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El rey tiene en sus manos la salvación de España



Es probable que el destino de esta España amenazada y herida esté hoy en las manos del rey Felipe, al que la Constitución señala como el gran garante de la existencia de España como nación.

El rey de España, según la Constitución, no gobierna, pero influye poderosamente. Esa "influencia real", derivada de la Jefatura del Estado, de su comandancia suprema sobre las Fuerzas Armadas y de su prestigio y peso referencial ante el stablishment y el alto empresariado español e internacional, es la que España necesita para salvarse.

El rey no puede permanecer ajeno al drama que vive España. Si lo hace, incumple la Constitución, que lo señala como garante de la integridad del país. Es como la "última playa" desde la que nos tenemos que defender para no perecer. La Constitución le otorga la custodia suprema de la integridad nacional, pero no se refiere sólo a la integridad territorial, sino también a la moral. Si España se rompe un día no será porque sea invadida por un ejército enemigo, sino porque sus valores y soportes como nación han sido destruidos por miserables y canallas.
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A los españoles les gusta más el rey que plantó cara al golpismo catalán que el que se marcha a Cuba mientras España arde
Muchos españoles, angustiados ante la gravedad de la situación actual de España, miran a su monarca y se preguntan ¿Que hace el rey? ¿Para qué sirve la monarquía?

Un empresario de los grandes, influyente y cercano a la Casa Real, me habló hace días, cuando el drama del resultado electoral del 10 de noviembre estaba todavía candente, de la gran preocupación del rey y de su padre ante la situación actual de España. Le dije que si yo fuera el rey habría empleado mi influencia para presionar a Pedro Sánchez y a los demás líderes de partidos constitucionalistas para que se unieran y encontraran juntos una solución potente al drama de España- Me respondió: "El rey ya lo ha hecho".

Al parecer, el rey habría expresado más de una vez a Pedro Sánchez, como presidente del gobierno, su honda preocupación por la agresión de los nacionalistas a España y le habría advertido del peligro que conllevaría tener que pagar facturas a los que quieren destruir la nación. Pedro Sánchez habría tranquilizado al rey diciéndole que nunca pondrá el destino de España en manos de "esa gente". Pero somos millones los españoles que no nos fiamos del socialista, que es un mentiroso compulsivo de moral pervertida, inclinado siempre a anteponer su poder y sus intereses al bien común.

La miseria de nuestros políticos, el egoísmo y la incapacidad de anteponer el buen común y el destino de España a los mezquinos intereses partidistas tienen que cesar y ceder el paso al viejo consenso, el mecanismo que permitió la Transición y que sirvió de base para construir una España en paz, capaz de perdonar y olvidar la contienda civil y decidida a avanzar unida hacia el futuro.

La rotura de ese consenso y el florecimiento de la bajeza en los partidos es lo que preocupa e indigna a la Casa Real española y a las grandes fuerzas que la arropan, desde la milicia a la gran empresa, incluyendo a potencias mundiales y a una inmensa mayoría de los ciudadanos.

Al rey le gustaría que los líderes de los grandes partidos constitucionalistas españoles, en especial los del PSOE, PP, VOX y Ciudadanos, alcanzaran un pacto de consenso por el bien de España y configurarán un gobierno de salvación, necesario para que España recupere el pulso, la paz y la convivencia que los nacionalismos y los enemigos del sistema están intentando imponer. De lo que se trata es de salvar una nación que el rey y millones de españoles consideramos que está en peligro. Pero Pedro Sánchez apuesta por una alianza que permita la entrada del comunismo en el gobierno de España, convirtiéndola así en la novena nación del mundo sometida a la asesina tiranía roja.

El gobierno que prefiere la Corona, junto con la inmensa mayoría de los españoles, tendría que surgir de una apuesta patriótica, bajo el paraguas de la bandera española, que debería ser lucida con orgullo por millones de españoles, convertida en símbolo de unión y amor a la nación común, en lugar de haber sido convertido por las izquierdas, descerebradas y llenas de rencor, en un signo cuestionado como "fascista".

Hay sectores de gran importancia que no están dispuestos a soportar un gobierno que deba su existencia a los nacionalistas y que esté en deuda con ellos. Pedro Sánchez, Pablo Casado, Abascal e Inés Arrimadas lo saben porque les ha sido debidamente comunicado.

La monarquía, que cuenta con apoyos de gran fuerza dentro de España y en el plano internacional, es el único gran signo de la Transición que no ha sido adulterado y vapuleado por la barbarie anticonstitucional y los cobardes y permisivos partidos corrompidos. Su poder e influencia constituyen hoy la última defensa de España y la mayor garantía frente al embate de los miserables.

Pero su todavía poderosa fortaleza se debilita a medida que los españoles se sienten frustrados por la incomprensible y aparente pasividad del rey ante la patria en peligro.

Francisco Rubiales

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Lunes, 18 de Noviembre 2019
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