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El nacionalismo catalán es un auténtico "drama" para la nación española



El nacionalismo catalán, cada día más descarado, arrogante y enemigo de España, ha dejado de ser un grano en el culo para convertirse en un drama y una amenaza para todos, incluso para los propios catalanes. La torpeza de los políticos españoles ha convertido lo que hace tres décadas era un sentimiento minoritario y elitista en un sentimiento masivo que avanza y que amenaza la unidad, la convivencia y la paz. Cataluña, nos guste o no, tiene ya un pie fuera de España. Detrás del nacionalismo independentista catalán hay corrupción, políticos tan estúpidos como los socialistas Zapatero y Montilla, obsesión por el poder de una élite catalana y un victimismo injusto y corrosivo que, increiblemente, produce réditos políticos.
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El gran éxito de la manifestación independentista celebrada ayer en Barcelona tendrá muchas consecuencias a corto plazo. La primera es que los político independentistas se sentirán, a partir de ahora, más legitimados e intentarán forzar la máquina para que el sentimiento independentistas estalle y se convierta en un conflicto insopotable para los españoles. La Cataluña separada de España es ya una posibilidad real. El nuevo país tendría que tener moneda propia, saldría de la zona euro y de la Unión Europea y tendría que financiarse al 12 por ciento, lo que convierte a la Cataluña independiente en un país maldito, con tantos problemas como Grecia. Como sería la convivencia con España es todo una incognita. Si España se opusiera al proceso, como es probable, el camino catalán sería un calvario porque la independencia costaría un precio altísimo. Las empresas catalanas serían masivamente boicoteadas en España, su principal mercado, lo que les llevaría a una ruina rápida a inevitable.

El día de hoy es justo que los españoles se acuerden de los políticos que tienen gran responsabilidad en lo que ocurre, entre ellos Zapatero, tonto útil del catalanismo, que impulsó durante su triste mandato el nuevo estatuto de Cataluña sin que nadie, salvo un pequeño puñado de nacionalistas, lo exigiera. Aquella promesa de Zapatero de que España apoyaría lo que quisiera el Parlament de Cataluña, se ve ahora, con el prisma del tiempo trancurrido, como una estupidez supina de un gobernante torpe, inepto y acomplejado, pero capaz de generar ruinas, dramas y catástrofes con su incapacidad.

Los eufóricos independentistas de CIU, con Artur Mas y Durán y LLeida al frente, preparan ya una declaración de independencia aprobada por el Parlamento Catalán, probablemente el próximo 27 de septiembre. A partir de ahí se exigirá un referendum y se empezará a presionar y a chantajear a España y a Europa. Es la ruta catalana hacia el conflicto, la independencia y la pobreza, un nuevo cáncer para esta pobre España.

El nacionalismo catalán es arrogante, miserable, antipático e insolidario. Acaba de pedir al gobierno de España un rescate cuantioso, de más de 5.000 millones de euros, pero lo hace con desprecio y soberbia, sin reconocer los inmensos despilfarros y corrupciones que les han llevado a la ruina, aduciendo que ese dinero es de los catalanes y que no aceptan condiciones a cambio. No son capaces de reconocer el mal gobierno que les ha conducido hasta la decadencia actual, ni la inmensa vorágine de corrupción que han protagonizado sus políticos. Con su actitud miserable y arrogante se ganan el rechazo del resto de los españoles, pero Artur Mas y sus corte de victimistas retorcidos saben que ellos deben su poder y preponderancia política al odio que generan y al enfrentamiento con España. Hasta cuando son pordioseros lo hacen con espíritu excluyente e insolidario. Odian a España con toda el alma y lo demuestran en cada instante de sus vidas. Quieren separarse y ser un Estado, pero quieren hacerlo manteniendo al resto de España como mercado prioritario, sin renunciar a los beneficios de la unión. Son como las termitas, que destruyen la casa que les acoge.

Pues que quede claro: el dinero que van a recibir no es de los catalanes, sino de todos los españoles. Les guste o no, están integrados en una nación y el dinero que reciben lo tenemos que pagar entre todos, al igual que todos hemos pagado sus industrias y sostenemos su floreciente comercio. Vivimos juntos y juntos crecemos y perecemos.

Más que estimular el odio y la arrogancia deberían cuidar su imagen, que está por los suelos en el resto de España, no porque los españoles les odien, como dicen los miserables políticos nacionalistas, sino porque la arrogancia es mala consejera y ellos caminan por el Estado cargados de desprecio insolidario, como lo hacia el dictador Musolini, con la barbilla elevada. Esas actitudes de superioridad y arrogancia, sin grandeza ni cordialidad, acarrean el injusto boicot espontáneo de muchos ciudadanos españoles a los productos de origen catalán, un drama del que únicamente es culpable la clase política catalana, enemiga de la nación de la que forman parte y una de las más corrupta e ineptas del mundo occidental.

La gran pregunta que se plantea es si la posible independencia de Cataluña es un asunto que compete solo a los catalanes o tendrán que opinar también los demás españoles. Otro asunto es si España pedirá compensaciones a Cataluña por su salida, ya que durante décadas, las plusvalias de España fueron incvertidas en Cataluña parac convertirla en una región industrializada y próspera, intentando frenar de ese modo el secesionismo latente. Andalucía, que a finales del XIX y principios del XX era la principal generadora de riqueza en España, tiene mucho que reclamar, pues fueron sus excedentes e impuestos los que financiaron la industrialización catalana.


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Miércoles, 12 de Septiembre 2012
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