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El ser humano se revuelve contra el Estado, menos en España



Los ciudadanos odian a los políticos y a sus partidos en todo el mundo y cada vez que pueden los castigan votando opciones inesperadas y radicales. La victoria aplastante del cómico Zelenski en Ucrania es una muestra de esa rebeldía de los ciudadanos libres contra los políticos de siempre, hipócritas, ineptos y arrogantes, del mismo modo que los radicales, aupados por el pueblo, ya gobiernan en Italia Hungría y en otros muchos países.

Pero en España parece que todo es diferente porque en las elecciones del 28 de abril los ciudadanos han votado por lo viejo y han entregado el poder al socialismo, una ideología fracasada, derrotada y arrinconada en la mayoría de los grandes países del mundo.

Detrás de toda esa rebeldía mundial contra la vieja política lo que existe es la eterna lucha del ser humano contra el Estado, que se ha vuelto opresor y el peor enemigo de la libertad, una lucha que ya existía en tiempos de los sumerios, los babilonios y el Egipto de los faraones.
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Medio mundo está sorprendido ante lo que han votado los españoles y el otro medio tiene sospechas de que los resultados españoles, claramente contrarios a la tendencia mundial de rechazar a los partidos viejos y corruptos, como el PSOE, hayan sido manipulados en un gran fraude electoral.

Friedrich Engels había vaticinado que “Cuando sea posible hablar de libertad, el Estado como tal dejará de existir”. Conscientes de esa verdad, los políticos y sus partidos, que se han apoderado del Estado y lo utilizan contra los ciudadanos, a los que han expulsado de los recintos del poder, luchan para impedir que el ser humano hable de libertad.

El 9 de noviembre de 1989, el día que cayó el Muro de Berlín, la libertad ganó una gran batalla al derribar al Estado soviético, uno de los mas criminales y poderosos baluartes del Estado como monstruo opresor. Ese día, sin que nadie diera la orden, sin que ningún estratega lo hubiera planificado, ni lo hubiera previsto analista alguno, voló por los aires el orden mundial dual surgido tras la Segunda Guerra Mundial. Los “rojos” fueron expulsados de la Historia de manera espontánea. No fue sólo un triunfo de los berlineses o de los disidentes, sino la victoria sobre el miedo de todas las víctimas del excesivo poder estatal. Una especie de viento libertario y colectivo había suprimido de golpe lo que parecía el Estado más poderoso jamás diseñado por el hombre.

Y ahora, después del desplome del comunismo, le toca el turno a las democracias occidentales, tan degradadas y alejadas del modelo que han perdido la confianza y el respeto de los ciudadanos. La gente descubre ahora carencias y engaños en las democracias, miserias que permanecían escondidas cuando el mundo, fraccionado en dos bandos, tenía la mirada fija en los campos de batalla donde se libraba la Guerra Fría. Ahora, cuando el otro bando se ha esfumado y no hay más mundo que el que tenemos ni más poder que el que sufrimos, descubrimos con desencanto y sorpresa que nuestro sistema se parecía demasiado al que imperaba al otro lado del muro berlinés: injusto, desigual y torpemente gestionado por políticos profesionales, muchos de los cuales han avanzado demasiado por las rutas del privilegio, la corrupción y el abuso, y ni un solo metro por el camino del servicio y la virtud.

Desde aquel 9 de noviembre, los grandes poderes de Occidente, a pesar de la derrota del adversario comunista, ya no duermen tranquilos, conscientes de que el sistema oligárquico que gestionan, al que ellos llaman democracia, se resquebraja, y de que la sociedad occidental, aunque parezca narcotizada, confundida y sometida, podría estar al borde de la rebelión.

Hoy, en España, tras los sorprendentes resultados del 28 de abril, los expertos se preguntan que es lo que ha ocurrido para que las encuestas hayan acertado al milímetro cuando en todo el mundo se equivocan y por qué extraña razón, los españoles, mas sometidos a la corrupción y a la injusticia que la mayoría de los pueblos de Europa, hayan votado por lo viejo, sin expresar en las urnas la lógica protesta, sin otorgar la esperada gran subida a VOX, que era la fuerza contestataria y que denunciaba el imperio de la vieja política hipócrita y corrupta.

No es fácil asimilar que los españoles, al votar, como por arte de magia, hayan dado la espalda a la tendencia mundial de oponerse a los viejos partidos que han corrompido la política, la han llenado de suciedad e ineficacia y se han apoderado del Estado, expulsando del poder a los ciudadanos y a la voluntad popular en general. Contra todo pronóstico, España ha ignorado esa guerra global del ser humano contra el Estado, que es la bestia peor ideada por el hombre, y ha encumbrado, contra toda lógica y raciocinio, al partido más corrupto, a la ideología más obsoleta y a las propuestas que abogaba por subir los impuestos, incrementar el poder del Estado y seguir gobernando con el apoyo de las fuerzas del odio, las que quieren destruir la nación de los españoles.

Es cierto que "España es diferente" y que la española es apenas una escaramuza sin trascendencia en la enorme guerra global del hombre por la libertad, contra el Estado y los políticos, pero no deja de ser extraordinario y sorprendente esa victoria de lo viejo y la derrota de las grandes tendencias mundiales, presentes en las grandes votaciones de Hungría, Italia, Francia, Brasil, Estados Unidos, Holanda, Finlandia y otros muchos países.

Solo hay dos explicaciones: o ha existido un fraude que ha cambiado el verdadero resultado o los españoles no están conectados con el mundo presente y han cerrado sus ojos y oídos al verdadero progreso, que consiste en tener un Estado mínimo, autogobernarnos, estimular los valores, introducir el apoyo mutuo y el amor en la vida política, convertir la vida pública en un espacio donde los cargos se rotan y todos los ciudadanos los ejercen, por turnos, como en la vieja democracia de la Grecia clásica, sin amos, sin esclavos, sin canallas atrincherados en las instituciones públicas, una sociedad desarrollándose en ambientes de libertad, cooperación y respeto, directa hacia la felicidad, que es el fin principal y último de la verdadera política.

Francisco Rubiales

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Viernes, 3 de Mayo 2019
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