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Elecciones 2008: ZP compra votos, como los antiguos caciques del XIX





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Debe sentirse tan desesperado y tan al borde de la derrota que ha tenido que recurrir a la fea táctica de comprar votos, como hicieron en el pasado los caciques rurales del siglo XIX y otros muchos políticos de aquella España atrasada e inmoral, donde, como hoy, se despreciaba al pueblo soberano.

Aunque parezca increíble e impropio de un partido socialista moderno y democrático, ZP ha prometido devolver 400 euros a cada contribuyente español si lo elegimos como presidente y le dejamos disfrutar del cargo cuatro años más. ¿Por qué no lo ha hecho antes? ¿Por qué lo hace ahora? Es obvio que está comprando votos con dinero público.

La compra de votos fue una deleznable práctica en la España atrasada, rural y profunda del pasado, que creíamos erradicada en la democracia española. La compra de votos es humillante para el ciudadano demócrata y sólo puede contentar a las masas incultas y atrasadas, a las que parece dirigirse Zapatero con su indigna medida porque es ahí donde están sus caladeros de votos.

Si lo que quiere es cumplir con el sabio principio de que "donde mejor está el dinero es en el bolsillo del contribuyente", en lugar de devolver dinero debería bajar los impuestos, una medida más digna y eficaz, en la que él no cree, a juzgar por su comportamiento, ya que durante su mandato ha crecido la presión fiscal.

La compra de votos por Zapatero es toda una expresión elocuente de la enorme degradación en la que ha caído la democracia española y de la falta de respeto que el poder tiene al ciudadano soberano, que es el dueño del sistema y el que le paga el sueldo a los políticos. Comprar votos representa un intento burdo de torcer la voluntad popular con dinero, una reedición del humillante principio elitista de que el pueblo sólo quiere "pan y circo", y la constancia más patente de que los políticos profesionales han envilecido la política hasta niveles insoportables.

Un político que compra votos convierte la democracia en una sucia subasta y deja de merecer no sólo el apoyo de los demócratas, sino también el respeto ciudadano y el derecho a representar a los ciudadanos y a la nación.


   
Lunes, 28 de Enero 2008
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