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El socialismo español se muere a chorros



Con Pedro Sánchez al frente, el socialismo español ha entrado en agonía y morirá pronto. La manifestación del domingo en Madrid podría apuntillar a un partido desvencijado, renqueante y agrietado por la corrupción y el peor liderazgo imaginable. Pedro Sánchez ha alcanzado ya ese nivel de rechazo masivo de la ciudadanía que conduce a su partido hacia el desastre. Cada vez que adopta decisiones o aparece en los medios, el partido pierde votos. Ocurrió lo mismo con Zapatero y la sangría era tan fuerte que el PSOE tuvo que apartarlo de la política para sobrevivir.

Pero al socialismo español no le es suficiente ya con librarse de Sánchez. Si quiere evitar la desaparición, como ha ocurrido en Francia, Italia y muchos otros países, donde está muerto o agonizante, tiene que reflexionar profundamente, reconocer sus abusos y errores y cambiar drásticamente. Si no lo hace, pronto será poco más que un escuálido recuerdo.
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Con Pedro Sánchez y sus traiciones en el gobierno, el hundimiento del socialismo español, ya acelerado con la presidencia de Zapatero, terminará de culminarse y el PSOE, a pesar de las encuestas amañadas del CIS, que le dan una victoria que nadie se cree, será pronto un partido residual, sin posibilidad alguna de gobernar.

El socialismo cae en el mundo porque el ciudadano se ha cansado de su manera de gobernar, hipócrita, que en teoría defiende al pueblo, la democracia y el Estado de Bienestar, cuando en realidad solo defiende sus privilegios, su dinero y su poder. Pero en España cae también porque está colocando al frente del partido a líderes deplorables, a verdaderos fantoches capaces de realizar abusos, traiciones y desmanes.

La actual política catalana del PSOE, sometida al golpismo, cobarde y anticonstitucional, es tan errónea y masivamente rechazada por los ciudadanos que acelera vertiginosamente la carrera socialista hacia el precipicio.

Desprovisto de ideología, marcado por la corrupción, mal dirigido y sin mensajes capaces de enaltecer e ilusionar, el PSOE se ha convertido en un partido fantasma cuya única fuerza es el reparto de dinero público y privilegios para sus seguidores y algunos de sus simpatizantes. Ese reparto, cada vez más débil como consecuencia de la pérdida de poder, terminará por desaparecer, llevándose por delante a un partido que se parece más a un banco o a una congregación mafiosa que a un recurso de la democracia.

La reciente pérdida del bastión andaluz, verdadera plaza fuerte del socialismo español, es la evidencia del desastre que se avecina y la consecuencia de una política de cobardía, arrogancia y divorcio con la realidad y el pueblo.

Pero, filosóficamente, el socialismo cae por su estilo de gobierno. Sus dirigentes se han creído con el derecho a ignorar a los ciudadanos y a gobernar de espaldas a la voluntad popular, como si tuvieran un cheque en blanco en el bolsillo, lo que les ha llevado a aprobar leyes rechazadas por la ciudadanía, a imponer impuestos abusivos, a engordar el Estado hasta más allá de toda prudencia, a endeudarse para seguir disponiendo de dinero y a colocar sin prudencia a amigos y familiares en inmensas redes clientelares y en chiringuitos creados no para servir a los ciudadanos sino para reforzar el poder y el control de la sociedad.

Muchos expertos vaticinaron que después de la caída del Muro de Berlín y el hundimiento del comunismo, la tocaría el turno al socialismo. Y así está ocurriendo, a juzgar por lo que se observa en el mundo, quizás porque el socialismo marxista es como el comunismo, pero con una receta más suave, uno rechazando la democracia y el socialismo disimulando su rechazo a ese sistema.

El socialismo español esta hundiéndose por tres razones principales: la corrupción, la perversión de anteponer siempre el interés del partido al bien común y el mal gobierno, que con los mandatos de Zapatero y Pedro Sánchez ha alcanzado niveles inconcebibles e insoportables.

Sólo podrá regenerarse si abraza de una vez la democracia, se carga de ética, asume la libertad del individuo con todas sus consecuencias y opta por defender en serio la limpieza y la regeneración, pero esa tarea de regeneración es titánica y casi imposible para un partido demasiado podrido y habituado a considerar el Estado como una mina de oro a explotar y la política como una banda organizada para expoliar, oprimir y extraer jugo del poder.

Pero en verdad tiene muy difícil el porvenir porque el deterioro y el rechazo son tan mayúsculos que nadie que haya tenido protagonismo y poder en los tiempos nefastos de Zapatero y Sánchez podrá tener poder alguno en el futuro. La operación del cambio socislista tendrá que ser a corazón abierto.

Francisco Rubiales

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Viernes, 8 de Febrero 2019
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