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El inmenso poder de la utopía



Muchos mediocres, sumisos y cobardes, ante un objetivo ambicioso o un gran obstáculo, intentan descalificarlos diciendo "¡Es una utopía!". Esos pobres no saben que la utopía es la que ha hecho avanzar al mundo y la que mas engrandece a las personas. Sin utopía nunca derrotaremos a nuestros demonios, ni al independentismo catalan cargado de odio, ni a los políticos corruptos que han invadido el Estado, ni a esa cobardía del pueblo español que nos impide avanzar hacia la dignidad y la decencia.
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Quizás el rasgo mas fuerte de nuestro mundo, mas que el imperio de la corrupción y la injusticia, es que ha renunciado a la utopía, lo que representa una actitud de cobardía y abandono. Detrás de esa renuncia están casi todos los fracasos: la corrupción, el abuso de poder, la injusticia, el despilfarro, la opresión... Renunciar a la utopía significa rendirse y conformarse con la pobreza reinante.

Muchas veces, cuando he pronunciado una conferencia sobre la verdadera democracia o he hablado en mis clases de que son posibles una política y un mundo distintos y mejores, alguien me ha dicho "Lo que usted dice es una utopía". Como ya sé que esa suele ser la reacción de los que tienen miedo ante los grandes retos, les lanzo la respuesta preparada: "Sin utopía, el mundo nunca habría salido de las cavernas, ni habría avanzado jamás; sin la utopía no habría libertad y seguiríamos siendo esclavos". Y después explico a la audiencia que lo importante no es llegar a la meta, sino intentarlo, que se hace camino al andar.

Cuando uno muere, en algún sitio deben preguntarnos ¿Y usted hacia donde caminaba en su vida" Algunos responderán que no caminaban y otros dirán que iban hacia ninguna parte o directo hacia el poder o el dinero. Los que respondan que caminaban hacia la utopía serán, con toda seguridad, los que merezcan un premio mayor porque, aunque es cierto que casi nunca habrán llegado a la meta, habrán sido esforzados y meritorios corredores que han empujado el mundo hacia el verdadero progreso.

En el caso concreto de España, donde nos han dividido, empobrecido y contaminado con odio desde el poder, la única vía para el cambio es la utopía de creer con firmeza y luchar por un gobierno decente y una sociedad mejor. El poder político es demasiado fuerte para poder cambiarlo sin la potencia transformadora de la utopía.

La última vez que me llamaron utópico con cierto desprecio es cuando explicaba a un empresario que hay que renunciar a hacer negocios sucios con la Administración, a pasar por la vergüenza de pagar comisiones y corromperse. Me respondió que yo era un utópico, que parecía que no estaba en este mundo y que pensar de ese modo es hundir a las empresa. Después me explicó que hacer negocios en Andalucía con el sector público significa, casi siempre, reservar un porcentaje para "lubricarlo".

Le respondí que mi empresa, una pequeña pyme que es la primera de su sector en Andalucía, nunca ha entrado en el juego corrupto y ha hecho algunos negocios con las administraciones públicas. Dando por terminada la conversación, me dijo: "Eso no te lo crees ni tu".

Y sin embargo es verdad. No todo lo que parece utopía lo es. A veces se trata solo de dificultades o de sacrificios que pueden superarse o de metas complicadas que pueden alcanzarse. La utopía es también una excusa para no emprender el camino del esfuerzo.

Algunos dirán que este artículo se parece a un sermón dominical lleno de moralina y quizás tengan razón, pero lo he escrito porque la situación de España es tan grave que solo se puede salir de ella a través de la utopía. Los demócratas españoles y la gente decente tienen que creer en las utopías de que vamos a expulsar a los sinvergüenzas de la política, que los que han robado van a ser finalmente castigados, que tendrán que devolver el botín, que la distancia que separa a ricos y pobres va a empezar a acortarse, que la Justicia va a ser pronto independiente e igual para todos y que nuestros dirigentes futuros serán gente de respeto, no rufianes mentirosos travestidos de demócratas.

Pero que nadie ignore el único rasgo de la utopía que es imprescindible es que hay que luchar para obtenerla. Sin lucha no hay utopía. Pensar solo en ella no es utopía sino un bonito sueño de hadas. Esa es la diferencia.



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Lunes, 21 de Septiembre 2015
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