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El juicio "certero" de Franco sobre los partidos políticos



Cuando ha transcurrido casi medio siglo desde su muerte y en vísperas de unas nuevas elecciones, el criterio de Franco sobre los partidos políticos cobra actualidad por su acierto y carácter premonitorio. Es un buen momento para reflexionar sobre lo que esos partidos políticos que ahora nos piden el voto han provocado en la España del presente. Quizás sea bueno reconocer que el dictador supo plasmar con precisión de cirujano los daños que pueden causar en una sociedad como la española esas organizaciones llamadas "partidos", que se declaran "cauces y mecanismos de representación pública", pero que "en lugar de constituir un sistema de frenos morales y de auxiliares colaboradores del Gobierno, alimentan la posibilidad de socavar impunemente el principio de autoridad y orden social" y además engendran "una permanente guerra fría dentro del propio país".
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Basta observar y analizar el papel de los partidos en la mal llamada "democracia" española para advertir que se han ajustado a lo que Franco pensaba de ellos y que más que actuar como fuerzas al servicio del progreso y de la convivencia, han operado como elementos de confrontación, de enfrentamiento, ruptura, corrupción e injusticia, dentro de una gran ineficacia e irresponsabilidad, generando también retroceso en muchos aspectos, incluyendo la sumisión a los grandes intereses mundiales, endeudamiento, desigualdad, despilfarro y falta de ilusión y de metas comunes entre los españoles.

En su mensaje de fin de año de 1959. Franco dijo "Cada día se acusa con mayor claridad en el mundo la ineficacia y el contrasentido de la democracia inorgánica formalista, que engendra en sus mismas entrañas una permanente guerra fría dentro del propio país; que divide y enfrenta a los ciudadanos de una misma comunidad; que inevitablemente alimenta los gérmenes que más tarde o temprano desencadenan la lucha de clases; que encienden la unidad nacional al disgregar en facciones beligerantes unas partes de la Nación contra las otras; que mecánica y fatalmente provocan con ritmo periódico la colisión entre las organizaciones que se dicen cauces y mecanismos de representación pública; que en lugar de constituir un sistema de frenos morales y de auxiliares colaboradores del Gobierno, alimentan la posibilidad de socavar impunemente el principio de Autoridad y orden social."

En un discurso pronunciado en Valencia, en junio de 1962, Franco habló de manera todavía más clara y explícita sobre los partidos políticos: "Todos hemos conocido, especialmente los que ya somos viejos, la ficción de los partidos políticos, en los que la relación entre representantes y representados se limita a la elección entre varios nombres que los comités de los partidos les presentan, y que en la casi totalidad de los casos los electores desconocían; pero una vez lograda la investidura obraban a su antojo, sin tener en cuenta los intereses y la voluntad de los votantes. A ello oponemos nosotros nuestra democracia orgánica, en la que la representación se hace a través de la familia, del municipio y del sindicato, en los que el hombre vive y se encuadra, y en la que los elegidos mantienen vivo el vínculo con la asociación que les designó, sin que puedan traicionar los legítimos y homogéneos intereses de los representados; pero aún con ser esto tan sincero, no nos basta para satisfacer las verdaderas esencias de una democracia. Consideramos necesario que la democracia sea cosa viva, que todos participen en la cosa pública, y de aquí esos periódicos congresos económico-sindicales provinciales en que en consejo abierto se debaten los problemas de la provincia y donde las aspiraciones encuentran un cauce para su elevación directa a los poderes públicos, que, recogidas más tarde por el Gobierno, se vienen convirtiendo en proyectos de ley.» «Y aún tenemos más: existe en nuestra legislación básica la institución del referéndum, por la cual han sido sometidas a la aprobación del país sus leyes fundamentales y le son sometidas las demás leyes de reconocida trascendencia."

La muerte de Franco trajo a España, en 1975, la ilusión de la democracia, un sistema que todo la ciudadanía abrazó con esperanza, pero aquellas ilusiones y energías han sido frustradas y destruidas por unos partidos que se han comportado de forma parecida a como lo hicieron sus predecesores, los que ayudaron a destruir el Imperio Español en 1898 y los que provocaron la Guerra Civil de 1936 y todos los crímenes y abusos que la precedieron y envolvieron.

No creemos que el Franquismo pudiera dar lecciones de democracia, pero eso no impide que supiera ver con claridad el papel nefasto que ejercen los partidos sobre las sociedades, cuando la democracia, como ha ocurrido en España, ha sido adulterada y adaptada a los intereses de los poderosos, privándola de sus principales valores, frenos, cautelas y contrapesos y convirtiéndola en un cascaron vacío desde el que políticos desalmados y sin valores oprimen, abusan y malgobiernan.

Franco, como millones de españoles, vivió el desastre de la guerra de Marruecos, un conflicto que debió durar un par de años, pero que, por culpa de los políticos, duró 20 largos y duros años y causó miles de muertos, que solo acabo cuando Miguel Primo de Rivera expulsó a los partidos del poder y condujo la política. Mas tarde, los políticos destrozaron la II República, destruyeron la convivencia y provocaron los enfrentamientos políticos y sociales que terminaron en la Guerra Civil. Antes, los políticos alimentaron el desastre de 1898 y la perdida de Cuba, Filipinas, Puerto Rico, las islas Marianas y las islas Carolinas.

Al igual que millones de españoles de su época, Franco pensaba que los políticos "han sido una plaga" para España y la base de su decadencia y desprestigio, lo que les impulsó a no querer ver a un político ni en pintura.

Fue precisamente la eliminación de los políticos la que permitió a España dar un enorme salto, entrando por fin en el siglo XX y convirtiéndose en la 9ª potencia industrial del mundo.

Hoy, la España decadente del presente, victima de nuevo de esos partidos políticos acostumbrados a despedazarse, a anteponer sus propios intereses al bien común y a luchar por el poder de manera obsesiva y enfermiza, pactando incluso con los enemigos de la nación, se somete de nuevo a las urnas sin que los españoles, en su mayoría engañados y lobotomizados por la propaganda y la labor mendaz y sucia de muchos medios de comunicación, sean capaces de ver toda la terrible verdad que esos partidos corrompidos representan, una auténtica garantía de fracaso y deterioro de España y de sus ciudadanos.

Francisco Rubiales


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Martes, 2 de Abril 2019
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