca al que gobierna. Cada gobierno se ha suicidado y ha muerto víctima de sus propios arrores. El adversario nunca hizo méritos suficientes para ganar y le bastó con esperar a que el poder se autodestruyera para entrar triunfante en la Moncloa. Las encuestan reflejan que el "Zapaterismo" no está todavía lo bastante podrido y que seguirá cocinandose en su propia salsa maloliente hasta que termine siendo desechado por los ciudadanos.

Ningún partido logró nunca entusiasmar masivamente a los votantes españoles con sus propuestas, ni tuvo necesidad de hacerlo porque el pueblo español siempre acudió a las urnas para enterrar al perdedor, no para ensalzar al ganador. Hasta la contundente victoria socialista de 1982 se construyó sobre el cadaver despedazado del otrora poderoso centro.

La UCD perdió porque el espectáculo de las zancadillas, los codazos y las traiciones internas se volvió insoportable; el PSOE de Felipe llegó a despedir un hedor intolerable; Aznar fue enterrado porque gobernaba la democracia con los aires arrogantes de un Zar ruso; Zapatero será expulsado del poder, ahora o dentro de cuatro años, porque no es admisible en democracia ser gobernado por un tipo que predica y miente con la candidez y el rostro dulce de San Francisco de Asís, mientras actúa como Torquemada.

Todos los perdedores fueron víctimas de la misma enfermedad: el desconocimiento de lo que es la democracia auténtica. Todos practicaron el autoritarismo y gobernaron al margen de los ciudadanos, olvidando que esos ciudadanos marginados son, precisamente, los soberanos en el sistema democrático. Todos padecieron el mismo síndrome: el de la obsesión autoritaria por el poder y por los privilegios, olvidando que el liderazgo exige ser ejemplo y servir.

Pero cada gobierno eligió su propia modalidad de suicidio:

El de Adolfo Suárez fue víctima de la división interna y de una cándida honradez que no podía ser soportada por los restantes partidos, especialmente por aquellos con un pasado político denso, como los comunistas y los socialistas.

El de Felipe González fue víctima de la corrupción y del agotamientode de las ideas y de los impulsos.

El de José María Aznar fue víctima de la arrogancia y de una concepción del poder que permitía al líder gobernar sin tener en cuenta la opinión de unos ciudadanos a los que ignoraba, a pesar de que, en democracia, son los verdaderos amos.

El de Zapatero morirá de muchos males a la vez, pero sobre todo de hipocresía, un vicio al que él denomina “talante” y que consiste en envolver su actuación con sonrisas, maneras suaves y engaños camuflados de verdad, en predicar lo correcto mientras que se practica lo incorrecto. Si Zapatero hiciera lo que dice que hace, duraría mil años y pasaría a la historia como el mejor gobierno posible, pero practica una rabiosa e incorregible hipocresía que le lleva a hacer lo contrario de lo que predica, a sonreir como un ángel mientras combina sus desatinos con la arrogancia de Aznar y con el espíritu corrupto y maquiavélico de Felipe González.

El gobierno de Zapatero avanza también por el camino de su “harakiri político”, incapaz de comprender lo que es la auténtica democracia, de admitir que España, sin sociedad civil, sin ciudadanos, con los medios de comunicación bajo control y gobernada por un partido insaciable cuya mayor obsesión es acumular y retener el poder y los privilegios, es, en realidad, una partitocracia vergonzante contra la que cualquier ciudadano digno no tiene más opción que rebelarse.

Si el lamentable "Zapaterismo" resiste es sólo porque la oposición, que no es mucho mejor que el gobierno, ha perdido toda capacidad de comunicarse con la sociedad, de convencer y de entusiasmar.


Franky  
Jueves, 6 de Marzo 2008
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